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Atrapados en la des-esperanza Jaque a nuestro quehacer clínico

 

Con este trabajo me propongo reflexionar a partir de tres situaciones clínicas que me jaquearon como psicoterapeuta.

El espacio de la consulta, es, de algún modo, un observatorio de las mutaciones de la sociedad, de los cambios en las formas de subjetivación. Tenemos el privilegio de escuchar jóvenes que están en un margen de la sociedad. Lo que les ocurra, tendrá mucha relevancia en sus vidas, y en la sociedad como conjunto.

“La dominación hoy se ejerce imponiendo la sensación de que nada puede ser cambiado. Lo que da como resultado, vivir en un mundo sin esperanza” (Carpintero, 2007).

Los tres pacientes son varones jóvenes que no estudian ni trabajan, y cuyas edades están entre los 17-20 años, de extrema vulnerabilidad.

Si es cierto que “los jóvenes son el futuro”, es muy inquietante encontrarse con estos muchachos y pensar en su presente, en su futuro y el del conjunto social.

Siguen la corriente... dejándose llevar por la pulsión de muerte. Por eso, la tarea psicoterapéutica es tan difícil, porque debe ir en el sentido contrario, para que ellos como los peces vivos vayan en el sentido contrario de la corriente.

“La pregunta es cómo crear ‘con’ ellos la posibilidad de una esperanza fundada en una razón apasionada” (Carpintero, 2007).

 

¿Qué les queda por probar a los jóvenes

 en este mundo de paciencia y asco?
 ¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
 también les queda no decir amén
 no dejar que les maten el amor
 recuperar el habla y la utopía
 ser jóvenes sin prisa y con memoria
 situarse en una historia que es la suya
 no convertirse en viejos prematuros

Mario Benedetti

 

Introducción

 

En el Diccionario de la Real Academia, ‘vulnerable’, es un adjetivo que da cuenta de aquellas personas que pueden ser heridas, ya sea física o moralmente. Proviene del latín

vulnerabilis. Estos jóvenes están muy heridos.

En Uruguay uno de cada cuatro jóvenes entre 14 y 18 años no estudian ni trabajan. No desarrollan ningún tipo de proyecto para el futuro. En ese ocio podemos leer distintos significados: la expresión ‘absoluta’ de la expulsión-exclusión-abandono, que produce efectos destructivos, arrasadores. Aislamiento y soledad. A veces, ese malestar es anestesiado con la droga e intentan conseguir el dinero por los caminos ‘fáciles’ de la delincuencia. No tienen esperanzas de salir de eso.

Se escucha: “No sirven para nada”; “Hay que aumentar las penas”; la solución que aparece es la represión.

Creo que es imprescindible pensar cómo se les trata en las familias, qué se les ofrece, cómo se los incentiva a vivir, que reciben en los lugares de estudio, o en los lugares donde intentan trabajar, o rehabilitarse. 

Parecería que realizan el deseo-mandato de alguien, ¿de sus familias?, ¿de la sociedad? ¿de no estar vivos? ¿de que sobran? Son una manifestación de la crisis de nuestra cultura. Están perdidos vagando por este mundo urbano. Nos muestran los agujeros ¿negros? de las tramas humanas en las que habitamos. Viven como en un ‘no lugar’. No se sienten pertenecientes a nada. 

El trabajo y el esfuerzo han perdido para ellos el sentido positivo.

Reflexionaré a partir de las voces de sus historias des-esperadas.

 

Sus voces e historias

 

Fernando

Tiene 17 años. Era adicto a la pasta base. Trabajaba como ‘taxi-boy’ con travestis. Los padres estaban separados desde que él tenía dos años. La madre se separó del padre y de él, se fue del país. El padre era homosexual, pero este tema era un secreto a voces, nunca se lo dijo, aunque seguramente lo sabía. Era disléxico. Tuvo muchas dificultades escolares y a duras penas terminó primaria. Le había robado al padre para la pasta base. Estuvo internado en varias comunidades terapéuticas que no soportó. En la consulta, tuvo una actitud desafiante así como en las comunidades terapéuticas.

