En junio se ha producido el desmantelamiento de las Residencias de Salud Mental de la CABA. De esta forma la Dirección de Salud Mental de la CABA las ha convertido en posgrados de especialidades separadas (psiquiatría y psicología). (Ver www.facebook.com/asambleasaludmental). Esta decisión ha sido tomada en conjunto con la Dirección de Capacitación de la CABA, los responsables del curso superior de especialista de psiquiatría la UBA y los Jefes de Servicio de los diferentes Hospitales de la ciudad. Se está haciendo de forma apresurada, sin mediar una racionalidad básica que asiste todo cambio de programa de formación de grado y posgrado: consulta a los sectores involucrados, una evaluación y una transición luego de aprobada dicha modificación. Para los médicos, se desarma el programa para asimilarlos al curso de especialista universitario de psiquiatría en la UBA. Y además, si quieren dicho título universitario, tienen que pagarlo. Lo que es una nueva forma de privatización de un espacio público. Para los psicólogos, reina la incertidumbre, sólo está claro que cambiará y entre las nuevas materias se anuncian neurociencias y neuropsicología.
Este movimiento implica la destrucción de la formación en Salud Mental en las residencias de la CABA. El trabajo de formación conjunta en el abordaje interdisciplinario se transforma en interconsulta de meras especialidades. Por supuesto, que la magia de las palabras “excelencia”, “mejor formación” son los eufemismos que siempre se utilizan reiteradamente.
En una primera lectura están claras sus intenciones. Es el desmantelamiento de la formación en Salud Mental, en contra de la Ley 448 de la CABA y la Ley Nacional de Salud Mental. También están claros sus autores: La Dirección de Salud Mental de la CABA en conjunto con organizaciones médico psiquiátricas que se han opuesto sistemáticamente a toda transformación que implique alguna pérdida de su poder.
Rápidamente se podría pensar que esto concierne sólo al gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Pero a lo largo de todos estos años se ha visto cómo en distintos lugares del país, como en la provincia de Buenos Aires -la oposición política del gobierno de la CABA donde su gobernador es el candidato a presidente por el oficialismo- los mismos sectores han impedido concursos para jefaturas de no médicos. No sólo allí dicho poder obstaculiza reformas en Salud Mental. A veces de forma manifiesta, otras veces desfinanciando y precarizando trabajadores tanto en Hospitales y especialmente en aquellos programas para la transformación de la Salud Mental.
Lo que sucede hoy implica un nuevo escalón de lo que ya hemos denunciado en estas páginas desde hace mucho tiempo. En “La contrarreforma psiquiátrica”, Alejandro Vainer develaba las estrategias para la “apropiación psiquiátrica del campo de Salud Mental” en los sectores progresistas de los psiquiatras. Esto llevó a que el propio director de la revista Vértex y luego presidente de APSA, respondiera por verse acusados injustamente de “antisaludmentalistas”, cuestión que los hechos no hacen más que corroborar una y otra vez. También Enrique Carpintero ha escrito en innumerables textos cómo la modalidad de producción de subjetividad en este capitalismo tardío implica una medicalización que es una de las estrategias para soportar la fragmentación y someternos a este “mundo feliz” que propone el consumismo. En “El poder en el campo de Salud Mental” afirmaba cómo “los psiquiatras que se sostienen en el modelo hegemónico neopositivista se han transformado en agentes de propaganda médica.” Y podemos agregar que están entre las profesiones más precarizadas y con mayor índice de problemáticas de salud laboral (desde el llamado “burn out” a intentos de suicidio). Pero esto queda encubierto, como el resto de la sociedad, bajo la “ilusión de la felicidad privada” que puede provenir de alguna dádiva de un laboratorio al convertirse en recetador serial.
También hemos denunciado en textos de Ángel Barraco, Susana Toporosi, Hernán Scorofitz y tantos otros cada uno de estos movimientos, desde la aprobación de la Ley 448 en 2000. Hemos apoyado las leyes de Salud Mental hasta en el propio Congreso. Pero siempre señalando sus limitaciones para ser aplicadas en el contexto de una estructura social y política donde se desfinancia el sector público para una y otra vez ir hacia novedosas formas de privatización, tal como la sucedida con externaciones de manicomios hacia clínicas privadas que recibían pagos del Estado.
En síntesis, nada nuevo. Tan sólo un nuevo paso en este reduccionismo biologicista sostenido por una alianza de organizaciones médicas-psiquiátricas con la industria farmacéutica y las empresas de medicina privada. Pero el fundamento de estos cambios está en un sistema que ofrece la medicalización como solución a las problemáticas de la subjetividad bajo el imperio de la utopía de la felicidad privada. Estas propuestas son armónicas con un capitalismo que necesita una extracción cada vez mayor de plusvalía mediante el camino que encuentre. En ese sentido tenemos que entender tanto la medicalización como el consumismo y la imposición de una mayor productividad.
Su avance dependerá en cada caso de las luchas que demos en distintos niveles.
Por un lado, a nivel político y gremial. Está claro que esto afecta tanto a psicólogos como a médicos, cuyo horizonte será una mayor precarización y sometimiento con ropas de “mejorar la formación”. De allí que es indispensable la lucha política de diferentes sectores políticos, sociales, gremiales aunados y con diferentes recursos, que van desde movilizaciones, recursos legales, medios de difusión, etc.
Por otro lado, una batalla ideológica, teórico y técnica en nuestro campo. Se instala una formación reduccionista que niega las determinaciones complejas del padecimiento subjetivo. Desde nuestras páginas proponemos una concepción de “corposubjetividad”, que permite entender la interdisciplina más allá de las “buenas intenciones” o una simple sumatoria de especialidades que se da como buena de por sí. Un abordaje, desde un psicoanálisis que plasma su potencia en reconocer sus propios límites, tal como sostenemos desde el editorial del primer número de nuestra revista. Y finalmente, la implementación y conceptualización de dispositivos acordes a cada situación, para el abordaje de las problemáticas actuales.
Desde este espacio apoyamos las luchas de los propios afectados y convocamos al campo de Salud Mental y la sociedad misma para oponerse a la implementación de un nuevo retroceso, que implicará mayor padecimiento en los trabajadores y en la población atendida. Es un nuevo paso de este proyecto privatizador y de fragmentación en nuestro campo.
Como tantas veces, la historia dependerá de nuestras luchas.