9-2-1934
Viena XI, Berggasse 19
Querido Doctor:
Es muy difícil en un caso semejante asumir la responsabilidad. Por esto quiero rehusar explícitamente aconsejarle, y quiero tan solo decirle lo que me parece del caso y lo que, por experiencia, haría, sin comprometerlo a usted a nada.
Estos enfermos son muy peligrosos, tanto más, cuanto más inteligentes son, ya que no utilizan su inteligencia para dominar sus pasiones sino que la ponen a su servicio. Con la señorita N. N. hay además dos otros momentos de peligro. Primero, que conoce perfectamente la importancia especial que tiene su recuperación para la causa de usted. Después, que ha obtenido de usted una vez una gran concesión. Opino que no debería haberle permitido cambiar la posición prescrita por una más agradable. Rara vez he logrado la curación de una histeria tan grave sin fallas y secuelas. En general tuve que abandonar el tratamiento, a menudo en un estado aparentemente grave, y después de haber la paciente satisfecho de este modo su resistencia, su transferencia hostil, se permitía sacar de la cura los beneficios de que ella era capaz, y lograba -más tarde y espontáneamente- una mejora considerable, naturalmente ninguna solución completa, una parte quedaba rezagada y el médico, en todo caso, se veía privado de su triunfo. Si los padres son muy comprensivos, se les puede preparar para este resultado, pero no se encuentran muchos. Se pueden señalar afectos a posteriori parecidos
p. ej. en las curas de Bad Gastein.
De los sueños de su paciente se deduce que se le quiere escapar, y creo que lo va a hacer. Le tomaría la delantera y le propondría una interrupción de unos 6 meses con la oferta de volverla a tomar si ella lo quiere y todavía lo necesita. No prometerle curación en este intervalo, pero insinuar esta posibilidad a los padres, sin que se lo digan a ella.
Con cordial saludo
Suyo Freud
Reflexión de Edoardo Weiss
Esta carta me pareció muy importante. Mostraba que Freud conocía la dificultad de entender el yo de un paciente con el cual no se estaba en contacto durante mucho tiempo, y de reconocer sus reacciones. El analista debe abstenerse de generalizaciones demasiado extensas, pues incluso casos que parecen similares pueden en realidad ser muy distintos. En el tratamiento de cada caso individual, el analista tiene que confiar en sus sentimientos subjetivos y el la propia intuición. Las palabras de Freud “quiero tan solo decirle lo que me parece del caso y lo que, por experiencia, haría, sin comprometerlo a usted a nada” demuestra que él sabía cuán importante es para el analista observar todos los movimientos emocionales del paciente, las expresiones de su cara y su voz; en resumen: hay que tomar en cuenta todas las reacciones del paciente a cada una de las explicaciones. Freud no había visto a esta paciente más que una vez en su consultorio, en mi presencia. Sacaba sus conclusiones solamente sobre la base de mis informes escritos.
No interrumpí el tratamiento, pues opinaba que la paciente no podría soportar semejante rechazo y que quería trabajar conmigo a pesar de todo. Me acordé de la indicación de Freud de no sentirme comprometido, y en varias situaciones fui al encuentro de las necesidades de la paciente. No solo le permití utilizar de en cuando el sillón en vez del diván, sino que le propuse acompañarla a la calle, ya que a menudo tenía miedo de abandonar mi casa. Reaccionó muy favorablemente a esta actitud; su tratamiento progresaba constantemente, y después de un análisis exacto del sentido sus ataques pudo librarse de ellos totalmente. Finalmente encontró un hombre que la atraía y con el cual se casó. Era capaz de gozar de su sexualidad. Cuando yo me marché a los EEUU estaba encinta.
Correspondencia Sigmund Freud- Edoardo Weiss “Problemas de la Práctica Psicoanalítica”. Editorial Gedisa, Barcelona, 1979.