Este año se cumplen 50 años del llamado Mayo del 68. Un momento único en la historia donde parecía que el mundo cambiaría radicalmente. El siguiente texto permite vislumbrar las diversas situaciones sociales, económicas y políticas que fueron la base de los sucesos de mayo en Francia y que atravesaron todo el mundo. El Mayo del 68 no fue un hecho aislado, sino un emergente de la subjetividad de esos momentos, tal como aquí se analiza.
El siguiente fragmento es un adelanto de la nueva edición ampliada de Las Huellas de la Memoria de Enrique Carpintero y Alejandro Vainer, que se publicará en los próximos meses por la Editorial Topía.
En esta década la economía mundial creció a un ritmo prodigioso. El avance de la internacionalización del capitalismo y el desarrollo de la tecnología y la investigación científica fueron decisivos. Como plantea Eric Hobsbawm, empezó a aparecer una economía más trasnacional “es decir, un sistema de actividades económicas para las cuales los estados y sus fronteras no son la estructura básica, sino meras complicaciones. En su formulación extrema, nace una <economía mundial> que en realidad no tiene una base o unos límites territoriales concretos y que determina, o más bien restringe, las posibilidades de actuación incluso de las economías de grandes y poderosos estados.”1
Los países desarrollados tenían lo que se denominaba el “Estado de Bienestar”, con el cual respondían a las influencias de las ideas socialistas en la clase trabajadora
Por otro lado se produce un proceso de descolonización que aumentó la creación de nuevos países en el llamado “Tercer Mundo”. De esta manera los ‘60 se iniciaron con este movimiento de independencia como en Ghana (1957), las colonias francesas y la revolución en Argelia en 1957 que se resolvió diplomáticamente en 1962. Esta situación llevó a Sartre a escribir: “No mucho tiempo atrás, en la tierra había dos mil millones de habitantes: quinientos millones de hombres y mil quinientos millones de nativos. Los primeros poseían La Palabra, los otros sólo hacían uso de ella.”2
En este sentido, la internacionalización de la economía capitalista situó a la casi totalidad de sus habitantes en el mundo moderno generando un imaginario social y simbólico de modernidad que abarcaba al conjunto de las relaciones sociales. Los valores establecidos eran cuestionados tanto en el plano individual, como familiar y social ya que se tenía la sensación de que todo cambiaba hacia formas más plenas del desarrollo humano. Esta situación -que tuvo diferentes características en cada región del planeta- fue facilitada por el adelanto de los medios de comunicación. Además es necesario señalar otras circunstancias que habían comenzado en la década del ‘50 y que fue el acelerado proceso de emigración del campo a la ciudad. Nunca el mundo se había urbanizado tanto. Comenzaron a surgir grandes ciudades, en especial en los países menos desarrollados, como El Cairo, ciudad de México, San Pablo (Brasil), Shanghai, etc. Fue en el interior de estas megalópolis donde empezaron a desarrollarse nuevos colectivos sociales. Uno de ellos lo constituyó la juventud universitaria que se contaba por millones en los países desarrollados, y que al reunirse en “campus” o “ciudades universitarias”, se transformaron en un nuevo poder tanto político como cultural.
Recordemos que la “Guerra fría” de los ‘50 dio paso a un período de relativa distensión. La Unión Soviética con los países de Europa del Este y otros del llamado “Tercer Mundo” constituían el Movimiento de Países no Alineados. China comenzaba a ser tenida en cuenta por la comunidad internacional luego de su ruptura con la Unión Soviética. El pensamiento de Mao Tse-Tung empezaba a ser considerado una “guía” por diferentes movimientos sociales y políticos. Es que la “revolución cultural” iniciada por Mao contra las estructuras burocráticas del Partido Comunista Chino generó la ilusión de una perspectiva política antiburocrática que, en muy pocos años, finalizó en un verdadero fracaso. Por otro lado, EEUU era la potencia mundial que garantizaba la “libertad” en el mundo capitalista interviniendo militarmente donde creía que un gobierno podría afectar sus intereses. El mundo era un tablero de ajedrez de las grandes potencias y cada movimiento de piezas producía tensiones sociales y políticas. Los países desarrollados tenían lo que se denominaba el “Estado de Bienestar”, con el cual respondían a las influencias de las ideas socialistas en la clase trabajadora. Esta perspectiva “Keynesiana” implicaba una planificación del Estado y su intervención en la relación entre el capital y el trabajo tendiendo a una mejor redistribución de las ganancias, que se reflejaba en relativas mejoras salariales y beneficios sociales. Esta política económica estaba basada en el mercado interno y en el obrero “fordista” que había caricaturizado Chaplin en la película Tiempos Modernos. Este obrero que compartía un espacio social en la fábrica y estaba organizado en sindicatos comienza a encontrarse con el otro sector protagónico de la década del ‘60: el estudiante universitario. A ambos los unía un sentido de comunidad. Esto permitía la fundamentación de los grupos y organizaciones políticas de que sólo se podían lograr objetivos sociales y políticos mediante una acción colectiva a través de huelgas, manifestaciones o asambleas.
Es en este clima de época que comenzó a formarse una “contracultura” que se oponía a la cultura dominante. Este movimiento con características diferentes, si bien incluía a una minoría de la población, expresaba las ideas, fantasías y deseos de la época cuya significación producía transformaciones en la subjetividad. Simbólicamente el concepto de revolución abarcaba todos los órdenes de la vida. Los movimientos feministas llevaban a una revolución en la modificación del sometimiento de la mujer a una cultura machista; la revolución sexual, impulsada por la píldora anticonceptiva, de venta autorizada a partir de 1960, permitía libertades donde la familia dejaba de ser el fin último de la pareja; el manual del Dr. Spock enseñaba cómo criar a los niños sin reprimirlos; las drogas, en especial la marihuana, se consumía como una actitud contestataria; el rock era la música universalmente reconocida que canalizaba una actitud de oposición y rebeldía de la juventud que se expresaba en nuevas formas de vestir y relacionarse con sus pares; los sistemas universitarios de enseñanza basados en el “enciclopedismo” debían dejar paso a nuevas formas de aprendizaje. Todo podía ser cambiado, aun más, todo debía ser cambiado. Estos movimientos igualitarios y libertarios se entrecruzaban con las ideas revolucionarias de los grupos socialistas de izquierda, trotskistas y maoístas cuyo objetivo era derrocar el poder capitalista.
Este obrero que compartía un espacio social en la fábrica y estaba organizado en sindicatos comienza a encontrarse con el otro sector protagónico de la década del ‘60: el estudiante universitario
En este sentido los intelectuales construían un discurso de oposición al sistema. En Francia Jean-Paul Sartre había rechazado en 1964 el premio Nobel. En el campo del marxismo Althusser iniciaba una nueva lectura estructuralista de Marx y se comenzaban a rescatar las ideas de Antonio Gramsci y la Escuela de Frankfurt en oposición a los partidos comunistas y socialistas tradicionales. En EEUU las universidades de Harvard, Berkeley y Columbia producían un pensamiento marxista para crear una “nueva izquierda”. Las ideas de Wilhelm Reich y Herbert Marcuse recorrían las grandes universidades del mundo. El psiquiatra argelino Frantz Fannon y el pedagogo brasileño Paulo Freire construían la propuesta de una psicología de la liberación. Es en este proceso cultural y social que se produjo la intervención de EEUU en la guerra de Vietnam generando un movimiento pacifista de una envergadura sin precedentes por las grandes manifestaciones que se realizaban en las principales ciudades norteamericanas. Este movimiento se unió con los hippies que mantenían una actitud inconformista y antiautoritaria con su consigna de “amor y paz”. Ellos, conjuntamente con los estudiantes de la Universidad de Berkeley, defendieron el derecho de apropiarse de terrenos del Campus Universitario para plantar pasto y flores con el objetivo de crear lo que llamaron el “Parque del pueblo”. El derecho de propiedad fue nuevamente instalado con gases lacrimógenos disparados desde helicópteros del ejército y policías que reprimieron violentamente. Su resultado fue la muerte de una persona, otra que quedó ciega, muchos heridos y más de quinientos arrestados. Lo que se conoció como “La batalla de Berkeley” fue una parodia absurda de la guerra de Vietnam impulsada por los sectores conservadores de California. El gobernador era Ronald Reagan. El asesinato de John Fitzgerald Kennedy en 1963 provocó una gran conmoción cuya consecuencia fue aumentar el descreimiento en el sistema y reafirmó los movimientos contestatarios. También, en el mismo año, se produjo el asesinato de Martin Luther King que condujo a una rebelión de la población negra. Estos levantamientos estaban ligados a nuevas corrientes político-religiosas como los musulmanes negros cuyos líderes eran Malcom X y Stokeley Carmichael. Otros grupos revolucionarios que se reivindicaban como socialistas eran los “Panteras Negras” uno de cuyos representantes más significativos era la profesora de filosofía Angela Davis que había estudiado con Herbert Marcuse.
