Para hablar del conflicto en Medio Oriente entre palestinos e israelíes, es imposible dejar de lado la complejidad de los factores históricos, políticos y geopolíticos, económicos, sociales, religiosos, étnico-culturales, etcétera. Aunque a veces sea inevitable tomar partido, no se puede reducir ese drama a una mera cuestión de malos y buenos. La realidad, como siempre, no es en blanco y negro. Por otra parte, cada acontecimiento particular tiene rasgos propios, que corren el riesgo de ser banalizados cuando se los interpreta reproduciendo automáticamente consignas, lugares comunes, recetarios hechos.
En este marco, evitar la condena inequívoca que merece la masacre cometida contra la población civil de Israel por el accionar terrorista de un grupo fundamentalista de derecha como Hamas, es un flaco favor que se le hace a la justa causa del pueblo palestino, que precisamente se ha visto gravemente perjudicada por estos actos de barbarie -para no mencionar el espaldarazo que significa para el declinante Netanyahu-. Esto es especialmente cierto para quienes, desde la izquierda, siempre hemos estado en contra del vanguardismo terrorista (fue nuestra posición, por ejemplo, ante los atentados de septiembre de 2001 en EEUU) y hemos apostado a la organización autónoma de las masas. Asimismo, decir que dicha barbarie representa al conjunto del pueblo palestino no hace más que simplificar con infundios aquella complejidad de los procesos que llevaron a la misma. Por la misma razón, un apoyo acrítico al Estado de Israel (no decimos al pueblo israelí, que sí lo merece) sin condenar al gobierno de Netanyahu y sus socios de la ultraderecha religiosa, es justificar que la respuesta sea otra masacre, como ya está ocurriendo, con claro riesgo de una política de exterminio sobre la sociedad palestina.
Digámoslo claramente: ni todos los palestinos están representados por Hamas (como lo prueban los palestinos de Cisjordania, los que viven dentro de las fronteras de Israel y muchos incluso en Gaza) ni todos los judíos israelíes apoyan al gobierno actual de su país (las fuertes protestas contra él son de conocimiento público). No se trata ni de los dos demonios, ni de los dos ángeles. Pensarlo así sería menospreciar la necesidad y el derecho del pueblo palestino de construir un Estado propio, tanto como el del pueblo israelí de vivir en paz dentro de sus fronteras, lo cual no debería ser un argumento para callar sobre las iniquidades que se han cometido contra los palestinos en los últimos tres cuartos de siglo. La única solución posible al conflicto es política. Se equivocan gravemente quienes sostienen que frente al dolor de las víctimas no es el momento de “hacer política” (como si decir eso, además, no fuera una posición política). Justamente, se debe hacer política -en el sentido más noble del término- para procurar que no haya más víctimas y más dolor.
De allí que sea irrenunciable la condena del accionar de un grupo reaccionario y fundamentalista como Hamas que sostiene la aniquilación de todos los israelíes, tanto como impugnar la política neocolonial del gobierno de Israel -sostenida por las principales potencias occidentales- que mantiene un violento apartheid contra la población palestina. Afirmar, como se ha hecho, que en esta ocasión solo se debe tomar en cuenta a uno de los bandos por ser el agredido, es recortar interesadamente la totalidad compleja que implica la situación en su conjunto. No es tampoco cuestión de buscar ningún “equilibrio”, sino de procurar comprender las múltiples determinaciones de la situación en su conjunto.
Para finalizar, debemos señalar un hecho no menor como fue el festejo y la adhesión al accionar de Hamas por parte de Alejandro Biondini, representante en la Argentina del nazi-fascismo, lo cual debería servir como advertencia de cómo el antisemitismo, entre otras formas de racismo, sigue estando presente entre nosotros. Del mismo modo, debemos repudiar la campaña maccartista que se ha montado contra sectores de la izquierda argentina (en particular el FIT-U) por su apoyo a la defendible lucha del pueblo palestino (del pueblo, no de pretendidos iluminados criminales). En democracia no hay lugar para el “delito de opinión”.
Buenos Aires. Octubre de 2023
Enrique Carpintero, Eduardo Grüner, Alejandro Vainer, César Hazaki, Susana Toporosi, Alfredo Caeiro, Alicia Lipovetzki, Carlos Barzani, Ángel Barraco, Susana de la Sovera, Andrés Carpintero, Mariana Battaglia.