Fue abandonado por la madre primero y luego el padre trató de que se fuera a vivir con su madre. Lo envió al país donde vivía ella y los abuelos. Estas actitudes de los padres parecerían confirmarle que no es querido por ninguno de los dos. Cuando lo conocí estaba en un camino de autodestrucción.

En la identidad sexual de Fernando, tuvo un papel relevante la homosexualidad del padre, así como el abandono de la madre. Estar con travestis, ser taxi-boy, aluden directamente a su padre. ¿Su papá no se disfrazaba de ‘varón heterosexual’ frente a él?

 

Guillermo

Tenía 17 años. Sus padres estaban separados desde que él tenía dos años. Vivió con su madre hasta hace poco. El vínculo con ella era muy deficitario. En el momento de la consulta, vivía con su padre.

Con muchísimas dificultades terminó primaria (casi en calidad de integrado). No sabía leer ni podía hacer operaciones matemáticas sencillas (multiplicar y dividir). Desde los 14 años no hacía nada. No asistía a ningún lugar de capacitación. Hacía un tiempo que pasaba el día en la calle con otros muchachos: uno con dificultad para hablar, otro ciego, una pareja que robaba celulares y él, que se disfrazaba de ‘plancha’, ya que su madre le compraba campera, championes, remeras, gorro, todo de marca Nike. No tenía ningún proyecto. Estaba como en un ‘limbo’.

Tanto la madre como el padre negaban las dificultades de Guillermo. La madre estaba ofendida porque Guillermo se había ido con el padre. Decía que nunca la orientaron bien sobre él. A Guillermo le habían hecho un estudio psicológico en el que le plantearon su bajo CI y las dificultades de aprendizaje y psicomotrices. Siempre tuvo dificultades (actitudes agresivas) con los compañeros. Ni la madre ni el padre pudieron entender y atender las dificultades que tenía Guillermo.

Daba la impresión de un tiempo congelado, donde nadie parecía estar pre-ocupado y dispuesto a hacer algo por el presente y el futuro de Guillermo.

Finalmente, la madre lo inscribió en un curso de cerrajería, al que asistía con cierta dificultad, y apoyado en la novia que lo acompañaba diariamente.

 

Julián

Con Julián fue posible un pequeño proceso terapéutico.

Julián tenía 18 años, cuando consultó. Delgado, alto. Se vestía con el ‘uniforme adolescente’: cabellos sucios y sin peinar, pantalones muy holgados  y remeras con capucha siempre puesta. Su novia lo impulsó a consultar.

¿Cómo te decidiste a consultar?

“Porque si no, me vuelvo loco. Yo no aguantaba más”. “Nunca hablé con

 nadie de lo que siento, de lo que me pasa.”

Buena parte de sus días, los pasaba deslizándose en su skate o en contacto con ‘tribus’ de jóvenes que estaban en los bordes... de la ley. “La cultura del deslizamiento revela su deseo de medirse, de poner a prueba sus posibilidades personales, su fuerza, su equilibrio, de vencer las dificultades” .

Me contaba sus aventuras en las fronteras de lo legal-ilegal. “El Filo”, así se llamaba uno de estos muchachos que lo invitó a  colocar un billete falso de 100 dólares. Yo sentía que me quería conquistar, fascinarme con la fantasía de que yo fuera su cómplice en las aventuras. ¿Me estaba probando? Sus padres desconocían sus andanzas. ¿Cómo me ubicaba ante estas ‘confesiones’? Era depositaria de secretos seguramente inexpresables en otros ámbitos. Estaba pendiente de mi reacción.

Julián pasaba la noche vagando y me contaba: “en mi barrio hay tres tribus:

1) “la barra brava de Peñarol, no hacen nada todo el día, toman, se drogan, y van al fútbol”.

