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Guía para pasear por Bion

 

    Los franceses tiene un verbo que no encuentra traducción justa en español: flâneur. Flâneur es el arte de pasear sin rumbo fijo, mirándolo todo, disfrutándolo todo como si por primera vez se saliera al mundo.

         Para nosotros podría ser pasear. O vagar. Pero en todo ellas algo queda por fuera. Porque es todas ellas, más un plus inefable. La experiencia del flâneo es inefable en el español que conocemos.

Para leer a Bion, la disposición mental debe ser la  misma que se tiene al flânear. Hay que renunciar al afán inmediato de comprender lo que está dicho. Y más aún, lo que nos quiere transmitir. Hay que desvestirse de ideas previas y pre-juicios.     Hay que pasear sin rumbo fijo, mirándolo todo, disfrutándolo todo como si por primera vez nos acercáramos al hecho del que se habla.

La experiencia de la lectura de Bion requiere tener siempre presente los pilares sobre los que él monta sus desarrollos teóricos y técnicos: respeto por los hechos y la verdad; y definición del vértice.   

Esto no es más allá del método con el que Bion escribe, habla, transmite y práctica sus ideas. No es más allá, pero decididamente, tampoco más acá: es justamente en el medio incierto y tolerante que hay entre el allá y el acá.

         Pero cuál es este método? En qué se basa? En el método científico. Pero con amplias modificaciones que le permiten la aspiración de realizar un psicoanálisis científico valiéndose de las matemáticas, la biología, la física y la fisiología.

Con su habitual ironía, Bion dice que el problema no es del psicoanálisis sino del estado actual del desarrollo matemático que es incapaz de representar el funcionamiento mental.

         Bion, si bien se dice de sí mismo kleiniano y hace uso de sus categorías de análisis, no parte de desarrollos teóricos previos sino de hechos verdaderos que se observan en el análisis.

         Es decir, parte del observable de que algo pasa entre analista y analizante. Freud lo llamó Transferencia. Pero Transferencia, en tanto sí, no es un hecho sino un nombre, una construcción hecha sobre un hecho.

El hecho es ese algo que pasa. Bion respeta, así, los hechos, no las teorías. Los hechos, en tanto verdad, son lo único que merece respeto. Y las teorías deben especificar el lugar desde el que se acercan a los hechos, el vértice particular desde el que realizan la abstracción.

Bion (estudioso desaforado de la filosofía, la historia y la teología-mitología) toma la existencia de una verdad absoluta contenida en cualquier objeto y propia de este que se supone que no puede ser conocida por ningún ser humano. Dice que el hecho de su existencia es un postulado esencial de la ciencia, pero no se la puede descubrir científicamente.

Así, esta verdad absoluta estará representada por Dios desde un vértice religioso; por la cosa-en-sí o neuómeno desde la filosofía; el inconsciente, desde un vértice psicoanalítico.

Quizás la mayor dificultad del texto bioniano radique en los reaseguros que su autor le brinda: no se deja asir fácilmente, no es de comprensión inmediata... es una aventura, un recorrido que empieza en los hechos de una práctica y termina en la abstracción de una teoría.

Y este es, creo, el principal obstáculo: la obra de Bion, como él mismo dice en el prólogo de “Atención e Interpretación” (1970), está destinada a lectores familiarizados con la práctica analítica.

El objetivo de esta columna será, en la perspectiva que definimos, retomar al afán de Bion y su respeto por los hechos, para lo que deberemos aprender de la experiencia de la traición de ciertas seguridades teóricas que tenemos.

Para conseguir esto, la faena no es menor y demanda de nosotros tolerancia: desvelar los hechos escondidos en las teorías; comprender y utilizar las categorías de análisis pensadas por Wilfred Ruppert Bion y replanternos las bases de nuestra práctica cotidiana desde un vértice novedoso.

De esta forma, con el afán de flânear por el pensamiento bioniano, deberemos olvidar pre-juicios y preconcepciones sin cargar con demasiado equipaje (quizás sólo decisión y tolerancia) y resistir la tentación de las sillas que nos invitan a descansar.

La invitación está hecha, el recorrido por hacerse.

 

Leandro Stitzman
delicuescente [at] yahoo.co.uk

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2002