“La salud no constituye un fin en si mismo. Para el individuo ni para la sociedad. Sino una condición de vida plena. Y no puede vivir plenamente si el trabajo es una carga, si la casa es una cueva y si la salud es una prestación más del trabajador”
Ramón Carrillo
En la residencia de salud mental tenemos la opción de realizar una experiencia de trabajo desde APS o inclusión social en un espacio del Movimiento de Ocupantes e Inquilinos (MOI) que trabaja con pacientes del sistema de salud mental: El Programa de Integración Comunitaria (PIC).
Durante la década del noventa se consolidaron una serie de transformaciones sociales y económicas iniciadas por la última dictadura que implicaron, entre otros efectos, un saldo negativo en la inserción laboral, la distribución del ingreso y el porcentaje de la población en condiciones de pobreza. Es en este contexto que nace el MOI bajo la forma de organización en cooperativas autogestionarias, integrando la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA).
Se trata de una organización social que nuclea proyectos cooperativos en todo el país y tienen como objetivo construir viviendas para las familias que quieran organizarse colectivamente y en otro nivel, generar políticas habitacionales basadas en la organización colectiva, autogestión y condiciones de vida dignas. En el año 2000 se logra la Ley 341, que plantea por primera vez en la ciudad de Buenos Aires un programa de financiación a proyectos de este tipo.
Está conformado por un grupo de cooperativas que tienen como principio la autogestión, la ayuda mutua y la propiedad colectiva como criterios de organización. La autogestión es entendida como construcción de poder popular y de cultura colectiva de transformación de la realidad socioeconómica, tiene que ver con el ejercicio de la capacidad de gestionar los recursos necesarios para satisfacer los intereses del colectivo, siendo parte del debate, planificación y toma de decisiones sobre los fondos públicos y las políticas de vivienda. También es el principio que regula las decisiones cotidianas al interior de la organización para resolver las problemáticas que se presentan. La ayuda mutua, otro principio que los sostiene, implica el aporte concreto de mano de obra de cada uno de los cooperativistas durante el proceso de construcción de viviendas, para reducir el costo de la obra, impulsar el sentimiento de compromiso y participación y consolidar a los grupos a partir de las relaciones que se generan trabajando por un objetivo común. Principio que apela al “capital social”(3) de la cooperativa. Por último, la propiedad colectiva implica un cuestionamiento a un valor fundamental de nuestra sociedad: la propiedad privada. Implica otra forma de pensar la herencia, la administración, la compra-venta, el trabajo, entre otras significaciones y figuras que se derivan de éstas. Piensan la cooperativa como propiedad en tanto la fuerza real parte del grupo, de la agrupación de individuos que lo componen, no de cada individuo en sí mismo.
De las diversas cooperativas, y viviendas transitorias que conforman el MOI, muchas de ellas, se encuentran en los barrios de Barracas y San Telmo, lindantes con los hospitales monovalentes Borda y Moyano. Dada esta cercanía, pacientes externados se fueron acercando a la organización. Así fue que el MOI tomó por objetivo integrar a dichas personas en sus cooperativas, articulando esfuerzos con profesionales del hospital Borda. Fue así que comenzó a gestarse el actualmente denominado Programa de integración Comunitaria, PIC.
El PIC tiene por objetivo acompañar en su inclusión a las distintas cooperativas de vivienda del movimiento, a personas con padecimientos mentales usuarias del sistema de salud, algunos de ellos con antecedentes de largas internaciones. Dicho acompañamiento se realiza principalmente desde dos tipos de reuniones en las que se alternan, las asambleas de usuarios y las reuniones de coordinación. La asamblea es un espacio donde se reúnen los usuarios del programa con los coordinadores. Allí se plantean diversas situaciones, problemas y necesidades por parte de los usuarios respecto a su vida cotidiana y tratamientos, para poder pensar conjuntantamente las vías posibles de solución.
Los coordinadores del PIC son integrantes del MOI: una trabajadora social, compañeros y familiares que se acercaron al programa.
Las tareas son básicamente las de acompañamiento del usuario en su inserción a la vida cooperativa, en la orientación hacia tratamientos en hospitales generales y abordaje de problemáticas que pudieran surgir.
De paciente a cooperativista
Decidimos rotar en el MOI porque nos interesaba conocer una modalidad de abordaje de Salud Mental planteada desde la comunidad. En el siguiente trabajo quisiéramos trasmitir nuestra experiencia en el Programa de integración comunitaria, para compartir nuestras vivencias y todo lo que a partir de ellas fuimos pensando, a medida que avanzaba nuestro proceso de rotación.
Al incluirnos en el MOI pudimos compartir y conocer los efectos en la subjetividad de sus integrantes que han vivido largos años internados. Historias de prolongadas internaciones “por causa social”, abandono, pérdida del lazo social. Vidas arrasadas (1) por la institucionalización y los efectos desubjetivantes que la misma implica. Pacientes que dejan de habitar esa única identidad para comenzar a asumir nuevos roles y responsabilidades, propias de cualquier ciudadano. Es para resaltar este proceso en tanto permite conmover esa identidad institucionalizada y artificial. Identidad por mucho tiempo única y cristalizada como efecto de su participación en una institución total, pero que también se reproduce por fuera si no se ofrecen nuevas alternativas para identificarse. Decimos esto también siguiendo a Sarraceno quien aclara que “si la identidad es una exigencia irrenunciable, sin embargo de una sola identidad se muere”(4).
Entonces, así se organizan y comienzan a relacionarse con quienes comparten la misma necesidad habitacional, generándose un nuevo rol: El de cooperativista. Rol que implica un cambio destacado respecto de la pasividad que traían del manicomio, ya que los cooperativistas deben trabajar por el objetivo de lograr una vivienda. Este proceso habilita un giro subjetivante, permitiendo que los usuarios pasen ahora a compartir responsabilidades, derechos y obligaciones. Lo que permite a su vez apropiarse del rol de ciudadano. Acordamos con Sarraceno al pensar la ciudadanía como precondición de cualquier tratamiento de la enfermedad.(4). Pensamos que el acceso a la vivienda como eje principal de integración habilita un proceso de verdadera inclusión social. La inclusión que el MOI permite no surge, a priori, desde el campo específico de la salud mental. Allí se acercaron personas con necesidades habitacionales y entre ellos pacientes internados en los hospitales monovalentes. Con el objetivo de acompañar a estos pacientes en el proceso de inclusión es que surge el PIC. Si bien desde un principio hay trabajadores de la salud mental que intentan articular este acercamiento, lo cierto es que el ingreso al movimiento se da como cooperativistas, y ya no como pacientes.
Lo que nos interesa destacar es que este movimiento permite salir en parte de la artificialidad generada por la mayoría de los efectores o dispositivos de salud mental que trabajan con el objetivo de la inclusión social. Allí pudimos participar de procesos de integración en condiciones realistas, genuinas formas de participación comunitaria. Hemos visto cómo estas personas han recuperado el lazo social, entablando vínculos de amistad, de pareja, de vecindad. Una verdadera red que sostiene fuertemente a cada uno de sus integrantes, impidiendo muchas veces internaciones e intentando inventar nuevas soluciones ante las “crisis” de algún compañero.(6). Esto nos parece crucial. Pensamos que es un ejemplo de cómo la desmanicomialización y el abordaje comunitario, no sólo es posible, sino que está siendo llevada a cabo y produciendo efectos que esperamos sean multiplicadores.
Nuestra práctica...
En nuestra práctica cotidiana como residentes en hospitales generales de la ciudad, vemos que muchas internaciones son motivadas y otras tantas externaciones limitadas por la problemática habitacional. Situación contrastante con lo que la ley Nº 26657(9) propone en el articulo 15 “En ningún caso la internación puede ser indicada o prolongada para resolver problemáticas sociales o de vivienda, para lo cual el Estado debe proveer los recursos adecuados a través de los organismos públicos competentes”
Nos encontrarnos frecuentemente con miradas profesionales que se resignan a la exclusión como única opción. El estado ofrece como solución a la “Emergencia Habitacional” la residencia temporaria en hoteles bajo un subsidio habitacional. Por otro lado, entre aquellas propuestas más inclusivas, nos encontramos con las casas de medio camino. Sin embargo, en ellas hay es-casas vacantes, no todos los pacientes son aceptados y se espera de ellos determinadas “habilidades”. Además, se trata de casas donde viven todos “locos”, pensadas para “ellos” y determinadas en sus modalidades por cuestiones que hacen a sus tratamientos artificiales. Creemos que esta artificialidad es una forma de exclusión, ya que continúa estigmatizando y recluyendo en dispositivos “protegidos” para aquellos que tienen como objetivo lograr su autonomía con responsabilidades reales. Reproduce entonces, de forma, la modalidad manicomial. También es posible que sean precisos estos dispositivos para luego dar el salto cualitativo hacia modelos cada vez más inclusivos, hasta que desaparezcan este tipo de espacios particularizantes y se trabaje sobre la inclusión de manera general desde y sobre la sociedad.Tal como dice Stolkiner “el éxito del campo de la salud mental es su propia desaparición”. En la misma línea nos preguntamos si es que deberían existir mas dispositivos específicos de rehabilitación en Salud Mental o si es tenemos que repensar y trabajar directamente más en la misma comunidad para que desde allí se pueda incluir. Lo aquí planteado nos permite postular que la comunidad representa el único tercer nivel posible en Salud Mental, además de ser muchas veces el primero por la importancia que todos podemos reconocer en la red de contención de cualquier sujeto para su proceso de salud-enfermedad.
Durante el transcurso de nuestra rotación fuimos observando que el MOI es una organización que da respuesta a algunas de las necesidades básicas que condicionan la vida: la vivienda. Pero no se limita solo a esto, ya que con su dinámica de organización desde el PIC permite articular los tratamientos e incluye a los pacientes en cooperativas de trabajo. La modalidad asamblearia permite trabajar desde lo que se concibe como “prevención cuaternaria”. Este nivel es el que busca reducir aquellos “daños iatrogénicos de la medicina”, en este caso dados por las instituciones asilares de lógica totalitaria que históricamente han sido utilizados para el “trata-miento” de los padecimientos mentales. El objetivo en el horizonte quizás sea entonces la integración plena, sin necesidad de abordajes particulares a los sujetos que padecen, sino desde una intervención, un abordaje y un trabajo también sobre los “incluidos”, es decir sobre el campo social ampliado para construir estrategias colectivas de inclusión de aquellos que sufren el estar por fuera. Es interesante notar que un símbolo que circula dentro del movimiento es el caracol, que además de ser aquel que anda con su propia casa a cuestas, también lleva su barrio y su lugar como ciudadano. Desde la organización se rescata el caracol como testimonio de la resistencia, autonomía y paciencia histórica. Elegimos relevar este punto desde el equipo de trabajo, ya que algo que a todos nos sorprendió fue la visita en la que pudimos ver efectivamente y con una presencia impactante, parte de las viviendas ya construidas que son habitadas ya por muchos de los cooperativistas. En el libro que publican se preguntan reiteradamente: ¿Cuál es la velocidad del sueño?... a veces la de la luz... a veces la del caracol” (2) Quizás también esta velocidad es la que se observa en los procesos de inclusión que se promueven desde los nuevos discursos y legalidades bajo el actual paradigma de abordaje de los padecimientos de Salud Mental. Frente a los posibles puntos de fuga que pueda abrir este escrito parece fundamental pensar nuestro rol como profesionales y representantes del discurso sobre Salud Mental, despegando de aquellas lógicas paternalistas tradicionales que muchas veces signan las decisiones e intervenciones intentando contradictoriamente arribar a prácticas integradas y restituyentes de autonomía. La revolución de los imaginarios que sostienen las lógicas detrás de las prácticas tradicionales tendrá que ver mayormente con las intervenciones que los profesionales de salud podamos inventar. Pero se trataría de estar dispuestos a inventarlas, estando primero dispuestos a repensarlas, a pensar nuestro horizonte, dando lugar a aquellos movimientos, minoritarios aún, que auguran ese camino para multiplicar sus efectos.
Bibliografía
1. Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Vidas Arrasadas Vidas Arrasadas La segregación de las personas en los asilos psiquiátricos argentinos. Informe sobre derechos humanos y salud mental en argentina. 2007 Mental Disability Rights International
2. MOI Movimiento... en movimiento: La lucha por la casa en la ciudad de Buenos Aires. Una experiencia autogestionaria – 1ª Edición – 2007, Buenos Aires, Asociación civil MOI
3. Sartorius, Norman. La Enfermedad Mental y el Capital Social. VERTEX Rev. Arg. de Psiquiat. 2009, Vol. XX: 263 - 267
4. Saraceno Benedetto. “La ciudadanía como forma de tolerancia”, OMS.1999
5. Basaglia, Franco. La condena de ser loco y pobre. Alternativas al manicomio. Topia editorial. Buenos Aires 2008
6. Canosa, L. Kaski, F. Luchetenberg, V. Rodriguez,J. Inclusion …¿A dónde?. Clepios. Revista de profesionales de salud mental en formación. 2010. Vol XVI N 3 110-113
7. Producción Colectiva del MOI. La experiencia del MOI y el Programa de Integracion Comunitaria. Clepios. Revista de profesionales de salud mental en formación. 2010. Vol XVI N 3.