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La soledad de Narciso

 
Editorial de la revista Topía Nº73, abril de 2015

Una de las características de la vida cotidiana en la actualidad son los procesos de subjetivación donde la ruptura del lazo social conlleva al encierro del sujeto. Su resultado son patologías en las que el narcisismo constituye su fundamento. Un dato. Cada 90 segundos se suicida una persona en este planeta. Es decir, hay más muertes por suicidios en un año que muertos por guerras o asesinatos. El suicidio es el ejemplo mortífero de los efectos del narcisismo. Esta situación deviene de una corposubjetividad que se construye en la relación con el otro en el interior de una cultura.

El concepto de narcisismo en Freud

Havelock Ellis usa el término “narcisismo” en 1892 por primera vez en un estudio psicológico sobre el autoerotismo, describiendo la raíz mitológica y literaria del mito de Narciso, y extendía el término narcisismo al comportamiento no manifiestamente sexual. Posteriormente, en 1908, Isidor Sadger (discípulo de Freud), lo hace entrar definitivamente en la terminología psicoanalítica. (Rodrigué, Emilio, Sigmund Freud. El siglo del psicoanálisis, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1996).

El término narcisismo lo encontramos por primera vez en la obra de Freud, en su trabajo de 1910, Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, a los fines de explicar la homosexualidad. En 1911, en Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente, Freud describe al narcisismo como estadio intermedio entre el autoerotismo y el amor objetal. Finalmente en 1912 en Tótem y Tabú habla de las tendencias narcisistas de los pueblos primitivos en la “omnipotencia del pensamiento”.

Pero es en Introducción del narcisismo (1914) donde desarrolla este concepto. No vamos a analizar este texto en su complejidad. La idea es plantear algunas cuestiones que reformulan la teoría psicoanalítica para ver cuales son sus efectos en la actualidad.

En esta época introducir el concepto de “narcisismo” significaba reintroducir el Yo en la teoría psicoanalítica. Antes cuando Freud hablaba de Yo era para utilizarlo como sinónimo de sujeto. A partir de este texto hay un Yo como instancia psíquica efecto de las identificaciones. Además, este concepto rompe con el dualismo pulsional que se reducía a la oposición entre pulsiones sexuales y de autoconservación. Al postular una carga sexual en el Yo, la libido sexual y la libido del yo se ven reagrupadas como “pulsiones de vida”. Debemos esperar a 1920 con Más allá del principio de placer para que aparezca un nuevo dualismo pulsional: pulsiones de vida, Eros y pulsiones de muerte.

En definitiva, el narcisismo le sirve a Freud para crear una nueva metapsicología, una sistematización más ajustada del punto de vista económico, para la fundación de una nueva tópica (Yo, Ello y Superyó) y una nueva teoría de las pulsiones. Es decir, se conmueve toda la estructura teórica sostenida hasta ese momento. Desde la clínica se explica el delirio en la psicosis, la perversión, la introversión en los sueños y en el dormir, la reacción ante el dolor, la hipocondría donde ya no es la erotización de la piel y los órganos externos del cuerpo, sino también los órganos internos.

Freud reúne bajo el significado del término narcisismo a tres fenómenos: a) un tipo de elección objetal; b) un modo de relación objetal y c) la autoestima. De esta manera utiliza dicho término para cuatro situaciones distintas: 1) para una perversión sexual; 2) para un estadio del normal desarrollo sexual libidinal; 3) para una característica de la esquizofrenia, en la cual la libido sería retirada del mundo externo y recaería sobre el sujeto y 4) para un tipo de elección del objeto amoroso en la cual el objeto sería elegido en tanto representa aquello que el sujeto es o desearía ser. El estudio del narcisismo induce a Freud a presuponer la existencia de una fase de la evolución psicosexual intermedia entre el autoerotismo y el amor por el objeto.

Freud distingue dos tipos diferentes de narcisismos. Uno, el narcisismo primario, que es un estado que no se puede observar de modo directo, pero cuya hipótesis hay que plantear por un razonamiento deductivo. Este representa el momento de completud absoluta que el niño vive en el seno materno. Aquí no hay Yo. Freud lo llama Yo de placer purificado ya que funciona según el principio de displacer-placer. Es el momento donde a partir del desvalimiento originario con el que nacen los seres humanos se constituyen los factores estructurantes del proceso primario: narcisismo primario, autoerotismo, odio primario, angustia primaria y funcionamiento a partir del principio de displacer-placer.

