En la Mitología griega, Zeus era el dios padre del Olimpo, de él dependían los destinos de todos los mortales, semidioses y héroes. Creó una mujer hermosa y se la envió a Epimeteo para que se casara con ella. Un día Pandora encontró una caja sellada en el fondo de un armario; Zeus le había pedido a Epimeteo que la guardara en un lugar seguro y no la abriera bajo ningún concepto. Lo mismo hizo Epimeteo con Pandora, quien como había previsto Zeus, desobedeció la orden y rompió el sello. De la caja salió un enjambre de horribles insectos llamados vejez, enfermedad, locura, hambre, rencor, vicio, peste, egoísmo, y muchos más. Picaron cruelmente a Pandora y a Epimeteo, y luego atacaron al resto de los mortales quienes hasta entonces habían vivido felices. A pesar de todo eso una criatura de alas brillantes llamada Esperanza salió por último de la caja y consiguió que los mortales no dejaran que los dominara la desesperación.
En la mitología argentina, dios envió un candidato a presidente, quien descendió de los cielos por obra y gracia de vaya uno a saber qué espíritu non sancto. El candidato, una especie de semidios o héroe, de quien dependerá el destino del país cuando gane, prepara su plataforma política para lanzar su proyecto existencial, arrojado al mundo al mejor estilo de la filosofía existencialista. El conjunto de promesas y propuestas aparecen al hilo del desasosiego colectivo, todo es posible, este candidato podrá cambiar el rumbo actual de la economía, podrá vencer al Fondo Monetario Internacional, podrá recibir los mayores beneficios del Mercosur, podrá sentarse a la mesa de los gobernantes de los países del primer mundo y comer con la misma vajilla y el mismo menú.
Todos los mortales se subordinarán a su carisma, a su simpatía, a su convicción, él es el mesías, él es todopoderoso, es el elegido por los dioses para re-flotar un barco que hoy se hunde.
El discurso de campaña se abre cual caja de Pandora y aparecen las calamidades del presente histórico: desocupación, delincuencia, desnutrición, analfabetismo, exilio, deuda externa, devaluación, bonos de todos los colores con todos los próceres y caudillos estampados en su insolente signo pseudomonetario, corralitos y corralones, y hombres necios que acusáis al pobre candidato sin razón.
Lo cierto es que este enviado del cielo, todo lo puede, todo lo sabe, todo lo alcanza, él terminará con todas las pestes y todos los males, y Argentina renacerá de sus cenizas...
Dejaremos de pagar la deuda externa, en poco tiempo todos tendremos trabajo y un peso podrá valer un dólar, los bonos quedarán para empapelar las oficinas públicas, los niños pobres dejarán de serlo y los niños ricos ahora podrán sonreír. Los que tienen guita en los bancos de Suiza deberán invertirla en el país, y los diputados, senadores y otros funcionarios cobrarán planes trabajar; se reemplazarán las jubilaciones de privilegio por el programa de jefes y jefas y así al llegar al cajero, los jubilados privilegiados ya no encontrarán más que 150 pesos.
Y así vamos a ver cómo es el mundo del revés que ahora por obra y gracia de este candidato será el reino del derecho, y ya que estamos el reino de la justicia también.
El mito del candidato termina cuando sale de la caja una criatura de alas brillantes y nos hace a todos pito catalán, el que se fue a Sevilla perdió su silla y el que votó a este tipo se jorobó (y los que no lo votaron también).
Cualquier similitud con la realidad es pura ficción, Descartes tenía razón: tal vez por estos pagos anda un genio maligno y este país no es más que "meras ficciones de mi espíritu". (Continuará).