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NARCISO, UN RECORRIDO LITERARIO

 

"Todas las mañanas el astro del mundo

cuando se levanta reflejándose en las

ondas cree muy asombrado ver otro sol."

Tristan I Hermite

 

 

 

El episodio de Narciso es uno de los más bellos, desde el punto de vista estrictamente literario. Ovidio fue el primero en combinar las historias de Eco y Narciso, y relacionarla de manera indisociable con la anterior historia del vidente-ciego Tiresias. En el libro Cuerpo y Tiempo, José Jiménez nos comenta: "si peligroso es mirar de frente a la divinidad, no menos nocivo puede resultar fijar nuestra mirada en el espejo incierto del agua". La historia de Narciso, entre otras cosas habla de la cercanía entre la adivinación y la imagen. De la dificultad y el anhelo con que los humanos buscamos algo estable, una huella de identidad, aun en lo que cambia permanentemente y nos engaña. A medida que nos adentramos en el recorrido de lectura propuesto por Ovidio,una "densa melancolía" va apoderándonos. Lo sintético y ajustado de las frases, como el juego de voces y la repetición quebrada de Eco, intensifica dramáticamente la idea de lo inaprehensible del objeto deseado. Teniendo en cuenta a Lévi Strauss, que opinaba que uno de los rasgos distintivos de los mitos es la "variación serial", otra versión, en este caso de Calímaco, atribuye la ceguera de Tiresias a la imposición de manos de Atenea sobre sus ojos por haberla contemplado desnuda mientras se bañaba, concedién dole luego, en compensación, el don de la videncia.

La madre de Narciso, la ninfa azul Liríope ("la que tiene forma de lirio"), consultó al mismo Tiresias si su hijo tendría larga vida, ya que su nacimiento había sido marcado por el carácter tortuoso de las aguas: la ninfa Liríope había sido violada por el dios fluvial Cefiso. La respuesta de Tiresias (el mismo que le revela a Edipo su tragedia) fue: "Narciso vivirá hasta ser muy viejo con tal que nunca se conozca a sí mismo". Este "enigma" que nos recuerda al del oráculo de Delfos: "conócete a tí mismo", establece una polaridad entre el proceso adivinatorio y Narciso. La videncia del ciego Tiresias se contrapone a una fijeza hipnótica en la imagen, cuya fuerza como la mirada del dios, puede destruirnos. Es entonces cuando comienza la historia propiamente dicha de Narciso.

El pedido de los dioses de que Narciso ame sin ver satisfecho su deseo. Y ese objeto amoroso e imposible ser  la propia imagen de Narciso, reflejada en la quietud limpia y cristalina del espejo de agua. Lo mismo que la voz de Eco, que confundía a Narciso, y que no era más que la repetición de su propia voz. Pero es el elemento agua quien más confunde ("fundirse con..:) una imagen que le subyuga, y que no identifica con la suya.

"Ha habido incluso mucha gente que se ha ahogado en un espejo" (nos dice irónicamente R.Gómez de la Serna ) La metamorfosis afecta ahora a la visión: mientras Narciso bebe, es cautivado por la imagen de la forma que está viendo, ama una esperanza, pero sin cuerpo; y cree que es un cuerpo lo que es en realidad agua. Este momento tan significativo del mito, nos devuelve otra vez a Tiresias, en el que se expresa, en el saber de la profesía, la contraposición entre "ciego que ve" y la "imagen que ciega".

"No sabe qué es lo que ve, pero lo que ve le quema"(Ovidio)

En otro poema, escrito en l920 por el gran poeta Paul Valéry, titulado "Narciso habla", leemos: "­La imagen es vana y los llantos eternos!". Y José Lezama Lima cantará en su "Muerte de Narciso" (l937), que en el espacio líquido donde la tierra y las imágenes rebotan: "el rostro absoluto, y la firmeza mentida del espejo".

Sería necesario, en relación con el mito de Narciso, un libro entero para desarrollar la "psicología del espejo", recomienda G.Bachelard en el "Agua y los sueños". Comencemos entonces, por la menos sensual de las sensaciones, por la visión, y vemos cómo en Narciso se sensualiza. Al estudiar el agua en su simple adorno o apariencia, captaremos luego, a través de leves indicios o sospechas, su voluntad de aparecer, o al menos de qué modo simboliza mediante la voluntad de aparecer de quien la contempla. El agua sirve para "naturalizar" nuestra imagen, para concederle algo de inocencia, ya que los espejos son objetos demasiado civilizados. No parece que se haya insistido por igual -dice Bachelard-, a propósito del Narcisismo, sobre los dos términos de la dialéctica: VER Y MOSTRARSE. El espejo de agua de Narciso ofrece, en este sentido, la oportunidad de una imaginación abierta. El reflejo sugiere una idealización. Ante el agua que refleja su imagen, Narciso siente que su belleza continúa, que no está acabada.Lous Lavelle, otro filósofo-poeta conmovedor, en su libro "Los errores de Narciso", ha señalado la profundidad natural del reflejo acuático de Narciso, y lo que ese reflejo sugiere "El espejo aprisiona en sí un trasmundo que se le escapa.... la fuente es su camino que se le abre".

Y aquí reside la paradoja: las imágenes engañan, como el mundo físico, pero atravesándolas alcanzamos el conocimiento.

En el poema de Lezama Lima se advierte: "si atraviesa el espejo hierven las aguas que agitan el oído". Y el adivino Tiresias también advirtió: "Si no llega a conocerse a sí mismo".

Paradojalmente Narciso alcanza el conocimiento de sí mismo, atravesando la tenue capa del agua: "­Ese soy yo!. Ya me he dado cuenta y ya no me engaña mi imagen".(Metamorfosis.Ovidio).

Una imagen fugitiva, imagen en fuga, pues al elemento que la conduce y la constituye está  destinado por esencia a evaporarse. El agua es el lugar de todas las tradiciones y de todas las inconstancias: en el reflejo que ella le propone, Narciso no puede reconocerse sin inquietud, ni amarse sin peligro.

Ahora bien, y llegando al final del mito, ese conocimiento supone la muerte, develándonos el carácter transitorio y fugaz y engañoso del yo como imagen en el espejo del agua. Si somos capaces de atravesar las imágenes estas ya no mienten, pero esa travesía supone un tránsito entre la vida y la muerte. De ahí la exhortación a la travesía de la imagen, en uno de los sonetos dedicados a Orfeo, aunque Rilke pensó en Narciso:

"En el estanque el reflejo a menudo se sumerge: Aprende la imagen "Iste ego sum" (ése soy yo), proferido por Narciso en la Metamorfosis de Ovidio, es un grito de reconocimiento, que ilumina lo inestable de nuestra identidad, nos reflejamos en la imagen: "somos y no somos"."-Yo no soy, alguien es en mí-" .

Dice el Narciso del escritor español Gabriel Celaya, en el libro "Tentativas Trágicas". Y W.H.Auden,"leyendo a Narciso" escribió: "El yo gusta de imaginarse como Zeus, quien asumía una apariencia corporal tras otra, siendo cisne o toro, mientras seguía siendo Zeus." Pero los humanos, como Narciso, a diferencia de Zeus, no dominan los procesos de cambio, ni el paso del tiempo. Por eso cuando Narciso comprende que su destino es la muerte, llora,y sus lágrimas terminan borrando el objeto amado, rompen la imagen deseada: "Con sus lágrimas enturbió el agua, y al moverse la líquida superficie oscureció la figura reflejada"(Ovidio).

A su muerte, comenta Robert Graves, Eco aunque no había perdonado a Narciso, le acompanó en su dolor final, y repitió su llanto mientras se hundía la daga en el pecho. La metamorfosis se había producido: "Su sangre empapó la tierra, y de ella nació una blanca flor con su corolario rojo", una flor que crece junto a los estanques de agua, y que llamamos Narciso.

* DE LA SERIE REACTUALIZACION DE LOS MITOS CLASICOS

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Articulo publicado en
Septiembre / 2009