2) “Los que transan droga, roban. Más de uno ya tiene una muerte arriba. “El Filo”, así le dicen a un muchacho que me dijo desesperado: “Yo no puedo dejar esa porquería (la pasta base)”.

3) “Y hay muchachos que no los ves en el barrio: ellos estudian, o trabajan, y luego están en sus casas”.

“Yo ya casi no tengo ropa, porque la transé para poder salir, para tener un poquito de plata”.

“Mi barrio es como ciudad de Dios, en cualquier momento hay guerra. El otro día, hubo un tiroteo entre malandras y policías a las tres de la tarde. Está bravísimo. Mi madre me mandó a buscar a mi hermana. Da miedo, ya que una bala perdida puede herir a cualquiera”.    

Repitió tres veces cuarto año y aún tenía materias pendientes para terminar ese año. En el liceo se ponía dos capuchas, se sentaba en el fondo del salón y dormía. Así pasó tres años. ¿Los profesores y los padres miraban para otro lado? El padre de Julián trabajaba cerca de 14 horas diarias. Tuvo un período de alcoholismo en que el vínculo con la madre fue muy difícil. Era una figura muy débil y ausente. La madre estaba muy sobrecargada, deprimida. 

En la secundaria pública, donde él cursó los cuatro años y repitió tres veces cuarto, muchos docentes tienen un promedio de doce grupos de treinta o cuarenta muchachos. Están sobrecargados. ¿Cómo se hace para atender 450-600 muchachos, corregir sus escritos y ponerles calificaciones mensualmente? Quizás que algunos duerman -no molesten- en cierta medida es un alivio...

La novia es su cable a tierra. “Yo lo quiero ayudar”. Lo llamaba para que se bañe, se corte las uñas, para rezongarlo porque no estudiaba, parecía una madre exigente, lo que no era su madre.

Me vienen las imágenes de “25 Watts”, de “Aparte”, de “Ciudad de Dios”, la nada, el vacío, la no perspectiva. El no proyecto de vida. La violencia. La soledad. El margen social.

Me dice: “Hasta que yo no cambie, no puedo ver a mi novia porque la familia de Lina me lo impide”. Consiguió alguien que lo sostuviera.

No conocía sus recursos, sus posibilidades de hacer las cosas bien. “Nadie me había dicho que yo puedo hacer algo bien”. “Yo muchas veces me he peleado porque me siento inferior”. Esto se traducía en formas de vincularse, llenas de desconfianza, de miedo, de resentimiento. 

 

Algunas reflexiones con aportes desde la filosofía, sociología, historia y psicoanálisis  

 

No podemos entender las manifestaciones que se producen en las subjetividades, sin dar cuenta de la cultura a la que pertenecen los sujetos.

Los cambios que ha habido en el lazo social y en la subjetividad han trastocado el estatuto de la inclusión y la exclusión social. Durante un largo período la reclusión ha sido la forma de la exclusión (la cárcel, el manicomio, las clínicas para adictos, el INTERJ). Estas reclusiones al decir de Lewkowicz instituyen humanidad: son los locos, los del INAU, los presos, etc. Los que no pueden ejercer su conciencia. Pero hoy la exclusión tiene otras formas: es la expulsión de la red de consumo. Esta forma de exclusión, pretende la eliminación definitiva de estos sujetos, destituye humanidad. Es una consecuencia de la dinámica del mercado no prevista. Son inscriptos como amenaza. Una vez que han sido expulsados, la sociedad, hará todo lo posible para que no re-ingresen. El poder, en definitiva pretende depurar a la sociedad de sus ‘agentes antisociales’. La expulsión de ellos tiene que ser definitiva...

Los tres jóvenes F., G. y J. entrarían en la categoría de ‘amenaza’, de ‘excluidos’. 