Para que se constituya el narcisismo secundario, que corresponde al narcisismo del Yo, es preciso que se produzca un movimiento por el cual el investimiento de los objetos retorna e inviste al yo. Este pasaje del autoerotismo al narcisismo Freud lo denomina “un nuevo acto psíquico”. Este es conceptualizado por Lacan como “La fase del espejo”. Donde “el espejo” es la mirada de la madre, es el deseo materno. De esta manera encontramos un narcisismo que encierra al sujeto en el desvalimiento primario y un narcisismo necesario ligado a la autoestima.

En este texto se postula la existencia de un ideal del Yo. De esta manera el niño sale del narcisismo primario (del yo ideal de la omnipotencia narcisista infantil) cuando su Yo se encuentra confrontado a un ideal con el cual debe medirse, ideal que se formó en su exterior y que desde allí le es impuesto. El niño va siendo sometido a las exigencias del mundo familiar y social que lo rodea. Su madre le habla, pero también se dirige a otros. El niño comprende entonces que ella también desea fuera de él y que él no es todo para ella; ésta es la herida infligida al narcisismo primario del niño. De allí en más el objetivo será hacerse amar por el otro, complacerlo para reconquistar su amor, pero esto sólo se puede hacer satisfaciendo las exigencias del Ideal del Yo. En Freud este concepto designa las representaciones culturales y sociales cuyo mediador es la familia.

Para Freud, el desarrollo del Yo -recordemos que el Yo es ante todo un Yo-corporal- consiste en alejarse del narcisismo primario. Mientras que con el narcisismo primario el otro era uno mismo, ahora uno sólo se puede experimentar a través del otro. Pero el elemento más importante que viene a perturbar el narcisismo primario no es otro que el “complejo de castración” que instala el reconocimiento del otro. Este pasaje de Narciso a Edipo permite el reconocimiento en la alteridad. (Carpintero Enrique. El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser. Editorial Topía, Buenos Aires, 2014).

Las nuevas formas de subjetivación

El problema de la alteridad es central en la actualidad de nuestra cultura. En las investiduras narcisistas se proyecta sobre el objeto una imagen de sí mismo, de lo que se ha sido, lo que se quería ser o lo que fueron las figuras idealizadas. Se niega tanto el vínculo con el objeto como su alteridad para defender la vulnerable representación del yo. La perturbación narcisista se hace notar como riesgo de fragmentación, perdida de vitalidad, disminución del valor del yo. Aquí encontramos dificultades en la organización de la autoestima, hipocondría, trastornos del sueño, ausencia de proyectos, crisis de ideales.

Sin embargo, no queremos encontrar una unificación clínica en el narcisismo de todos estos síntomas y mucho menos una explicación metapsicológica unificante para cuadros diferentes tanto desde el punto de vista descriptivo como de su composición metapsicológica.

Ahora bien. Lo que quiero destacar es que en la actualidad de nuestra cultura se han generado nuevas formas de subjetivación producto de lo que denomino “el exceso de realidad que produce monstruos” (leer en este número Topía en la clínica). Sus consecuencias son los procesos de desligazón de la pulsión de muerte que llevan a la violencia destructiva y autodestructiva, pero fundamentalmente al vacío que produce la dificultad de simbolizar el desvalimiento originario propio de la muerte-como pulsión que construye un sujeto en la vivencia del desamparo. En este sentido ya no es solamente a través del sentimiento de culpa que se interioriza el poder, sino de un sujeto que queda atrapado en el desvalimiento originario propio de la pulsión de muerte.

Desvalimiento que promueve la cultura para dar las soluciones que ofrece el sistema capitalista: el consumismo. Es decir, la ilusión de la felicidad privada. Este sujeto hedonista ya no es transgresor, es sensatamente light. Esto lleva a la depresión, al vacío o al estrés. No al abismo de los remordimientos mortificadores. La era de los medios de comunicación y las redes sociales sobreexpone la desdicha, pero desdramatiza su sentido, la velocidad de la información crea la emoción y la banaliza al mismo tiempo.

Los dispositivos desubjetivizantes

Es aquí donde las teorías -ya viejas, pero que siguen vigentes de diferentes formas- posmodernas, posestructuralistas y de la hipermodernidad nos dicen que el narcisismo es un rasgo de la época. Desde allí se define como un nuevo tiempo histórico sin ninguna ligazón con el pasado. La historia, la ideología y el sujeto no tienen lugar. Las características de nuestra época aparecen como procesos autónomos que se reproducen en los sujetos. No existe la consideración de la singularidad de las subjetividades y su articulación con las desigualdades de clase, generación y género. Se señalan discursos que generan procesos de subjetivación sin dar cuenta de los dispositivos creados para cosificar subjetividades en el mundo definido por Narciso.

