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La ilusión de nuevos cuerpos

 

Entre las ilusiones liberadoras de las que nos hace prisioneros nuestra sociedad de consumo, podemos notar cómo el cuerpo fue ocupando un lugar de privilegio. Convertido en centro de atención y cuidado donde convergen prácticas y objetos, el cuerpo queda investido de valor y significado acorde a los paradigmas vigentes.
A simple vista pareciera un movimiento de renovación. El cuerpo se ha liberado, se muestra, se viste y desviste sin reservarse a intimidad. Se lo modela o bien se lo mantiene en sano equilibrio a fuerza de controles que, esta vez, parecen encontrarse en manos de cada sujeto en particular; a “su libre albedrío”. Nuevas formas del “cuidado de sí mismo” que sólo se reserva a las clases medias y altas que esperan no morir nunca, o vivir sin sobresaltos.
Piercing, tatuajes, cirugías estéticas -para lograr un cuerpo bello u horrible-. Gimnasias mecanicistas o expresivas, técnicas orientales renovadas, armonizaciones con piedras o perfumes, lectura de los gestos o las posturas con ensamblajes psicologistas y dietas; confluyen en un proceso de difusión y consumo masivo.
Todo esto parece nuevo, nunca antes visto. Pero, ¿es realmente así? Las nuevas prácticas sobre el cuerpo ¿son de esas valiosas producciones humanas que rompen con concepciones del pasado?
A mi juicio, las prácticas a las que me refiero, ya se concentren en la “forma”, el funcionamiento “óptimo” o en el intento de “armonizar cuerpo y espíritu”, encubren en su pretendida asepsia política e ideológica discursos tan disciplinadores y dominantes como aquéllos que pretenden superar.
Las prácticas en su forma, difusión y alcances parecen nuevas, pero en verdad son portadoras de un pensamiento heredado, ya sea de un discurso determinista o bien de un dualismo esencial donde la materia carnal presenta nuevas formas de ser controlada, siempre por un espíritu centrado en la recta voluntad y la acción correcta. Nuevos modos de reproducir los mismos valores, al servicio de un orden económico, jurídico, moral y social. Nuevas distracciones que refuerzan el individualismo como garantía para la perpetuación de un orden que, lejos de debilitarse, se fortalece cada vez más.

Los nuevos sapientes del cuerpo

En la sociedad de consumo los nuevos saberes sobre el cuerpo aparecen ya sea como transgresores de un pensamiento hegemónico propio de las ciencias naturales, o bien basados en ellas, como rasgo que los distinguen en su “seriedad”.
Sea como fuere, sus “poseedores” parecen nada saber, ni si quiera preguntarse, sobre los antecedentes de dichos conocimientos; qué concepciones del hombre y del mundo encarnan, qué subjetividad promueven.
En un mix de cosmovisiones, muchas veces excluyentes, se reafirma la necesidad de control sobre el cuerpo en una relación causal de orden mecanicista.
En oportunidades la existencia corporal se convierte en un texto que nos permite llegar o interpretar al alma en un juego de analogías entre la anatomía y un espíritu inmaterial, del orden individual o cósmico.
Un cuerpo legible e inteligible -no importa hoy en base a qué paradigma- sigue presentándose como un cuerpo controlable. Parece ser que la materia carnal sigue acechándonos, desde Platón hasta nuestros días, como lugar de oscuridad y descontrol que amenaza la vida ordenada por el intelecto bien educado del ser humano.
Quien posea el “saber” que le permita leer el cuerpo como un texto traducible, y conducirlo de la mejor manera, tiene un poder superior centralizado en un “grupo de expertos”.
De este modo la prescripción del que “sabe” se extiende en una tarea pedagógica y moralizante que determina las relaciones de cada uno con su propio cuerpo y con el de los demás. Legitima niveles de percepción o los descalifica, recomienda acciones sobre el cuerpo y reprime otras.
En este sentido, nada ha cambiado. El cuerpo, lejos de liberarse o desocultarse, queda nuevamente sometido a orden.

¿Cuestión de clase?

En la historia del pensamiento en occidente el cuerpo deviene en objeto. Distintas representaciones garantizan la continuidad del sometimiento. Cuerpo como objeto de las ciencias naturales, o de posesión personal; cuerpo como herramienta para el trabajo, cuerpo fetiche indicador de estatus, cuerpo como objeto de consumo. Sin embargo, y sobre todo a partir de la modernidad, la sociedad no puede considerarse como un todo uniforme.
La sociología y antropología contemporáneas nos alertan de no interpretar a las representaciones sociales como una producción homogénea. Los valores y concepciones que las prácticas corporales encarnan se encuentran en una relación directa, para algunos autores, con las condiciones socioeconómicas y productivas.
Así, para Boltansky, cada clase social es productora de una “cultura somática” que le es específica y propia del lugar que ocupe en la estructura económica y productiva.
Al respecto refiere que el desarrollo y difusión de las prácticas que promuevan la “conciencia del cuerpo”, -entendida como escucha de síntomas y liberación de tabúes-, así como el interés por el bienestar y el orden estético del cuerpo, es propio de las clases sociales que tienen un cierto poder económico. Afirma que cuanto más elevada es una clase social, mayor es la atención brindada al cuerpo; tanto en el orden de la prevención en salud como en el cuidado de la de la “imagen” con que el cuerpo se presenta al mundo.
En las clases mejor posicionadas económicamente, la “forma” es un valor. La vergüenza del cuerpo por su imagen, sería una vergüenza de clase, derivada de un cuerpo convertido en signo de status social entendido como representación y valoración directa de la persona.
Mientras que en las clases sociales que tienen una relación instrumental con su cuerpo como herramienta de producción en el trabajo, el valor se encuentra en la “fuerza” y la “resistencia”, es decir, en su capacidad productiva.
“Cuanto menos se emplea el cuerpo en las tareas de producción, concluye Boltansky, cuanto menos invierte las fuerzas corporales (energía) en el trabajo obligatorio, más piensa uno en atender al cuerpo, en escucharlo”.
De esta manera, podemos observar cómo las prácticas de “cuidado del cuerpo”, ampliamente difundidas en nuestra actual sociedad de consumo, surgen de representaciones ligadas a la estructura socioeconómica y modelan al cuerpo en pos de “marcar la diferencia”. Hallamos aquí otra línea de continuidad que garantiza no promover ningún desorden a lo instituido.