 La desligadura y la fragmentación de lo articulado, componen el paisaje por el que transitan sus subjetividades. Su sufrimiento es por el desgarro, por la destitución de las consistencias y la desligadura de los anudamientos simbólicos.

El lugar de los padres ausentes, de los profesores ausentes, de la comunidad ausente es ocupado por el desafío individual o el de la tribu. Todo o nada. Vino-porro-merca, skate, delincuencia. La soledad y el abandono son, muchas veces, las causas iniciales de la caída en la vertiente de la psicopatología del vacío: autosabotajes, violencia contra sí mismos, destrucción de potencialidades, adicciones, delincuencia, etc. Se “desgarran” para sentir que existen. Son respuestas dolorosas e íntimas a las fallas culturales y sociales, una suerte de último recurso, intentos dolorosos de insertarse en el mundo donde no encuentran un lugar. 

Los medios televisivos proponen ‘jugar’ a expulsar: “Estás nominado”. Programas como los de Tinelli, o Gran Hermano, buscan que los jóvenes acepten con humor el sadismo dirigido contra el débil. Así parece un chiste divertido... y en realidad, los que miran y siguen estos programas participan en los valores de los poderosos. Valores que no llegan a ser cuestionados. Las políticas neo-liberales buscan romper los lazos solidarios y así colaborar en la exclusión social.  

Nos recuerdan a Darwin, Malthus, Spencer, que planteaban la supervivencia del más apto. Parecería que los débiles no merecen estar incluidos.

El efecto que se va produciendo en la sociedad, es la banalización de la injusticia social, equivalente a lo que Hanna Arendt conceptualizaba como la banalización del mal. Así cada vez aceptamos con más naturalidad las condiciones sociales en las que vivimos, así como que ciertos sujetos no encuentren un lugar adecuado para vivir.

El psicoanalista francés Christophe Dejours trabaja justamente sobre esta ‘banalización de la injusticia social’. Plantea que todos hoy, compartimos una sensación de miedo frente al riesgo de la exclusión. El señala que en Europa, aumenta día a día, el número de excluidos, de desolados, como diría Gómez Mango. Pero no hay indignación y/o acción colectiva para cambiar estas situaciones. Los que separan el padecimiento de los otros de la indignación, están resignados a que las cosas sean así. Se vive, por ejemplo, la crisis del empleo, como una fatalidad comparable a una epidemia de cólera o de sida. Pero no aparecen los planteos de las responsabilidades personales y de los dirigentes. Así imperceptiblemente se producen cambios éticos.

Pensar en la justicia implica la responsabilidad de cada quien, de todos. La separación del malestar y de la justicia, por efecto de la banalización del mal, en el ejercicio de los actos civiles ordinarios, por quienes, no son víctimas de la exclusión, contribuye a excluir y agravar el malestar, de partes cada vez más importantes de la población. En realidad, la banalización de la injusticia, funciona como una defensa, contra la conciencia dolorosa de complicidad y de nuestra responsabilidad en el desarrollo del malestar social. Es la banalidad misma que implica responsabilidades no asumidas. La sociedad ha cambiado­, se atenuaron las reacciones de indignación y de movilización colectiva a favor de la solidaridad y la justicia.

Z. Bauman va aún más lejos: plantea que la Modernidad, el orden, el progreso económico, la globalización produce sus ‘parias’, ‘los residuos humanos’, refugiados, pobres, desocupados, inmigrantes, ilegales, sin techo, los cuerpos visibles de la humanidad residual: nuestros compatriotas que duermen en la calle, los jóvenes que hacen malabares en las esquinas, etc. No hay orden sin residuos. El orden requiere que algo se recorte y se excluya. Estos desechos se amontonan en las fronteras o son desplazados a la nada. No hay ley para los excluidos. La condición económica puede convertir a cualquiera en un excluido. La presencia de estos ‘residuos’ hace que nadie se sienta seguro, ya que no hay una línea trazada que nos separe de ellos. No podemos saber si nosotros no acabaremos en el cesto de la basura como ellos. Ponen en peligro el trabajo de los ‘incluidos’. Las cárceles se han convertido en contenedores herméticos como nuestras cárceles -el penal de Libertad; los manicomios y las clínicas psiquiátricas, funcionan como centros de destrucción de residuos y generadores de destructores de la sociedad.