En la cultura del capitalismo tardío se ofrecen modelos de cómo ser, cómo pensar, cómo actuar y cómo desear cuyos discursos se anudan a dispositivos que son necesarios cuestionar.

Veamos brevemente.

Si tomamos la definición que da Foucault de dispositivo podemos decir que este es un conjunto heterogéneo de factores lingüísticos y no lingüísticos que establecen una red que se inscriben en relaciones de poder entre sus elementos: edificios, leyes, discursos, políticas, acciones policiales, etc., etc. De esta manera el dispositivo implica un proceso de subjetivación, es decir, produce un sujeto.

Cómo plantea Agamben hay seres vivientes y dispositivos. Entre ambos encontramos los sujetos. Llama sujeto a lo que resulta de las relaciones entre los vivientes y los dispositivos. En este sentido los sujetos reciben múltiples procesos de subjetivación: el usuario de teléfonos celulares, las redes sociales, los medios de comunicación, los lectores de best sellers, etc., etc. Es cierto que desde que apareció el homo sapiens hubo dispositivos para constituir al sujeto en procesos de subjetivación en consonancia con la cultura dominante de cada época histórica. Pero en la actualidad del capitalismo tardío no hay un sólo instante de la vida del sujeto que no esté modelado, contaminado o controlado por algún dispositivo. Su característica es que no actúan tanto a través de la producción de un sujeto, sino a través de procesos de desubjetivación. Estos dispositivos no son sólo una máquina que produce desubjetivación, sino una máquina de gobierno al servicio de escindir el pensamiento de la acción. Por ejemplo, aquel que se deja capturar por el dispositivo “teléfono celular” no adquiere una nueva subjetividad, sino sólo un número a través del cual eventualmente puede ser capturado. El espectador que mira televisión recibe su desubjetivación en la frustración del zapping o la inclusión en un índice de audiencia. El que participa en las redes sociales se incluye como “amigo” en relaciones virtuales que permiten establecer un perfil de consumidor al cual se le ofrecen mercancías. Como dice Agamben: “Las sociedades contemporáneas se presentan así como cuerpos inertes atravesados por gigantescos procesos de desubjetivación a los que no les corresponde ninguna subjetivación real. De ahí el eclipse de la política que presuponía sujetos e identidades reales (el movimiento de los trabajadores, la burguesía, etc.) y el triunfo de la oikonomía, de una actividad pura de gobierno que sólo busca su propia reproducción. Por ello la derecha y la izquierda que hoy se alternan en la gestión del poder tienen muy poco que ver con el contexto político de que provienen los términos y designan simplemente los dos polos -aquel que apunta sin escrúpulos hacia las desubjetivación y aquel que en cambio querría recubrirla con la máscara hipócrita del buen ciudadano democrático- de la misma máquina gubernamental.” (Agamben, Giorgio, ¿Qué es un dispositivo?, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires 2014).

En este sentido el orden social objetivo se interioriza en procesos de subjetivación donde se encuentra la relación del sujeto con su historia personal y la relación con los otros en los diferentes dispositivos sociales. Este es un proceso que responde a una historicidad que debe dar cuenta de la constitución del sujeto que deriva de un orden que estructura su aparato psíquico en la corposubjetividad. Por ello el aparato psíquico es histórico social. De allí que los procesos de desubjetivación llevan al encuentro del sujeto con su desvalimiento primario. Para sostener este proceso de desestructuración psíquica la cultura le plantea que el único juicio válido esta en el Yo. Sin embargo, la legitimidad de la autoreferencia narcisista como parámetro de la verdad pone en cuestionamiento su propia identidad en la relación con los otros. Por ello los espacios compartidos se dejan de lado por la autoreferencialidad de la cultura donde el sujeto combate los riesgos y las incertidumbres responsabilizándose a sí mismo. Es aquí donde se produce una escisión entre el pensamiento y la acción que hace cuerpo en el lazo social.

Ahora bien. No es generando un contradiscurso que se puede romper la “servidumbre voluntaria”, como decía Etienne de La Boetie. No es una cuestión de lenguaje, sino de generar dispositivos subjetivizantes que permitan el encuentro con uno mismo y con el otro. Al encierro narcisista que propone la cultura dominante se la enfrenta con dispositivos de encuentro con el otro en la solidaridad y en la lucha. Dispositivos que afirmen la identidad de clase, generación y género. Tanto en el plano individual y familiar, pero fundamentalmente en lo social y lo político.

 

*Este texto es una versión modificada de la exposición realizada en la mesa “A cien años de Introducción del narcisismo”. Facultad de Psicología - UBA, organizada por APEL y revista Topía el 18/11/2014.

 
Articulo publicado en
Abril / 2015