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Pensar la recuperación de grupos perdidos en el capitalismo

 

El capitalismo globalizado ha logrado al tan deseado momento histórico propuesto por Adam Smith y alcanzado contemporáneamente por los secuaces de Hayek con su escuela económica - y derivadas- junto a la complicidad de los gobernantes títeres - en cualquier parte del mundo son iguales, aún en los países centrales ya que trabajan para los mismos intereses especulativos financieros y económicos- que han vendido lo mejor que tenemos, los recursos humanos, además del medio ambiente, a los mejores postores para esos políticos, pero que nunca ha sido lo mejor para los pueblos. De tal suerte se han destruido las redes de lazos sociales que facilitaban la construcción de identidades sociales a partir del reconocimiento de los unos en los otros en los hechos de la cotidianeidad . Los otros han dejado de ser un espejo de las personas más allá de lo que les sea útil para la edificación de su identidad individual, colectivamente no les interesan lo que les ocurra. Qué importa un terremoto en Pakistán, o la explosión de una instalación nuclear en la Unión Soviética, o en las cercanías la pobreza infame en que sobreviven - los que lo hacen- en Tucumán o en la esquina de nuestro domicilio; eso es problema de ellos y a nosotros no nos llega más que para tender un piadoso manto de asombro y -a los dos minutos de haber visto la devastación por TV- preocuparnos por los avatares de la cirugía estética de una modelo famosa, o ignota, o de una estrella del celuloide.

Pues bien, para intentar reconstruir las dimensiones de las identidades colectivas no se puede esperar a que lo hagan los gobernantes ni sus agencias estatales . Es un trabajo a puro sudor y pulmón que debemos emprender cada uno de los que nos sentimos comprometidos con aquellos que son nuestros otros, en sus pesares, sus quejidos y sus dolores, en su hambre y las miserias que los rodean. No es un quehacer fácil ni sencillo, hay que sacarle horas al tiempo para meterse de a poco en aquellos senderos que habitualmente no transitamos, esto es debido a que también somos pequeños burgueses, que si bien vivimos de nuestra profesión, sólo nos enteramos mediáticamente de los pesares de los que están peor que nosotros.

He aquí la primera tarea, tomar conciencia de nuestra posición en el sistema de estratificación social para hacernos superar la falsa conciencia - que el paso por la Universidad nos imprimió, pese a la denodada labor de los militantes estudiantiles de izquierda por hacernos pensar lo contrario- de que también somos trabajadores. Es verdad, no somos laburantes de pico y pala que nos deslomamos de sol a sol sembrando, poniendo ladrillos, recogiendo basura o metidos en una línea de montaje; somos personas que trabajamos poniendo en juego conocimientos, en general más teóricos y poco prácticos.

Para llevar adelante la tarea propuesta es necesario que seamos capaces de pensar que "otra psicología es posible", esto siempre y cuando coincidamos en que "otro mundo es posible" y que para lograrlo hemos de convencernos de que cada uno de nosotros somos los protagonistas de la historia, simultáneamente en que es verdad aquello de que "juntos somos más", para así emprender la acción de producir modificaciones, las que no hemos de esperar que sean espectaculares ni que de un plumazo se va a concretar la revolución social que podemos estar añorando en los recuerdos juveniles guardados en un viejo arcón que se pudre en el desván de los deseos no logrados.

Una vez que se haya logrado sacarse de la cabeza - y el corazón- los piojos de la falsa conciencia, entonces emprendemos el camino de no sólo declamar que otra psicología es posible sino también de operar en consecuencia en nuestro accionar cotidiano como psicólogos, para lo cual es preciso que seamos capaces de romper los estrechos límites que le imponen al saber y la praxis la teoría a la que se haya adherido. Para lo cual es preciso comprender que las teorías no son otra cosa que "tipos ideales", entendidos tal como los definió Max Weber . Vale decir que si al operar con ellas no se es lo suficientemente plástico como para adaptarlas a las condiciones permanentemente cambiantes de la realidad, entonces seremos sólo simples repetidores de recetas de cocina o psicológicas, donde mezclamos todos los ingredientes que nos ofrece el "caso" para hacer un diagnóstico y eventual tratamiento.

