Dedicatoria: “ A la buena conciencia de nuestra pequeña burguesía .¿Quiso que le devuelvan su entrada en la boletería?”
¡No se olviden de Kart!: ...Nada de lo humano me es ajeno”...(Marx)
Una interpelación: ” ...Ser joven, no es un pretexto para no saber... “
Traudl Junge (secretaria de Hitler), La Caída.
La vi por segunda vez.
Consideré que un año y medio, era un tiempo más que suficiente para que culmine el proceso de decantación, que quiebre el silencio de la hoja en blanco. Necesidad de la escritura, de decir algo en relación “con” y “a partir de” la película.
¿Por donde empezar?, yo creo que por las: ambigüedades, grises, matices, oblicuidades, pliegues
efectos sensibles, sentimiento de angustia ante la existencia, antilinealidades, antiliteralidades,
imprevisibilidades, etc. Quiero decir, por el arte mismo.
Y eso es La Caída, sobre todo: arte y sensibilidad estética.
El hecho artístico, también es dolor, no solo placer (¿cuál es la frontera?). Su contenido no tiene
por qué alimentar las tranquilas conciencias de la buena gente, ¿por qué salir satisfecho y no per-
turbado, ante lo que uno piensa por ejemplo: cuando lee o ve una película?.
Si un film como La Caída, nos interpela ¿cuánto ponemos de nosotros en esa interpelación? ¿Cuánto hay de nuestra “mismidad” en ese encuentro con la muerte, la angustia, o la pesadilla, de eso cotidiano, ”profundamente humano” que se muestra?.
Si , aquello que nos conmueve en toda la dimensión humana tanto que aún lo “inhumano” que ahí se representa (en Hitler, Goebbels, Himmler), nos perturba.
Y si consideramos que los alemanes necesitaron 60 años para representar en el cine, por vez primera en idioma alemán este drama ¿cuánto tiempo necesitará la sociedad argentina para pasar por el mismo proceso, que la dictadura nos dejó como marca, del terror corporal, en nuestra propia sensibilidad?. Videla, Massera, Agosti, Astiz y tantos criminales argentinos, en lo “humano”, que tienen al igual que Hitler y sus secuaces, acaso no tuvieron: sus amantes, sus perros o degustaron de ricos ravioles, tenían su Baviera o Munich preferidas, jugaban con sus hijos o nietos, festejaban el Mundial, se emborrachaban,
escuchaban música, intimaban con algunas de sus detenidas, o se sentaban en sus mesas familiares, luego de haber torturado o firmado alguna orden. Es que en “lo humano que tienen”, los criminales por acción directa o indirecta, no están las veinticuatro horas pensando solo en los crímenes cometidos, o a futuro y sus efectos.
Eva Braun, puede sacar a pasear al perro en compañía de la secretaria del Führer y fumarse un cigarrillo mientras se escuchan los ruidos de bombas y metrallas del ejercito rojo a 100 Km. del bunker, o Hitler sentar en sus rodillas a los hijos del matrimonio Goebbels, que le cantan una canción , o decirle a su secretaria Traudl Junge, luego de darle a pedido de esta una pastilla de cianuro: “Me hubiera gustado hacerte una regalo mas bonito”, o Magda Goebbels, jugar un solitario de cartas, luego de haber asesinado a sus 6 hijos ( ¿cómo pueden vivir en un futuro sin nacionalsocialismo?). ¿Acaso Himmler no entraba por la puerta de atrás de su casa para no despertar al canario?.
En otro momento del film, en una conversación que Eva Braun, sostiene con la misma Traudl, le confiesa una intimidad y es que con el paso de los años ,”Hitler ya no era el mismo”, sobre todo desde que conoció a su perro Blondy...¿Qué futuro imaginaria Eva, mas allá del Bunker? ( este ultimo metáfora del encierro, la asfixia o de ciertas patologías generalizadas). ¿Qué futuro imaginaron las mujeres de nuestros militares y civiles asesinos?.
Las voces del Bunker, realizadas en sonido ambiente, ¿qué eco habrán tenido en la ESMA?. Lo “nuestro”fue más terrible, muchos de ellos, en La Caída, tuvieron (en un claro gesto humano), la posibilidad de “suicidarse”. Aquí muchos de nuestros asesinos, no asumieron ese acto existencial en el cual lo humano se funde con el coraje, al contrario. nos regalaron su mísera existencia inhumana, sobreviviendo como humanos (los que aún siguen vivos).
Claro, la mayoría de las víctimas de aquí o de allá, no tuvieron, tantas opciones, entre ellas las de escapar a otros continentes, con pasaportes del Vaticano o la anuencia del departamento de Estado.
Estas últimas (las víctimas), nos interpelan, golpean nuestras conciencias como las bombas del ejército rojo. ¿Qué hacemos con nuestros muertos?. Tanto los del genocidio Nazi, en los campos de concentración (y seguir haciendo esta pregunta a pesar de Adorno), como los nuestros, muchos de ellos sin sepultura.
Una vez leí y coincido: “De que una sociedad es responsable, no sólo de lo que produce, sino de lo que no puede evitar”.Y esto también, ingresa dentro de lo humano.
Una porción bastante considerable (algunos sostienen que mas del 50 % de la población) de los alemanes, acompañó a Hitler hasta la propia destrucción ( “El pueblo alemán, esta atado a mi destino, su suerte no me importa”, le dice a Albert Speer). Recordemos a Videla: ...”Tendrán que morir todos los que sean necesarios...” ¿Qué hubiera pasado, si Malvinas, se sostenía en el tiempo mas allá de Junio de 1982? ¿Cuantos más iban a engrosar las filas de los 30.000, con la complicidad de buena parte de la sociedad civil? ¿Cuantas Caídas, tendrán que aflorar o multiplicarse, para percibir sensiblemente, que solo afrontando al terror, desde su raíz mas humana, podemos establecer un punto de partida importante,
para poder pensar y actuar en consecuencia?
