Nota de Editores. El pavoroso estado de la Salud Mental en la Argentina | Topía

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Nota de Editores. El pavoroso estado de la Salud Mental en la Argentina

 
Nota de los editores Revista Topía 98 - Agosto/2023

Hace casi 100 años, el psiquiatra rosarino Gonzalo Bosch publicó un texto denunciando “el pavoroso aspecto de la psiquiatría en la República Argentina”. Bosch era director del Hospicio de las Mercedes, y fue uno de los impulsores del higienismo en la Argentina. También fue el maestro de Mauricio Goldemberg, uno de los reformadores de nuestro campo en el siglo pasado. En su texto criticaba a un Estado que fracasaba, a una crisis de legitimación en la psiquiatría y a sus deudas respecto a la resolución del problema de la psiquiatría en la Argentina. No hablaba de Salud Mental porque no existía el concepto, que fue creado en 1948, cuando el Tercer Congreso Internacional de Higiene Mental se transformó en el Primer Congreso de Salud Mental. Un concepto polisémico que alude tanto a nuestra propia salud mental como al campo mismo de Salud Mental (interdisciplinario e intersectorial), con sus diversos dispositivos de trabajo y atención.

Luego de la Pandemia tenemos una situación pavorosa en ambos sentidos de la salud mental.

Por un lado, los datos sobre la salud mental de los argentinos. Tal como demuestran diversos informes, está en su peor momento. Éstos son estremecedores. El observatorio de la deuda social de la UCA informa que el 25 % de la población tiene malestar psicológico. Este dato crece al combinarse con la vulnerabilidad socio ocupacional al 40%. O sea, parafraseando el título del libro de Franco Basaglia, es una condena ser pobre y loco hoy. Paralelamente, aumentó el consumo de sustancias (lícitas e ilícitas) para llevarnos al segundo lugar en la región, luego de Uruguay.

Por otro, la atención en Salud está tanto saturada como desfinanciada fruto de las políticas de ajuste sistemático. Pero con un agravante en nuestro campo: la renegación se apoya en la mentira. Tal como la definía en el primer número de nuestra revista Fernando Ulloa, allá lejos y hace tiempo, en 1991. Ulloa decía que la “renegación es negar una realidad social en la que se está inmerso, o negar las características de esta realidad social, y negar que se niega… con una especie de pretensión infantil de ocultarse de la realidad.”

En Salud Mental, la situación es tan desesperante como en el resto de la Salud, tanto a nivel público como a nivel de las obras sociales y prepagas, como a nivel privado. Un cóctel explosivo: servicios y equipos saturados, pocos profesionales para atender una demanda creciente… Pero hay quienes sostienen -un buen ejemplo lo podemos encontrar en la provincia de Buenos Aires- renegatoriamente que vivimos en Trieste a fines de los ‘70, con Basaglia cerrando el manicomio con una estupenda atención territorial de los padecimientos subjetivos. La realidad es bien otra. Instituciones, profesionales y poblaciones estalladas. No hace falta decir que, ante las próximas elecciones, para los políticos, este es un tema que no existe.

Una pauta de esta situación, que desarrollamos en las páginas de Topía en la Clínica, la podemos encontrar en La silenciosa Pandemia de suicidios adolescentes. No se informan datos, quizá para supuestamente evitar el “efecto contagio”. Una coartada más de la renegación. Contra la renegación publicamos distintos textos de quienes trabajan en CABA y la provincia de Buenos Aires. Ricardo Silva, en su texto: “Suicidio adolescente: algunos intentos de darle voz a una epidemia silenciosa”, desarrolla sus ideas a partir de entrevistar a profesionales que trabajan en la Provincia de Buenos Aires.

Allí sostiene “la carencia de estadísticas fidedignas; el aumento de los intentos de suicidio desde 2011, y en especial luego de la pandemia covid-19.” Silva también se explaya en otro texto que editamos solamente en nuestra web: los testimonios de los profesionales. Una terapeuta explica cómo “en Dolores (provincia de Buenos Aires) no hay datos sólidos en la Secretaría de Salud, hay que ir a la policía o a la morgue… No se ocupan desde lo Municipal o Estatal, no se hace prevención, ni post-vención. En general no hay políticas públicas.” Sin embargo, en algunos lugares, la propia comunidad se organiza por fuera de la inacción del Estado, tal como la “Fundación en Chascomús (TADE ES), creada por la madre de un chico de dieciséis años que se suicidó llamado Tadeo, y sus amigos. Ellos armaron un dispositivo donde se juntan una vez por semana en la estación de trenes a escuchar a chicos y a padres con preocupaciones diversas, se procura hablar del suicidio y prevenirlo…Los dispositivos vienen del esfuerzo de la gente que tuvo un familiar que se quitó la vida, o que tuvo un intento no consumado…” Los esfuerzos de quienes trabajan con dispositivos en estas situaciones quedan a la luz en el texto de Ignacio Las Heras, “Adolescencia y estados depresivos”. Allí señala cómo nuestra “época propone recetas para la felicidad y paradojalmente provoca más estados depresivos.” Y profundiza la propuesta de dispositivos de trabajo con pacientes con intento de suicidio. Laura Ormando relata el trabajo cotidiano en una guardia en Salud Mental en un Hospital General Infanto-Juvenil de la ciudad de Buenos Aires en “Flores de cerezo”. Describe el parte diario de varios intentos de suicidio que llegan “con el exprimidor capitalista en modo ultra sanguinario, las adolescentes nos aterrizan en el hospital, hechas un resto de marcas y sobreingestas. Y por un largo tiempo, la sala de internación se vuelve casa de amparo, aún en la precariedad de este sistema sanitario desfalleciente.”

Nosotros, frente a estas situaciones, no sólo denunciamos renegaciones y silencios de las plataformas políticas de los partidos del poder. En estas páginas encontrarán datos y herramientas de trabajo para algunas situaciones de tantas que atraviesa nuestra subjetividad en estos lugares en estos tiempos.

Nuestro dossier abarca otra faceta de la precarización subjetiva, tomando las Identidades en su laberinto. Abre con el artículo editorial de Enrique Carpintero: “La civilización entrópica”. Allí sostiene cómo la identidad es fruto de las identificaciones. Y que ella se produce en el marco de una producción de subjetividad corporal en el interior de una determinada organización histórico-social. Esto lleva a ver que “lo que predomina hoy en día son los procesos de desidentificación ante la sensación de fragmentación de las relaciones sociales y una civilización atrapada en los efectos de la pulsión de muerte.” Con la misma perspectiva de considerar la corposubjetividad como eje de trabajo, Carlos Alberto Barzani y Alejandro Vainer, abordan las identidades masculinas en “De cómo nos construimos los varones… y por qué la deconstrucción es una ilusión”. Allí desarrollan la complejidad de la construcción de la subjetividad de varones en el seno de una familia, un grupo social, un momento histórico. Y cuáles son los mecanismos de transformación, ya que “la propuesta de la ‘deconstrucción’ suena como mínimo ingenua. Y en muchos casos, esta ilusión sólo deja abierto el campo a la contrarreforma machista.” Tom Máscolo desarrolla su columna sobre la misma cuestión en “La biología no es destino, la identidad se construye”. David Le Breton aborda la temática desde su enfoque antropológico sobre las marcas en el cuerpo (tatuajes, piercing, etc.) en “La fábrica de la identidad”. Allí señala cómo “el individuo busca orientarse a tientas, esforzándose en enfrentar su malestar y crear una identidad más propicia. Entonces presta una atención redoblada a su cuerpo, donde se separa de los demás y del mundo.”

En Área corporal, Carlos Trosman titula su propuesta frente a estos tiempos: “La resistencia es corporal”, y sostiene cómo “es necesario reivindicar el cuerpo como potencia transformadora frente a la cultura de esta época que trata de silenciar los cuerpos equiparándolos con la virtualidad”. En consonancia, César Hazaki continúa sus investigaciones sobre el Planeta Ciborg en “Dinero, inteligencia artificial y ciberguerra”.

Como siempre tenemos una serie de textos importantes sobre la cultura y la sociedad. Mariano Pacheco sostiene como “Arlt vuelve nuevamente a presentarse como un autor a reivindicar por quienes pretendemos afirmar nuestros deseos de producir aportes para redefinir una agenda epocal”, en “Roberto Arlt. Por la senda de Nietzsche y Freud”. Finalmente, un texto exclusivo de Helmut Dahmer escrito desde Viena, probablemente de los más lúcidos autores herederos de la izquierda freudiana: “Fracasar y olvidar. Reflexiones sobre el comienzo del año 2023”. Allí compara el olvidado 1923 con la actualidad. Y articula con lo que hoy sucede en Europa, especialmente en Alemania, donde se confirman sus hipótesis con el avance actual de las derechas fascistas.

Frente a un mundo convulsionado y, ante las próximas elecciones en nuestro país, seguimos mostrando lo que se oculta para seguir ampliando los territorios de pensamiento crítico.

Hasta el próximo número.

Enrique Carpintero, César Hazaki y Alejandro Vainer

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Articulo publicado en
Agosto / 2023