Esto es sólo posible en la especie humana, que se da el lujo de desperdiciar vidas, de organizar la violencia para hacer padecer a otros sin conmoverse o con complacencia (la tortura, los campos de concentración, nuestras cárceles para adultos y adolescentes). Esto es posible desde una distancia absoluta con el otro. Así la destructividad es un modo de desligazón, de anulación, de desaparición del otro. En los noticieros, vemos, todos los días, noticias de muertes, individuales y colectivas, noticias banalizadas que ya no duelen, las vemos entre noticias de modas, de fútbol, etc. No es la diferencia, la que crea la crueldad, sino la crueldad, la que crea una diferencia radical (Berezin, 2003).       

Cada vez hay más residuos humanos que no tienen los medios de subsistencia mínimos y el planeta se está quedando sin lugares para ubicarlos. Desde la filosofía, la sociología, la historia y el psicoanálisis hay coincidencias en la banalización de la injusticia social y de la necesidad de pensar localmente cómo hacer para incluir a todos, para que no sean residuos.  

Estas situaciones límites son vividas de distinta forma por cada varón y cada mujer. Los varones se vuelcan más al alcohol, a las drogas, a las conductas impulsivas, delictivas y violentas. Tienen un sentimiento irreprimible de carencia. Puede haber muchachas que sean impulsivas, que se hagan adictas a diferentes sustancias así como tengan otras formas de autodestrucción (anorexia, bulimia, etc.), como pueden tener un apego mayor al estudio, al cuidado vincular.      

Hoy no hay quien, no esté atravesado por la incertidumbre, la precariedad, la liquidez.

Es decir, que tenemos que pensar herramientas capaces de producir la no exclusión, la inclusión, que sin duda es muy difícil.

 

¿Y el psicoanálisis qué puede aportar?

 

El psicoanálisis no es un movimiento monolítico. Es un plural, una obra en construcción, abierta al cambio, a nuevos modos de pensar el sufrimiento humano y a inventar dispositivos para diferentes situaciones clínicas.

Al encontrarnos con una subjetividad efecto del actual malestar en la cultura, tenemos que crear nuevas formas de trabajar.

Un adolescente sólo sueña, ilusiona y llega a construir un proyecto de futuro de realización propia, en un entramado deseante que involucra el macrocontexto, su familia y su particular forma de metabolización psíquica y construcción de ideales” (Ragatke, 2002).

En otros momentos históricos, los ideales de progreso eran claros. “Había trabajo y convicción de que los esfuerzos darían frutos, así la tolerancia a la frustración era posible fuente de placer diferido y no fracaso. En el entramado social de hoy, el mensaje “tenés que estudiar” no prende. Es que no puede haber un mensaje pregnante de deseo esperanzador en el hijo, cuando la familia está atravesada por el desaliento y sometimiento a la posición unívoca de que “aquí no hay salida” (Ragatke, 2002).

La lucha por un mundo mejor, tiene el sentido de un rito iniciático, dejar la infancia, y entrar al mundo adulto, desconocido, rechazado, que hoy para muchos, falta. Hoy parece más una lucha íntima por la supervivencia o la muerte... como un modo de producir algo, quizás una sensación extrema, para sentirse vivo.

Se podría pensar, que el pedido de ellos es: convénzanos de que vale la pena el esfuerzo, el trabajo, la vida. Parece la expresión más apropiada para captar la amplitud del drama de estos adolescentes atrapados en el vacío de la vida actual.

“Volver a soñar con “cuando sea grande...”; porque no hay crecimiento subjetivo en la adolescencia sin confrontación con el mundo de los adultos” (Ragatke, 2002).

