Recordemos juntos, por favor, los momentos siguientes a la derrota electoral del peronismo el 24 de octubre del '99. Acuérdese que por aquel entonces el más célebre palíndromo nacional -al que todavía no entiendo bien por qué razón algunos primitivos supersticiosos vernáculas insistían en llamarle Méndez, cuando su apellido original se puede leer tanto al derecho como al revés, de cualquier forma siempre va a terminar haciéndonos mierda -(como decía el dramaturgo B. Shaw "no creo en las brujas, pero que existen ¡existen!)-. Por aquella época comenzó la campaña política de retorno del innombrable para el 2003. "¡Cuídelo!. El país lo necesita", fue uno de los lemas elegidos por sus sagaces artífices de la propaganda política, con la que se encargaron de empapelar las calles de la República, para llenarlas de inmundicia. Parece que los muchachos de la "carpa" menemista tenían la larga visión política de futuro, que todo político que se precie necesita para poder continuar en carrera.
Sí señor, cuidémoslo para que vuelva. Que retorne a introducirnos en el Primer Mundo de la pobreza, de la corrupción, y de la desigualdad y la de su particularísimo estilo de banalizar el quehacer político -eso sí- aplicando para ello esa maravillosa receta -perversa- de la estabilidad monetaria inventada por Cavallo. El fue un lujo para una época en que la mediocridad reinaba dueña y señora por sobre el territorio. Todavía lo recuerdo al Méndez cuando -hace algo así como 25 años- apareció en el escenario político disfrazado de gaucho -recordando a los folklóricos caudillos, no a los gauchos pobres, como el vetusto Martín Fierro- con esas notables patillas que hiciera famosas en nuestra niñez el Tío Patilludo.
Diga si no era el vivo retrato del Facundo -aquel que inmortalizara Sarmiento- moviéndose entre la civilización y la barbarie; sin dudas que Méndez representaba a la primera, no seamos tan malditos e indignos de sospechar que podía llegar a ser la barbarie. Aunque, pensándolo bien y sin mucho esfuerzo, se asemejaba más bien a esta última, no solamente a la barbarie impuesta por el neocapitalismo con todos sus defectos y ninguna virtud, sino -por sobre todo- a la barbarie del barroquismo y la desmesura; haciendo gala de impertinente y lenguaraz en la utilización del verbo retórico, amén de la supina ignorancia que se pretendía disfrazar de sapiencia. No diga que no se acuerda cuando declaró a la prensa que su libro de cabecera era Sócrates, ¡un tipejo que vivió en la antigüedad griega y que no nunca aprendió a escribir!. Fue el mismo Presidente que nos tiró a la palestra del espectáculo el culebrón de su vida conyugal para que el pueblo disfrutara, viendo por televisión y en las revistas boludas, el surrealismo hecho realidad en lo recóndito de su propio domicilio sin necesidad de perder su precioso tiempo leyendo las obras Bretón o contemplando a un Dalí.
Y aunque el fulano sea de origen sirio, no dejó de representar ante el mundo a una parte de los sudacas. Y en esto los latinos nos hemos llegado a parecer a los rusos y a los norteamericanos. Méndez logró instaurar el pinochetismo económico en nuestro país; Yeltsin -con la ayuda de mucho combustible líquido en su garguero- hizo algo parecido con la ex Unión Soviética. Y no arguya que entre Méndez y Clinton no hay parecidos. Acaso el bravo yanky no confesó públicamente sus pecadillos de haberse hecho succionar el saxo(fón) -instrumento al que tanto le gusta tocar con los dedos y con la lengua- por una mina en el Salón Oral, en un auténtico alarde de machismo. Acaso no es semejante al de nuestro ex con sus aventuras en la cama con vedettes, que se suponía que eran episodios secretos, pero que algún alcahuete de su entorno se encargaba de hacerlas públicas para que todos supiéramos -y nos enorgulleciéremos- que teníamos un Presidente bien macho que era capaz de voltearse a cualquier hembra deseable que anduviera por ahí.
Y ahora nos tocó "el chupete" De la Rúa, que es un tipo más aburrido que chuparse un clavo -a confesión de partes relevo de pruebas, dicen los bogas- y ¿que es lo que nos deparará este?. Seguro que lo mismo que el otro -de nuevo sopa- pero más prolijo en sus "afanes" por encauzar a la Patria.
Vio que las diferencias no existen, ¿quien dijo que en Argentina existe la discriminación para con los minusválidos