TATO PAVLOVSKY
Voy a decir lo que me pasó con este libro. Seguramente otras personas en la historia de la sociología, la psiquiatría y el psicoanálisis pueden realizar un comentario más objetivo. Pero yo he vivido todo lo que aparece en el libro. Es una historia muy compleja, muy amplia, muy necesaria para todos los que estudian psicoanálisis, psiquiatría o antropología puedan preguntarse ¿De donde venimos?, ¿Cómo pelearon nuestros padres?, ¿Que cosas desearon?. Digo esto porque es muy característico de la historia argentina, yo hablo del teatro, del que soy activo militante, que no se conozca bien ciertos movimientos teatrales. En este libro me parece que el rescate es muy interesante por que está el intento
de poder reunir prolijamente una historia molecular que ha ocurrido desde el año 1957 hasta 1969. Es curioso porque yo hice la carrera psicoanalítica del ‘57 al ‘69, así que ese fue justo el período en el que estuve en la APA, así que conozco muchos personajes que se nombran acá. Y se nombran bien, porque tienen una historia en la teoría, pero la vida no es lo que uno escribe, sino como vive y como se pronuncia en los diferentes momentos históricos. Se acabaron un poco los tiempos donde uno podía decir: -¿firmas esto? -No, soy psicoanalista, mi compromiso es con el texto y el inconsciente. No, yo no firmo-.
Lo mismo en otras profesiones.
Me da la impresión de que este libro trabaja muy bien sobre esta historia tan difícil de contar. Lo que se rescata es esa pasión de los autores de recrear casi todo lo que han podido, tal vez, claro, habrá alguno que no se sienta nombrado y que proteste, pero creo que el esfuerzo es nombrar a la psiquiatría argentina, a la reflexología en sus bases, al psicoanálisis, a las grandes luchas entre el psicoanálisis y la psiquiatría, la psiquiatría y la reflexología, el psicoanálisis desde Bleger y la psiquiatría. Luchas fuertes, intensas. Y también, como en La Pietá, es la aceptación de que tenemos una herencia. Una herencia cultural, el psicoanálisis no partió de la nada, partió de estos monstruos que la crearon en el año 1942: Ravscovsky, Garma, Cárcamo, Langer, que crearon una institución que seguramente han contribuido a que nosotros podamos todavía sacar algunas moneditas de la profesión. Es decir, la Asociación Psicoanalítica Argentina, a la que hemos combatido enormemente, pero que tuvo una fuerza cultural excepcional . Era como Pedernera, Labruna y Lustó. Pichón, me olvidé de Pichón como fundador. Miren de quien me olvidé.
Es decir, es una Escuela Argentina de Psicoanálisis que no puede dejar de ser nombrada en ningún lugar. Tenemos una característica muy particular en la Argentina; cuando uno va a un Congreso en países desarrollados, por ejemplo a Noruega, o Suiza, o Alemania, preguntan ¿Vos cuantos años te psicoanalizaste? – veintidós. – Ah.., ¿Tuviste un brote? Es la conclusión (risas).
Para ellos veintidós años es sinónimo de haber tenido varios brotes. Para nosotros el que no se analizó quince años está mal analizado. Entonces, hemos tenido luchas particulares. La Facultad de Psicología cree, a través de una subjetividad determinada, que toda la psicología es el psicoanálisis. Si vos no hablas de psicoanálisis te dicen que es resistencia.
Hace poco tiempo fui a hacer un seminario de teatro en Madrid. Eran treinta personas las que participaban. En una momento pregunté cuantos se analizaban. Silencio. Y uno dice: ¿anális de qué? (tono gallego, risas).
Cada vez que voy a un lugar, para establecer un diálogo, y pregunto ¿Cuántos años de análisis sumaríamos acá? ¿Ustedes se dan cuenta? En esta presentación, con toda la gente que hay, la cifra superaría, quizás millones de años y sin embargo para nosotros es natural. Se ha transformado en obvio lo que otras personas no pueden entender. Recuerdo un colega que vino de España a un seminario, y realmente me preguntaba de buena fe como era que nos analizábamos tanto tiempo, no entendía. Yo le dije: no, es nuestra cultura….Nosotros comenzamos y seguiremos así.
Por otro lado, es tan fuerte el psicoanálisis que uno ha combatido institucionalmente, tan fuerte es que todas las cosas laterales del psicoanálisis, esas que vuelven locos a los lacanianos, cuando uno se preocupa de otras cosas, psicodrama, sistémico, gestáltico, etc. Cuando una de estas personas que practican esas técnicas se pinchan, de verdad, la mujer no le dice: bueno, anda a la gestalt; le dice: anda a analizarte otra vez y dejate de joder.
Nosotros acudimos siempre al análisis como un valuarte importante del conocimiento cultural, científico y personal. En él encontramos lo mejor y lo peor, por eso hay que saber discriminar. Este libro me parece a mi fundamental porque rescata la memoria de una historia.
Yo conocía muchas cosas que dicen acá. Yo conocí a Goldemberg por Hernán Kesselman. Pero no conocía tantos detalles como los que me enteré en este libro; el que quiere conocer cómo fue el Servicio de Lanús tiene que leer este libro Es tan interesante el libro si se piensa, que yo cuando vine en el 82 me pidieron hacer una supervisión en el Italiano. Eran 20 psicólogos y psiquiatras. Yo les dije al final; - bueno, es como la experiencia de Lanús.- Todos me miraron. Les expliqué: el Servicio de Goldemberg en Lanús unía psiquiatras, antropólogos, psicoanalistas, psicoterapias de grupo, etc.
Todo eso que Goldenberg lo posibilitó se había borrado. No solamente hubo desaparecidos, sino también desparecidos intelectuales. En ese lugar había veinte personas que no sabían lo que era la experiencia del Lanús. Este libro tiene un mérito al rescatar la historia, no a través del cuchicheo molecular que es lo que me contó Hernán, sino a través de documentos, entrevistas y escritos de la época.
Y tiene otra virtud, que tiene lo de La Pietá: el reconocimiento de una herencia, y al mismo tiempo la crítica a los padres. Es decir, no es una idealización a personajes como Goldemberg, Pichón, Bleger, a ellos se los describe desde una perspectiva crítica. Y yo esto lo he vivido de cerca, y también criticado. Yo siempre me he sentido como lo que Deleuze llama “un anómalo”; he hecho la carrera psicoanalítica un poco corriendo con la misma manada de una especie, y yo en el lateral. Iba al lateral a la misma velocidad que los perros. Y los tipos preguntaban - ¿este quien es? . - No se, pero corre igual que nosotros, que siga. Y yo seguía. Nunca he tenido la plenitud de sentirme psicoanalista, lo confieso. Pero esa misma línea me permitió un nivel de objetividad, porque a mi no me molestaban en la APA por que hacía teatro. Al contrario les venía bien porque “vestía” un poco a la Institución.
La crítica a Goldemberg es una crítica política. En un momento determinado hay una cierta aceptación de Goldemberg, aparte de todo lo que hizo, con el régimen de Onganía, en común con el director del INSM coronel Estévez; hay una crítica política y me parece bien que la haya para que se enteren de todo lo que ocurría en esa época.
Bleger era un hombre excepcionalmente inteligente. Lo que hizo con el psicoanálisis y el materialismo dialéctico fue extraordinario. Se tuvo que aguantar el cuestionamiento del Partido Comunista, la lucha descomunal contra él y sin mayor defensa, trató de unir frente a los otros que decían que el psicoanálisis era una cosa burguesa y sin valor. Uno o dos lo han rescatado pero se tuvo que ir, lo echaron del PC en el ‘62. Tuvo que luchar en mesas redondas, cuadradas, etc. defendiendo su posición con la psicología concreta, la de Politzer. Y luchó mucho. Es interesante.
Yo en la APA a Bleger nunca lo vi tomar una posición de fuerza demasiado grande. Estaba afuera de las situaciones de poder institucional. Era más importante la APA en el nivel emocional que el PC. Y después fue profesor nuestro de Plataforma. Estoy hablando de un Bleger que es una de las personas más excepcionales, cultas y sensibles que he conocido. Pero fue un maestro impulsor de Plataforma, cuando esos jueves nos reuníamos con Armando Bauleo, Kesselmann, Baremblit, Matraj, Rafael Paz, yo, y él nos incitaba. Es decir, él no se fue de la APA, lo fuimos nosotros. Y es bueno conocer esto, porque uno a veces conoce a gente por lo personal, no por lo que dicen.
A Pichón lo conocí desde afuera. Yo conversaba mucho con Pichón y evidentemente la comunicación mía con él fue a través del teatro. A él le gustaba mucho el teatro: le parecía algo increíble que fuera psicoanalista y actor, que me lo tomara en serio, pero apoyándolo. Me dijo una frase, la recordé y muchos años después la elaboré, me dijo: “vos tenés una increíble capacidad con el metalenguaje”.Yo no entendí nada. Años después entendí lo que me quiso decir, a qué se refería con el metalenguaje. Muy culto y muy sensible. Yo creo que fue la persona más inteligente, si tengo que decirlo, de todas las que conocí a través de muchos años. Me parece el más brillante, el más creador de todos. Era muy particular; de repente tenía actitudes que eran incomprensibles; Emilio Rodrigué lo sancionó porque no pagó las cuotas de la APA, llegaba a hacerse castigar. Años después Rodrigué escribe: - uy, qué barbaridad, siendo presidente de la APA lo sancioné a Pichón Rivière-.
De alguna manera, Pichón es de esas personas, que junto con el Servicio de Lanús, junto con Bleger y su manera de pensar, en ese esfuerzo denodado con que hizo el intento de unir psicoanálisis y marxismo. Son tres mojones imposibles de soslayar. Muy bien desarrollados en el libro, porque uno va viendo todos los acontecimientos.
El otro mérito del libro es fundamental para mí. Es establecer – muy poco propio del psicoanálisis- la relación entre los acontecimientos políticos y los acontecimientos psicológicos. Es decir, qué pasaba en tal año primero, y qué pasaba con las convenciones en los psiquiatras, los psicólogos, etc… Y todo es de un interés extraordinario, dos libros de los más grande que he leído en mi vida, que son Saint Genet, de Sartre, sobre la vida del poeta Jean Genet y Flaubert, de Sartre también, están hechos básicamente sobre la infancia y el correlato histórico-social.
