Cuando el Director de Topía me invitó a participar en este número de la revista, lo hizo proponiéndome la elaboración de un artículo para la parte especial de la misma, cuyo tema es 'Destinos del placer en la cultura actual'.
Le dije que me parecía un título atractivo y conveniente ; atractivo porque se abre o apunta hacia un territorio amplio donde lo subjetivo se toca con lo cultural, lo social se choca con lo filosófico y lo histórico se infiltra de lo metahistórico. Conveniente, porque como estrategia editorial es lo suficientemente ambiguo y hasta impreciso para convocar muchas perspectivas, sean disciplinarias o de estilo.
Me envió los últimos números aparecidos, que agradecí, al tiempo que su ojeada y lectura me llevó a pensar que, en los tiempos político-sociales que corren, ser invitado para escribir sobre la cultura en la actualidad era, ciertamente, un placer en si mismo y también, sin advertir más asociaciones, que dentro de la cultura actual es placentero mantener el destino de la escritura.
De todos modos, y en una forma un tanto apresurada le dije ante mi propia sorpresa que, respecto de ese tema convocante, creía que en cuanto al placer, la cultura y la actualidad, me sentía mas bien tentado a escribir sobre el destino. No sé muy bien por qué le manifesté esta inclinación cuando en realidad sólo me invitaba a escribir, sin otras preferencias respecto al contenido de ese pedido.
Tal vez, lo hice pensando en la posible participación de algún psicoanalista, quien escribiría seguramente acerca del orden del goce o las vicisitudes de lo placentero ; y de algún sociólogo o crítico de la cultura que bien podría abordar aspectos de actualidad o de aquello que denominan el 'consumo cultural'. Si fuera así, lo que yo podría escribir no sería más que un agregado, sin duda redundante, para su lectura en un dossier.
Claro que podría decir algo respecto a la dimensión institucional ; por ejemplo que en una cultura altamente instituída -mediatizada- la dimensión instituyente que aún abriga lo placentero se encuentra enfrentada ante cierta rutinización, una captura de lo diferente dentro de la mismidad de siempre. Y que el placer de la exploración estética se nota amenazado, asechado por lo reiterativo e incluso lo obsceno ; y que lo imaginario está bastante empobrecido o hasta ausente de los procesos de institucionalización cultural.
Sin embargo, ante esos virtuales discursos más autorizados, me vería obligado a ofrecer ciertas precisiones respecto, por ejemplo, a lo que entiendo por placer, y también -aunque sea tan sólo con difusas alusiones- si entiendo que dentro de lo cultural está todo o si le otorgo una acepción más restrictiva.
Por supuesto que, en estas cavilaciones, irrumpe de inmediato mi vocación por la autonomía intelectual y me concedo la autorización para decir lo que se me da la gana… del placer, del inconsciente, de la cultura, del malestar social y hasta de la puntual actualidad política electoral, con pronósticos de ocaso y algunos diagnósticos terminales.
A renglón seguido me asalta otro asalto : que, por ejemplo, debería releer 'Más allá del principio del placer', o que tendría que aprovechar a Virilio o alguna actualización marcusiana, utilizar tal vez los conceptos de 'distancia interior y distancia exterior' de Rozitchner, o poner en tensión vinculante alguna página de Lukács con alguna otra de Benjamin ; al tiempo que me llega la autoadvertencia de que no he sido invitado a escribir toda una tesis, ni siquiera un proyecto de investigación sino sólo un breve artículo y que, ante la propuesta recibida, lo que me apareció fue el deseo de escribir sobre el destino.
Pero, claro que no sería acerca del destino del cristianismo, del capitalismo o de las pulsiones, sino escribir sobre uno que siento más próximo que aquellos, aunque seguramente está relacionado con ellos : el destino de escribir, de la escritura como destino.
Y si, como en la vida actual, vamos de asalto en asalto el subsiguiente que me sobreviene es el de anonadamiento. ¿A quien podría interesar las secretas intencionalidades -sabidas y de las otras- de mi escritura ? A lo que obtengo pronta respuesta : a nadie, o, seguramente, a los mismos que podría interesar lo que escribo respecto del placer, la cultura o la actualidad.
Porque el destino de escritura no trata de estar o verse obligado a escribir sino de algo mucho más sencillo, es decir, de escribir sin otra finalidad que el acto mismo de llevarlo a cabo.
Establecida la consigna de autor, aparece el lector. Nadie o todos, ¿a quien escribe uno ? ¿a quien escribo yo ? ¿a quien escribe el 'yo' que escribe ?
Es importante señalar que si la escritura tiene un destino eso no es lo mismo que decir que tiene destinatario. Uno escribe a nadie o a todos porque la escritura no tiene objeto o, más precisamente, solamente tiene por objeto el objeto de expresarse. No se trata del objeto acerca de lo que se escribe sino del objeto mismo de la escritura.
En la intimidad del acto de escritura, que es una de las pocas intimidades que aún quedan, el público, el otro (¿irá con mayúsculas aquí?) no tiene presencia ni ausencia ni falta. Tiene existencia, pero no está ni presente ni ausente.
Cuando se tiene a la escritura como un sino, como un destino, lo que está presente es un cierto dar cuenta de algo. Dar cuenta, contar, testimoniar algo que no es lo mismo que comunicar. Lo que existe es una moción, una fuerza, una compulsión a la escritura ; su único destino es parecido a otro público y conocido : dejar de ser lo que es, realizarse, acabar en escritura.
Es verdad que, en la cultura actual (whatever it means) se impone más la intención de comunicar, aunque no haya nada que decir. El mismo silencio pasa por algo monstruoso, aún cuando sin silencio no habría sonoridad, ni musicalidad.
También comprendo que, en la cultura del presente -de la omnipresencia- el destino comunicacional no es causado por el placer, aún cuando la comunicación pueda ser placentera. La comunicación tiene una finalidad pero no una destinación, hay un destinatario pero no es un destino.
El acto de comunicar viene causado por cierta necesidad generada más por el mercado de los intercambios que por el mundo de los afectos. Y, no creo meter la pata si señalo que los dispositivos de placer, también entendidos como agenciamientos de deseo, responden a este mundo antes que a ese mercado.
No tenemos muchos antecedentes respecto en la actual cultura de la imagen, pero son proverbiales las historias de escritores -poetas, narradores, filósofos- que, teniendo como destino manifiesto (y del otro) la escritura, estuvieron dispuestos a todo antes que a dejar de escribir. Como quienes, atados a otros destinos, fueron capaces de matar o morir antes que verse privados del cumplimiento de la fuerza, esa vibración corporal, que se transmite -transfiere- hasta en los gestos más inexpresivos.
En efecto, si el placer fuera gobernado por sus destinos seguramente nada debería existir en la cultura actual -o en cualquier otra- que pudiera impedir su satisfacción. Y, no obstante, son más los gestos de insatisfacción y de no cumplimiento lo que acompaña a los genuinos movimientos culturales de la época.
Hay una frase spinoziana que, como latiguillo, me resuena -asocio- cuando pienso en temas como el del título propuesto : "los hombres luchan por su esclavitud como si fuera su libertad". Exhorto a quien lea esto a que no lo remita a no sé que formas culturales del masoquismo, o a ciertas pretendidas formas asociales del deseo o a la innata preferencia por la imbecilidad, sino a las formas de la satisfacción social y del placer, esto es : al destino de acabamiento de lo que se desea.
Porque, si no entiendo mal, lo que se desea -si se desea efectivamente- tiene destino, y al destino de deseo no hay con qué darle sino dándole -solamente- satisfacción, realizándolo, acabándolo. No basta para explicarlo, eso dicen numerosos autores, con una teoría general de la represión.
Si los destinos del placer en la cultura son, efectivamente, eso : destino y placer (placer destinado o regocijo, destinación placentera o gozosa), entonces ¿hay cultura -incluso la actual- que pueda sojuzgarlos ?
Cuando comprobamos que los hombres luchan por su esclavitud será, entonces, porque la desean, aunque parezca o lleve el nombre de libertad. Con lo que, además, parece haber toda una respuesta política, incluso respecto de los pronósticos electorales actuales.
Tal vez, no lo sé, haya todo un placer en sentir el destino de la desgracia, y tal vez exista cierto regocijo en el destino que pone afuera y lejos la satisfacción del deseo ; tal vez se compruebe un secreto designio ascético en la cultura actual que prefiere el elogio de la banalidad y la pavada como forma hedónica de destino del placer.
Advierto que no son respuestas simples las que solicitan preguntas sobre los destinos del placer en la cultura actual. Pero, no quería escribir acerca de esto, sino que me había propuesto hacerlo alrededor de la escritura como destino y, sin advertirlo, cumplí con el mandato interno recibido bajo la forma de una invitación. Con lo que se hacen evidentes ciertos cumplimientos inconscientes, y también otra cosa : que otra vez cumplo con el atavismo singular de la escritura. Espero que el director de la revista comprenda que, a mi modo, escribí sobre lo que me pidió.
Gregorio Kaminsky
Filósofo