Una vez que se ha roto con las anteojeras mentales - teóricas o ideológicas- que impiden mirar más allá del sendero que transitamos ya estamos en condiciones de sentir empáticamente a los otros, no al otro que está en la consulta psicológica, sino a todos los otros, o al menos los que tenemos más cerca. Y este es el momento de comenzar a meter los pies en el barro, "a ensuciarnos las patas". ¿Cómo se hace? Muy sencillo, existen decenas de ONGs honestas - la mayoría son truchas que sirven para negociados como el lavado de dinero o el tráfico de drogas- y corresponde a cada uno de nosotros la responsabilidad de saber desbrozar la paja del trigo. A través de estas organizaciones no gubernamentales sin fines de lucro –a modo de ejemplo, ya que existen otros instrumentos como los de la acción directa- es posible encontrar el trampolín en que aprendamos a trabajar de consuno y, sobre todo, sin afán de ganar otra cosa que no sea abreviar los caminos que conduzcan a mejorar la dignidad de los otros y, consecuentemente, la nuestra. Recuperar la dignidad a partir de la reconstrucción de las identidades colectivas no es tarea fácil, pero tampoco imposible .

Haciendo mías las palabras de Miguel de Unamuno -"soy el animal que tengo más cerca"- tomaré un par de ejemplos que me son cercanos. El primero es la ONG “Psicólogos Sin Fronteras” de Argentina - con sede central en el equipo de Investigación de Psicología Política de la Universidad Nacional de San Luis- la cual ha permitido a más de 100 psicólogos y alumnos insertarnos en la labor comunitaria desde la organización y mantenimiento de un par de comedores infantiles en donde los chicos se reconocen como miembros de un colectivo que no sólo van a comer, sino también a ser asistidos en sus dificultades escolares - se les proveen útiles -, asistencia médica y odontológica, además de la práctica de juegos y deportes en equipo, en especial fútbol. Para el sostenimiento económico de las tareas de la ONG se recurre a subsidios internacionales que siempre están prestos a otorgar para pagar sus culpas por la expoliación y los daños a que vienen sometiendo a "nuestra" América durante añares . Si bien todavía es casi imposible - dije "casi", solamente hace falta la voluntad política de movilización para hacerlo- romper con la dependencia que nos ata a ellos, entonces bien vale sacarles algo de lo que nos roban para devolvérselo a los que más lo necesitan.

A veces no es necesario trasladarse tan lejos para intentar como psicólogos restaurar las identidades colectivas perdidas entre el fárrago de las obligaciones cotidianas. Valga para ello otra ilustración al respecto. Al finalizar el curso de Psicología Política del 2005 no tuve mejor y peregrina ocurrencia que convocar a unos 25 alumnos que finalizaron la cursada a hacer un asado en el quincho del campus de la Universidad. Cuando presenté la convocatoria al grupo les pareció que estaba más loco que un canguro, pero aceptaron; luego me confesaron que fueron, pero con mucho temor a ser manipulados políticamente por mí u otro miembro de la Cátedra. Yo no lo hice por ninguna intención de restablecer vínculos perdidos que hicieran a la recuperación de la identidad que como alumnos se suponía que tendrían - ignoraba que no los tenían -, simplemente lo hice debido a que estimé como una necesidad personal agradecer a alumnos que sin obligación alguna me aguantaron durante tres meses. ¡Cuán grande sería mi sorpresa cuando chicos y chicas confesaron que jamás habían tenido una reunión grupal de ese tenor en los 5 años de cursada! Sintieron que eran algo más que alumnos que compartían el cursado de materias, también se reconocieron como personas que tienen otras cosas en común y que las pueden compartir con sus profesores. Puede ser de interés saber que 15 días después ellos organizaron un asado invitando a la Cátedra a participar. Desde entonces y hasta fin de año siguen reuniéndose los viernes a la noche para compartir experiencias y conocerse cuando ya muchos de ellos están por alejarse definitivamente del claustro. Es decir, no se necesita caminar mucho para encontrar espacios en la sociedad consumista y veloz como Internet que aliena a los sujetos. Con un mínimo esfuerzo se pueden reparar esas falencias y luego se los deja que crezcan solos. Únicamente les faltaba quién diese el puntapié inicial.

Para finalizar, debo pedir disculpas a los lectores por haberlos defraudado, el título del artículo habla de "cómo pensar" y en el texto se lanzaron un par de propuestas concretas que trascienden el mero pensar para arribar a la acción. Es que pensar sin actuar no tiene sentido, es más, puede presentarse hasta como un delirio psicótico . O, ¿por qué no? como una triste elucubración en falso, semejante a la del que pedalea en el vacío. Sin embargo, cuando participamos con los ciudadanos desechados por el sistema en la marginación, compartiendo sus actividades rebeldes y estimulando sus potenciales, es cuando reaparecemos como ciudadanos con ideales legítimos. Esos son los soportes con los que cuentan los marginados, el pueblo llano en general, para ejercer poder, formar una red, sentirse personas que pertenecen socialmente a un colectivo. Esto es lo que conduce a la posibilidad y condición que los lleva a un nuevo "saber"... y a nosotros también.

 

(*) Profesor de Psicología Política y Director del Proyecto de Investigación del mismo nombre en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Luis, Argentina.

 

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Articulo publicado en
Abril / 2006