Este es un libro que de entrada dice la verdad. No es un libro académico, es un libro político. De entrada uno se da cuenta que si dice esto, es otra cosa de la que uno ha leído. Y me parece que tiene la necesidad y la valentía de aclarar.
Está muy bien nombrada la que hacia García Badaracco, también todas las internas. Hay muchísima información; yo lo leí de un tirón y después volví otra vez pero siempre es demasiada información. Es importante leer la historia de García Badaracco. Lateralmente está Angel Fiasché, que es otro personaje olvidado al que le cupo una enorme función como psiquiatra social en Estado Unidos, en Maimónedes era el mejor residente de psiquiatría. Después fundó una institución de psicoterapia que es importantísima en Suecia. Además de muchas otras cosas. El decía que era psicoanalista, pero no era psicoanálisis lo que verdaderamente había hecho. Había recibido dinero para hacer arquitectura de casas intermedias, casas especiales para psicóticos, donde los arquitectos entraban ahí interdisciplinariamente.
Yo mencioné a Plataforma. Esto no está acá, pero sin duda está el germen. Yo creo que el germen político fue el Cordobazo, que fue una epopeya que a veces no se si nos damos cuenta de lo que fue, tuvo un gran impulso. Se dejó de pelear por poderes en la psicología y hubo un pensamiento común con el ejercicio de una función crítica.
Está muy bien todo lo de las Comunidades Terapéuticas, desde la comunidad de Maxwell Jones, el valor de las Asambleas, David Cooper, la Comunidad de Camino de Colonia Federal, hay un recorrido que pasa por la psiquiatría y termina en el psicoanálisis, hay también algo de Moffat.
Yo le dije a un hijo mío que es psiquiatra: -léelo, por favor. Porque vos tenés mi transmisión, que es de versiones de versiones de versiones. Acá me parece que es una versión seria, donde vas a poder encontrar las fuentes de muchísimos conflictos en los cuales hoy te enrolas, pero es bueno conocer la historia. Hace crecer, criticar, estudiar-.
Lo que uno ha transmitido no es esto. Uno ha transmitido la lucha que ha tenido por el camino, pero es la lucha del padre; no es esto que implica comprometerse de otra manera.
Quería terminar diciendo una cosa que me parece importante, que ellos lo colocan en el último capítulo, el Cordobazo. Fue un episodio gremial, político, social, estudiantil de un nivel extraordinario Y produjo muchos efectos en nosotros, algunos más y otros menos conscientes. Pero da la casualidad que a partir de ahí se producen una serie de movimientos, una serie de hechos estéticos y psicológicos. Por ejemplo, yo creo que empecé a cambiar mi teatro a partir del setenta, a partir de La Cacería y La Mueca., donde ya aparecía lo social. Y después Emilio Rodrigué escribió la novela Heroína, de cuyo libro se hizo una película que algunos habrán visto. Lo que era muy interesante en la película y en la novela era que había un psicoanalista que psicoanalizaba a otro que era yo en la película. Entonces, él me decía - asocie, asocie..- y yo le decía- -sabe lo que pasa, doctor. La vida no pasa por acá-. Y en ese momento, Osvaldo Soriano venía gritando consignas laborales y de luchas sociales. Entonces se ponía el foco en él y nosotros dos quedábamos chiquitos ante esa lucha. Eso me parece que también estaba instalado por lo fundacional que fue el Cordobazo.
Hubo un episodio, yo lo sentí como un momento de ruptura con la APA, en el que había entrado otra situación. Baremblit presentaba un trabajo y yo era miembro titular, había didácticos pero yo era el único titular y lo tenía que habilitar a Gregorio Baremblit para que hablara. Vino Mon y Gregorio se sentó, y empezó a hablar de Trotsky, de Lenin, era una cosa de locos. Y yo ahí sentí que Mon se despersonalizaba; no se podía hablar de Trotsky ni de Lenin en ese recinto, en plena revolución. Y éste hablaba y hablaba.. Y Mon me llegó a decir – pero ¿Cómo lo presentastes? Este tipo es impresentable- En ese momento yo me di cuenta que no había vuelta atrás, que lo político había invadido un lenguaje secular, un lenguaje muy particular. Quienes estábamos lo recordamos, fue brutal. Eso fue lo que más me impresionó como momento histórico. Ese momento histórico marcó la formación de una subjetividad particular que impedía que uno volviera a ser psicoanalista, por eso a veces algunos se enojan cuando digo “nosotros nos quedamos, porque respetamos. Otros se fueron.” Y alguno que se fue se enoja cuando yo digo esto, pero se fueron otra vez a la IPA. Nosotros pensamos que ese momento era fundacional. No para hacer otra institución psicoanalítica, porque lamentablemente siempre que uno se va de un lugar, hereda las mismas formas autoritarias que quiere combatir.
Desde acá puedo aportar eso. Gracias.