En los países de Europa del Este también comenzó a darse un proceso de búsqueda para liberarse de la burocracia soviética. En Checoslovaquia la intelectualidad de Praga elaboró un texto de críticas al socialismo totalitario stalinista. Esta rebelión que se conoció como la “Primavera de Praga” fue fuertemente reprimida con tanques soviéticos. Algo similar ocurrió en Polonia. Pero, fue en París donde se produjo el mito de la época: el mayo francés del ‘68.
En este clima de época que comenzó a formarse una “contracultura” que se oponía a la cultura dominante
Desde 1967 en varios países de Europa como Italia, España y Alemania había comenzado un movimiento estudiantil contra las formas oficiales de la enseñanza. Sin embargo, fue en Francia donde lo que comenzó como una rebelión en la universidad de Nanterre contra el arcaico sistema de estudios se transformó en un movimiento contra el sistema capitalista, que reivindicaba la gesta cubana, la resistencia del pueblo vietnamita contra la invasión de EEUU, la revolución cultural China y los movimientos antiburocráticos contra los partidos comunistas. La agitación fue conducida por grupos maoístas, trotskistas y anarquistas a los que luego se sumaron masivamente los estudiantes para, finalmente extenderse a los obreros de las grandes fábricas. Fue así como se produjo la unidad obrero-estudiantil. “La imaginación al poder” se transformó en una consigna que tiene sus efectos en nuevas formas de lucha y oposición al poder. La escritora Tununa Mercado, testigo de ese tiempo, recordaba esos momentos: “Estamos en Francia, somos de los tantos despedidos por la dictadura de Onganía que viven en el exilio sin saber qué es el exilio. Las imágenes son siempre intensas: en el Barrio Latino un estudiante arroja piedras a unos gendarmes, paradójicamente enmascarados contra gases lacrimógenos que ellos mismos arrojan: los tanques entran en Praga, el rostro ensangrentado de un joven en la tapa de Le Nouvel Observateur, tatzebaos en Pekín, graffitis en los muros de París; disco con cubierta blanca de los Beatles, Sartre encabeza una marcha y arenga a los estudiantes; Jacques-Alain Miller yerno de Lacan y maoísta, reparte panfletos en una fábrica cerca de Besançon y dice, sincero y sin culpas: ‘Es la primera vez en mi vida que veo un obrero’. Una muchacha en bikini toma sol en el jardín de la universidad a pocos metros de Miller y sus dichos; ‘se prohíbe pisar el césped’ es reemplazado por ‘prohibido prohibir’. Brotan por todos lados viejos anarquistas españoles; ocupan las gradas en las asambleas universitarias y la sangre vuelve a agitarse en sus venas contra el poder. Los comunistas de partido trinan, no pueden tolerar los desbordes, se ponen de mal humor y cosechan insultos de los más libertarios. Muere el estudiante trotskista Bernard L’Homme en el anfiteatro de la Facultad de Filosofía de Besançon, apenas empezado su discurso. Muere de su exaltada propia muerte y es mártir en mi recuerdo y tal vez en el de sus padres y hermanos.”3
En este sentido todos esos movimientos, como plantea Frederic Jamenson, tuvieron un curioso efecto por los contenidos de clase de sus consignas: “el nuevo opuesto binario de ‘burgués’ ya no será ‘proletario’, sino más bien ‘revolucionario’, y las nuevas clasificaciones para los juicios políticos de esta especie ya no se hacen en términos de clase o filiación, sino en términos de vida personal -las relaciones individuales con los privilegios especiales, los lujos de la clase media, las casas de campo, los salarios directivos y demás gratificaciones- el ‘sueldo’ mensual del mismísimo Mao, se nos dice, era algo así como de cien dólares.”4
En América Latina este movimiento contestatario mundial tomó formas decididamente revolucionarias contra el sistema de atraso y dependencia del imperialismo de EEUU. El modelo era la revolución cubana. Este fue un período de grandes cambios políticos de todo tipo. Gobiernos militares nacionalistas, insurrecciones populares, movilizaciones obreras de características clasistas, surgimiento de guerrillas en casi todo los países del continente, creación del movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo que proponían la Teología de la Liberación, luchas estudiantiles y un activismo político y social de amplios sectores culturales e intelectuales. La heroicidad y el sacrificio eran un ideal a seguir. El héroe colectivo tomaba la forma de un “nosotros” que tenía diferentes propuestas: foquistas, insurreccionales, populistas, reformistas, etc. Los ideales estaban representados en líderes políticos, sindicales y sociales cuya máxima expresión es la figura del Che Guevara luego de su asesinato en Bolivia en 1967. Aunque esta representación del Che retornó de manera diferente en décadas posteriores.
Jacques-Alain Miller yerno de Lacan y maoísta, reparte panfletos en una fábrica cerca de Besançon y dice, sincero y sin culpas: ‘Es la primera vez en mi vida que veo un obrero’
En 1963 el presidente J. F. Kennedy había lanzado la Alianza para el Progreso con el fin de disminuir los conflictos en la región y apoyar a los sectores de poder que gobernaban. Sin embargo, en 1965 desembarcaron 15.000 marines en Santo Domingo para imponer un gobierno que represente los intereses de EEUU. Este hecho sólo sirvió para aumentar el sentimiento antiimperialista que se manifiesta en grandes movilizaciones en la mayoría de los países del continente. Por otro lado, la “doctrina de seguridad nacional” en defensa del peligro “comunista” comenzó con el golpe militar en Brasil, de 1964, y continuó con el golpe de Onganía en 1966. En México no fue necesario un golpe militar ya que una masiva manifestación estudiantil que provocó una gran crisis política en el partido gobernante culminó con la matanza de Tlatelolco donde en la Plaza de las Tres Culturas, la policía mató a centenares de jóvenes. Éste fue un antecedente de las grandes movilizaciones políticas y sociales, los golpes militares y la represión de la década del ‘70.
En esta apretada síntesis lo que quisimos destacar fueron proyectos, imaginarios y la producción de una subjetividad marcada por un fuerte rechazo a la ideología dominante. Esta es la particularidad de una época caracterizada por la búsqueda de alternativas e intentos de creación de nuevas formas de relaciones sociales, económicas y políticas.
Este proceso se dio en el marco de “un capitalismo tardío en el cual las últimas zonas internas y externas del precapitalismo sobreviviente -los últimos vestigios del espacio tradicional y no reificado dentro y fuera del mundo avanzado- son finalmente penetrados y colonizados a su turno. El capitalismo tardío por lo tanto puede ser descripto como el momento durante el cual los últimos vestigios de la Naturaleza, sobrevivientes en el capitalismo clásico, son eliminados: es decir el Tercer Mundo y el inconsciente. Los ‘60, entonces, habrían sido el trascendental período de transformación durante el cual tiene lugar esta reestructuración sistémica a escala global”. En este sentido comenzó a funcionar un único proceso en el Primer y en el Tercer Mundo, en la economía global, en el imaginario social y en la cultura. Es decir, podemos observar un proceso “dialéctico” en el cual la “liberación” y la “dominación” se encuentran combinadas. Por ello, como continúa F. Jamenson, “... La formulación más simple y a la vez más universal seguramente sigue siendo el ampliamente compartido sentimiento de que en los sesenta, por una vez, todo era posible; que este período, en otras palabras, fue un momento de liberación universal, una descarga total de energías.”5
Notas
1. Hobsbawn, Eric, Historia del siglo XX, Editorial Crítica, Barcelona, 1995.
2. Sartre, Jean-Paul, “Prefacio”, en Fanon, Frantz, Los condenados de la tierra, Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1974.
3. Mercado, Tununa “La fiesta de la vida. Alumbramientos”, Política, cultura y sociedad en los ’70, año 1, N° 1, Bs. As., 2ª quincena de junio de 1997.
4. Jamenson, Frederic, Periodizar los ’60, Alción Editora, Bs. As., 1997, pág. 39.
5. Mercado, Tununa, op. cit., pág. 80.