Los dispositivos que inventemos, tendrán que contemplar una tarea llevada a cabo en equipos multidisciplinarios ya que el trabajo con estos pacientes, en solitario es absolutamente insuficiente.

 

¿QUE LES QUEDA A LOS JOVENES?

   Mario Benedetti
 

     ¿Qué les queda por probar a los jóvenes
     en este mundo de paciencia y asco?
     ¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
     también les queda no decir amén
     no dejar que les maten el amor
     recuperar el habla y la utopía
     ser jóvenes sin prisa y con memoria
     situarse en una historia que es la suya
     no convertirse en viejos prematuros

     ¿qué les queda por probar a los jóvenes
     en este mundo de rutina y ruina?
     ¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
     les queda respirar / abrir los ojos
     descubrir las raíces del horror
     inventar paz así sea a ponchazos
     entenderse con la naturaleza
     y con la lluvia y los relámpagos
     y con el sentimiento y con la muerte
     esa loca de atar y desatar

     ¿qué les queda por probar a los jóvenes
     en este mundo de consumo y humo?
     ¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
     también les queda discutir con dios
     tanto si existe como si no existe
     tender manos que ayudan / abrir puertas
     entre el corazón propio y el ajeno /
     sobre todo les queda hacer futuro
     a pesar de los ruines de pasado
     y los sabios granujas del presente.
 

El psicoterapeuta habrá dejado un lugar míticamente neutro a un lugar “comprometido”; de un psicoterapeuta desencantado en la postmodernidad, a un psicoterapeuta implicado hoy. M. Langer sostenía que la esperanza permite la búsqueda de una verdad en permanente construcción. Una verdad que articula sentidos, que posibilita la elaboración, al construir el pasado dando cuenta en el presente de la historia que lo constituye. Una sociedad que se debate entre la fragmentación y el agrupamiento, nos lleva a preguntarnos por nuestro lugar como psicoanalistas. Mimi pensaba que los psicoanalistas según su modo de pensar, participaban junto a la sociedad, en la construcción de una comunidad plena y satisfactoria para el conjunto de los humanos. Esto desde una ética afirmada en una razón apasionada que nos permita colaborar en la construcción de una sociedad basada en la alegría de lo necesario. Ella pensaba en un psicoanálisis que se encuentra con el compromiso social. Le preocupaba mucho la búsqueda de caminos terapéuticos que fueran accesibles a las grandes mayorías, por eso su trabajo permanente en psicoanálisis de grupo.

Creo que pensando en cómo aportar a la inclusión de estos muchachos desde el psicoanálisis, Mimi merece un lugar, ya que a ella le interesaba mucho el trabajo con poblaciones maltratadas.       

 

Olga Rochkovski

Psicoanalista

Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica (AUDEPP)

obidart [at] adinet.com.uy

 

Bibliografía

 

Bauman, Z: (2005) Vidas desperdiciadas. Bs. As. Ed. Paidos.

Berezin, A.: (2003) “La crueldad: un recorrido, un nombre del malestar”. En Rev. Topía: Año XIII, No. 38, Bs.As.

Carpintero, E.: (2007) La alegría de lo necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud, Bs.As. Ed. Topía.

Dejours, Christophe: La banalización de la injusticia social, Ed. Topía, Bs. As.

Le Breton, D.: (2003) Adolescencia bajo riesgo, Montevideo, Ed. Trilce

Lewcowicz, I.: Exclusión, reclusión, expulsión.

Hasaki, C: (2007) “El juego mediático de la exclusión” en Rev. Topía Nº 50, Bs. As.

Ragatke, Susana: (2002) “Podrán volver a soñar los adolescentes”. En la Rev. Topía Nº 35, Bs. As.

“Dispositivos grupales con adolescentes hoy”.En Rev. Topía Nº 36, Bs. As.

 

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2009