Delincuencia y Política | Topía

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Delincuencia y Política

 

"Delincuencia y Política", "Políticos y Delincuentes", "La Política y los Delincuentes", "Delincuencia y/o Política", etc., son algunos de los muchos títulos que se me ocurrieron para realizar esta nota. El uso de la vigesimoséptima letra del alfabeto ("y") significa aplicar una conjunción copulativa que hace que el sentido -como el de toda cópula- sea de unión necesaria, casi "carnal" como son las relaciones diplomáticas de Argentina con los mandantes de los EE.UU. A su vez, el uso de la decimoctava letra ("o") se utiliza para aplicar una conjunción disyuntiva que denota o bien alternativas, o bien marca diferencias, como así también equivalencias entre los términos que se ubican a cada uno de sus lados. Evidentemente ninguna de las dos conjunciones estimo que sirva para los efectos de este escrito aunque, a fuer de sincero, hubiera preferido utilizar la primera de las dos mencionadas. Sin embargo, a pesar de que en la Argentina de finales del segundo milenio pareciera que es preciso copular el vocablo "delincuencia" con el vocablo "política", prefiero dejarme un margen de error saludable y evitar tal tentación.
Asimismo, ante de continuar, debo confesar que este artículo que me está dando más de un dolor de cabeza (NOTA: Por favor, no olvidemos a José L. Cabezas), ya que no se muy bien por donde tomarlo y me tiento por acercarme a la conjunción copulativa propuesta. Pero, pese a todo, voy a continuar por el camino de la diferenciación. Delincuencia es una palabra que hace referencia a la calidad de aquél que comete delitos. Delito es toda aquella conducta expresamente sancionada con un castigo por el Código Penal (Argentino, para este caso) para el que infrinja el sentido de la Ley. Política es un término de uso cotidiano que muchas veces no se sabe lo que quiere decir, aunque si nos atenemos a las definiciones clásicas, es el arte de lo posible para el logro de la mayor armonía entre los habitantes de una sociedad-Estado y entre Estados.
Como es posible observar, la diferencia entre el concepto de delincuencia y el de política son enormes. El primero hace a la fractura de la Ley en un sentido individual y egoísta, mientras que el segundo se refiere al mantenimiento de un orden cambiante -y, porqué no, caótico- en donde lo que prima es el respeto por los ciudadanos habitantes de la vieja polis griega, la que se ha venido trasladado sin solución de continuidad hasta nuestros días, al menos en el llamado mundo occidental.
La Argentina de la última década del milenio -como así también otros períodos de nuestra historia, aunque en magnitudes inferiores- muestra una clara tendencia a unir ambos términos. La política está emparentada con la delincuencia y viceversa, el delito está entrelazado con la política. Obvio es que cuando hago este enlace, lo vengo pensando desde el concepto de corrupción -que está sancionado penalmente- y en su forma extrema de testimoniarse, que es el de prevaricato (Ossorio, 1992). La delincuencia común, la de poca monta, en general tiene una asociación débil con la política, en todo caso puede expresarse a través de padrinazgos por parte de dirigentes políticos -o de funcionarios policiales que, a su vez, dependen de aquéllos- lo cual, poco afecta a la relación que se pretende marcar desde este escrito. Lo que nos viene marcando muy seriamente en el sentir y pensar de nuestros habitantes es el clima de frivolidad y peculado que se vive desde las esferas de gobierno.
Para comprender la asociación entre "delincuencia y política", es preciso que se fije la atención en el concepto de prevaricato, mencionado anteriormente, y que corresponde -en términos sencillos- a una acción corrupta ejercida por un magistrado judicial. Según Vigna (1997) la Justicia debe tener tres cualidades: "eficacia, credibilidad y subsidiariedad". Sin dudas que la segunda cualidad depende en mucho de la primera; en la actualidad el imaginario social que transita por los ciudadanos argentinos respecto a la justicia es lamentable, multiplicidad de encuestas así lo certifican. Pero la credibilidad -que es una característica que nos interesa a los psicólogos- también está en vinculación directa con el grado de profesionalidad de los magistrados y, sobre todo, con la aplicación imparcial de la ley. Por subsidiariedad debe entenderse que la justicia por si misma no soluciona los problemas de la desviación social, no puede hacerlo ni debe hacerlo, eso es resorte de otros órganos del Estado que no pueden "correrse" de sus funciones de protección social.
"En la Argentina -acaba de destacar en un articulo The Wall Street Journal- 95 funcionarios vinculados al gobierno del presidente Carlos Menem han sido objeto de investigaciones de corrupción. Tres fueron declarados culpables y el resto de las investigaciones se desestimaron o están atascadas en el sistema jurídico" (Moreno, 1996). Estimo que los datos reproducidos expresan por si solos de que se puede hablar de una delincuencia política. Es decir, son los artífices de la política -los políticos- quienes apañan y protegen, a través de sus funcionarios judiciales las prácticas delictivas de sus acólitos y -porqué no- la de ellos mismos que están sospechados, en su inmensa mayoría, de enriquecimiento ilícito. Delito que es imposible probar debido a que los magistrados que los deben juzgar han sido nombrados por los propios dirigentes políticos. Así que, señores, lo que aprendieron en la escuela acerca del sentido de la República y sus tres poderes es puro cuento. Existe un solo Poder, que es el Ejecutivo, el cual maneja a su antojo -gracias a la notable virtud que tenemos los argentinos de depositar todo el poder en una sola persona- a la Justicia y a la Legislatura.
Pero -siempre existe una conjunción adversativa- los argentinos también somos poco generosos para con los gobiernos honestos y que se juegan contra la corrupción. El de Arturo Illia (1963/66) fue un período que hizo gala de una auténtica conducta ética y lo sacaron de una patada en la cola frente a la indiferencia de un pueblo que en su momento pensó que como mayoritariamente no lo había votado, poco le importaban las virtudes morales ni la buena administración. Hoy, nos alertamos por la corrupción imperante, no lo hicimos hace ni 5 ni 4 años atrás, lo hacemos en la actualidad debido a que ahora -en este aquí y ahora- nos jode al bolsillo; que, como dijera Perón, es la viscera que más nos duele.

Angel Rodriguez Kauth

BIBLIOGRAFIA:
MORENO, F.: "Le salió el tiro por la culata". Revista Perfiles Liberales (Bogotá), N° 50, 1996.
OSSORIO, M.: Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales. Ed. Heliasta, Bs. Aires, 1992.
VIGNA, P. L. y D'ALEMA, M. "Sovranità della política e primato della norma". Revista MicroMega (Roma), N° 1, 1997.

 

 

Articulo publicado en
Octubre / 1997

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