La autodisciplina sobre el cuerpo

La propuesta de muchas de las prácticas corporales en oferta nos alerta de la importancia de poner el cuerpo en orden con las leyes naturales o cósmicas. Un orden que parece no darse, sin embargo, en forma espontánea, sino que surge de una tenaz autodisciplina aplicada sobre un cuerpo, que por sí solo, nos acecha con oscuridad y caos. Hace falta, entonces, un alma racional que lo reconduzca. Y esto en el pensamiento de occidente, tampoco es nuevo.
Para Platón el orden era un principio rector del mundo verdadero y era necesario entrar en armonía con él. “Hay que cuidar -decía Platón en el Timeo-, las diferentes partes del cuerpo y del alma, imitando la estructura del mundo”. Todo desvío de ese orden podía ser reconducido por medio de un alma racional que sólo algunos seres humanos alcanzan a desarrollar. En la República, en su diseño de la polis delega la tarea de gobernar a los filósofos por ser los únicos hombres que han puesto en “justo orden” su propia alma. Así la figura del filósofo es la que cumple con la tarea de ordenar en su doble sentido: poner en orden y dar órdenes.
La clave del logro del filósofo sobre su propia alma es el “autodisciplinamiento”, punto central del “cuidado de sí” del que hablaba Foucault, como tecnología platónica del dominio individual. Y esa alma del filósofo, producto del autodisciplinamiento, se convierte en modelo de orden para la polis.
Dentro del diseño propuesto por Platón, así como al filósofo que tiene en orden su alma le corresponde el gobierno de la polis, es al médico a quien le toca ser el verdadero gobernante del “orden del cuerpo”. Estos principios platónicos tienen una importancia crucial en la historia de las ideas de Occidente cuya herencia es continuada en distintas esferas.
En la actual sociedad de consumo, la medicina entendida como un saber oficial sobre el cuerpo, debe compartir su rol “ordenador del cuerpo” con una variedad de prácticas que se arrogan la misma misión.

Nuevos imaginarios para un mismo paradigma

Fundadas en distintos saberes, articulados o yuxtapuestos, la profusión y difusión de prácticas destinadas al cuerpo se aprestan a “ponerlo en orden”, ya sea con las leyes naturales, con el alma cósmica o la psiquis individual.
Pero su trabajo no se limita al llegar a la forma bella y aceptada, ni al fortalecimiento necesario para alcanzar éxito, tampoco al lograr la mejor postura y el mejor funcionamiento. Ya sea que hablemos de mejorar la salud y la forma con ejercicios de fortalecimiento en algún aparato, o que nos tomemos de la mano para entrar en sintonía con el cosmos o que expresemos nuestras emociones, todo parece resignificarse bajo la premisa de un control racional sobre el cuerpo para ordenarlo y liberar el espíritu de una carne que lo aprisiona, con un objetivo de mejoramiento individual desligado de todo compromiso e interés por lo social. Lo que se promueve modificar es “la vida personal” reunida en nuevos grupos especializados que establecen sus propias reglas -tan rígidas como aquéllas contra las que se sublevan- para ordenar al cuerpo. La aparente revalorización deviene en tecnología de sujeción, cambiando un imaginario del cuerpo pero manteniendo intacto el paradigma.

 

Raquel Guido
Profesora de Expresión y Lenguaje Corporal
Licenciada en Composición Coreográfica, Mención Expresión Corporal (IUNA), Profesora de Artes -nivel universitario-, en Danza, Mención Expresión Corporal (IUNA). Se desempeña como docente terciaria y universitaria desde 1986 hasta la actualidad. Es Jefa de Trabajos Prácticos, regular en la UBA, Fac. de Filosofía y Letras, Carrera de Arte, Adjunta de las cátedras de Sensopercepción I y II y Titular regular de las cátedras de Expresión Corporal I y II en el IUNA, Departamento de Artes del Movimiento, Ma. Ruanova. Se especializa en formación y capacitación profesional desde 1986 y en la investigación de temáticas referidas al cuerpo en el orden de la salud, el arte, la educación y lo sociocultural. Publica sus trabajos en ámbitos académicos y medios especializados.
queli [at] infovia.com.ar

 
Articulo publicado en
Marzo / 2006