No alcanza con el “saber erudito”que la humillación impone, ni con el mero ejercicio de la crítica cinematográfica (sobre todo en casos como en La Caída). El primero, nos puede llegar a decir por ejemplo: que en el caso de Hitler y el nazismo, son el producto de una irracionalidad extrema, sobre todo. Y que solo (por elegir un saber) el andamiaje de la Historia discursiva y archivística, impone la palabra como saber que humilla, y no como acceso vivencial, a la historicidad. En el caso del segundo, ¿cuánto sabemos de cine, sobre todo “de culto, para opinar al respecto?.
Tengo una mala noticia para estos “amigos”: no alcanza solo con estos rompecabezas.
Porque la cuestión, es, que si no ponemos en juego nuestra propia subjetividad ética, valores, y materialidades al respecto, habrá siempre una dimensión de lo humano vivido y por vivir, que se nos escapara irremediablemente. Un cuerpo disociado, que piensa, sin sentir ¿cómo puede comprender una película como La Caída? ¿O el drama de la Argentina de los últimos 30 años? O ¿ el terror que el sistema capitalista, desplegó disciplinariamente, cuando no patológicamente, en muchos de ellos y de nosotros? (en la historia, esa, que vemos y en la nuestra).
A mí la película de Hirschbiegel, me plantea, algunos de estos interrogantes, muchos de los cuales no han sido elaborados colectivamente, por la sociedad civil en la Argentina, incluyendo a muchos de sus intelectuales.
Me olvidaba algunos detalles: la película fue estrenada en la Argentina en junio del 2005, dura casi dos horas y media, se basa en dos fuentes principales: las pruebas de galera de un libro de Historia de Joaquín Fest, que aborda los últimos días del Tercer Reich y de otro texto Hasta la hora final: la ultima secretaria de Hitler de Traudl Junge, que fue secretaria del Führer, y relató sus vivencias en un documental, que también circuló por nuestro país. Además Junge, aparece y sostiene el relato en primera persona, al principio y al final del filme. Los actores, están soberbios, sobre todo el suizo Bruno Ganz (de larga trayectoria cinematográfica y teatral), que en su papel de Hitler, se destaca superlativamente.
Imposible olvidarse del rostro de Joseph Goebbels, quien se decía consultaba a una vieja campesina, para armar sus discursos. En la mirada de este Ragnarok, se sintetiza la voluntad de destrucción casi hasta el paroxismo, (“se acabo el juego”, dice antes de suicidarse a uno de sus colaboradores), aun así es capaz de tener un gesto humano: “llorar ante Traudl, porque Hitler le pide que abandone Berlín”(¡como me puede pedir eso a mí, que le fui fiel hasta las últimas consecuencias!).
La clave para encontrar una “salida humana”, ante tanta miserabilidad humana, son una mujer y un niño. Por un lado, es, en la “mirada” de la secretaria de Hitler, donde como en toda fémina, se juega un verdadero debate entre la vida y la muerte y eso lo vemos por ejemplo, en la angustia y consternación que Junge percibe al comprender el destino final de los seis hijos de los Goebbels o en la conflictividad afectiva de una amistad futura imposible, que es lo que se palpita en las charlas con Eva Braun y el encuentro final con el niño, ex combatiente púber, que incluso en algunos actos de profunda raíz materna (que todos llevamos), se sensibiliza ante el horror de la Guerra, no sin antes salvar (como toda madre) algunas vidas.
A pesar de sus infinitas ambigüedades, estos personajes, son a su manera la síntesis de un futuro posible, ¿cómo habrá sido el futuro concretizado, no imaginado, de todos aquellos que pasaron por semejante experiencia, y no lo pudieron expresar en la escritura o en palabras, como Primo Levi o Bruno Bettelheim? (igual en estos casos citados, estos instrumentos no les sirvieron para enfrentar y vencer la marca de lo vivido). Pero, me pregunto, ¿para ellos fue posible un futuro? ¿les alcanza con ser sobrevivientes?.
Algunos datos históricos: el film comienza en 1942 , cuando se selecciona una nueva secretaria para Hitler y salta a 1945, cuando el jerarca ya esta recluido en su Bunker y el ejército rojo, comienza la toma definitiva de Berlín. La batalla por la capital duró dos terribles semanas (del 16 de abril al 2 de mayo), cuando los soviéticos colgaron las bandera roja sobre la cancillería, en cuyo patio todavía humeaban los restos del Führer quien se había suicidado el 20 de Abril en su Bunker.
Según Anthony Beevor, historiador inglés, tomar Berlín les costó a los rusos 300.000 soldados, si bien no hay cifras de civiles muertos, se cree que más de 100.000 cayeron en la batalla de Berlín, a esto hay que sumarle la ejecución de 10.000 soldados alemanes desertores, todavía se siguen encontrando cuerpos, dice Beevor, ¡unos mil al año!.
Y para ir concluyendo: debemos decir que la película fue atacada duramente en algunas círculos intelectuales y periodísticos (a pesar del elogio de Ian Kershaw). Incluso se la etiquetó de antisemita “por mostrar un aspecto demasiado humano de Hitler”.
Una vez alguien que fue testigo del testimonio desgarrador de un sobreviviente de un campo de concentración, y ante la atrocidad de los hechos narrados, atinó a decir: ¡qué bárbaros!...
Lo que provocó en el narrador una respuesta concluyente: “ De ninguna manera , esos sujetos, eran tan humanos como Ud. o yo...”
Gabriel Erdmann
4 de enero de 2007.
Fuentes utilizadas: