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Mujeres en la mira del patriarcado neofascista

 

Ante el incremento de la violencia y la crueldad contra las mujeres y disidencias sexo-genéricas, en el marco del patriarcado neofascista, me interrogo si desde el Psicoanálisis tenemos algo que decir y hacer. Freud se preguntó sobre la violencia de su época, el porqué de la guerra y teorizó sobre ello. Al inaugurar su concepto de pulsión de muerte, consideró inevitable la violencia y la guerra, y parece que el tiempo le ha dado la razón. Pero no dejó de lado considerar posibles formas de amortiguarla y para ello propone apelar a Eros, a las ligazones afectivas, a las identificaciones.

En primer lugar, me interpela la elección de un proyecto político destructivo, en un país que, si bien sufre las violencias mencionadas, es todavía considerado en el mundo por su defensa de los DDHH y por su gran producción intelectual, artística, cinematográfica, científica y psicoanalítica, entre otras. Si bien considero que para que esto ocurra confluyen múltiples factores que no desconozco, desde la perspectiva de género, podemos decir que el elegido encarna una masculinidad violenta y perversa. El modelo del macho patriarcal, sobre el que tanto se ha escrito desde el feminismo ha triunfado.

Milei había negado la brecha de género y definido al feminismo como una pelea ridícula y antinatural entre el hombre y la mujer. No voy a pedir perdón por tener pene y no tengo por qué sentir vergüenza de ser un hombre blanco, rubio y de ojos celestes

Según datos de encuestadoras, los votantes son un 70% de jóvenes menores de 24 años y a medida que aumenta la edad disminuyen los votos. Ahora bien, con respecto al género, el 51% son varones, es decir que estamos ante un predominio de varones jóvenes, casi adolescentes. Para tratar de entender este fenómeno, viene en mi ayuda un texto del sociólogo estadounidense y portavoz de la Asociación Nacional de Hombres contra el Sexismo, Michael Kimmel titulado: Hombres (blancos) cabreados. La masculinidad al final de una era, donde realiza un análisis del electorado de Donald Trump y lo caracteriza como “la rabia del hombre blanco.” La tesis es que la ira del hombre blanco brota de la potente fusión de dos sentimientos: la superioridad y el victimismo. (Kimmel, 2019:12). Y afirma que la victoria de Trump, en su momento y el auge de la ultraderecha en Europa ratifican su tesis.

¿Podemos pensar que a los electores de Milei los mueven los mismos sentimientos? Indudablemente existen diferencias fundamentales en los diversos países, pero coincido en la necesidad de explorar cómo el género se vincula con estos movimientos políticos.

En nuestro país, la construcción y difusión del candidato, avalado por los grupos de poder económicos, se fue dando a través de los medios de comunicación y redes sociales. El uso de la imagen, tan propio de nuestra época y de los códigos de las redes, fue determinante en la convocatoria identificatoria. Desde el aspecto físico aparentemente descuidado, campera de cuero negra rock star, cabellera abundante y despeinada, rostro desencajado, mirada rabiosa, gritos, insultos, gestos de amenaza corporal. El uso de objetos como palos, motosierra, enarbolados para la destrucción, el despliegue de furia que apela a la emoción, las palabras escasas pero contundentes, el vocabulario simple y primario, de mensajes breves a modo de eslogans, han dado resultado porque son repetidos de manera idéntica por los seguidores.

Se trata de la encarnación del macho primitivo, con características adolescentes, de rebeldía, bronca, furia. El mensaje y la forma de difundirlo privilegiando a TikTok, a X, nos dice que la comunicación va dirigida principalmente a quienes usan dichos dispositivos: gente joven. La figura metafórica para representarse es un gran león, similar a un dibujo de los cuentos infantiles y de gran tamaño. Es una imagen familiar, que todos les jóvenes reconocen y con la cual empatizan. El rey de la selva, superior al resto de los animales. Representación que sugiere animalidad, salvajismo, puro instinto y poder. Este macho patriarcal es primitivo a tal punto que se toca con la animalidad, la pulsión más allá de la razón. En el discurso del presidente, también abundan las palabras-insultos que remiten a animales. Burra, ratas, piojos, cucarachas. ¿A qué tipo de identificación apela? ¿Este vocabulario es efecto de una sinrazón o es una estrategia para instalar mediante un lenguaje simple e infantil la cancelación de aquellos que no son “gente de bien”, gente como uno, es decir, los que adhieren a su proyecto?

Es evidente que en la elección del candidato primaron las emociones, trasmitidas a través de la gestualidad y de los mensajes paraverbales. Rabia y venganza, como describe Kimmel a los votantes de Trump, hombres blancos muy enojados porque se sienten humillados y esa es la fuente de su ira. Dice el autor, que la humillación proviene de un sentimiento de fracaso económico, en la medida en que no pueden continuar siendo los proveedores, y consideran que este fracaso se debe a las mujeres y a los inmigrantes, que les han quitado los puestos de trabajo y han logrado derechos que antes les pertenecían exclusivamente a ellos.

El discurso de odio de Milei, sostiene la promesa de volver a un orden natural, el paraíso perdido del patriarcado, donde cada quien ocupe el lugar que la naturaleza le ha destinado

Para explicar este fenómeno, Kimmel acuña el término derecho agraviado. Los agraviados creen que actualmente no se los recompensa de la misma forma como se hizo con sus padres y abuelos, los blancos, que construyeron este mundo y que sólo les corresponde a ellos. Para cerrar estas heridas, los discursos neofascistas ofrecen una narrativa que les confirma que las mujeres están robando a los hombres su masculinidad. Kimmel afirma que muchos activistas por los derechos del hombre ven el mundo del revés: creen que el hombre es la nueva víctima de discriminación y es como si todo lo que ha conseguido la mujer en términos de igualdad hubiese sido a expensas del hombre.

En un estudio que realicé sobre masculinidades, pude reconocer los miedos que sienten muchos varones al poder en ascenso de las mujeres, y cómo esos miedos suelen desencadenar violencias contra ellas. Desde que ocupamos espacios que antes eran exclusivos de los varones, el temor a ser reemplazado se ha incrementado, sumado a que la precariedad económica que provocan las políticas neoliberales, imposibilita el cumplimiento de mandatos de masculinidad hegemónica como el de la provisión y la potencia. En las palabras que repiten algunos femicidas, conmigo no se juega, no me quedaba otra, te dije que te iba a golpear donde más te duele, encontramos esta perplejidad ante la autonomía de la mujer y la reacción del castigo. Intento de disciplinamiento, desde la perspectiva del victimario transformado en víctima, quien a través del femicidio se transforma nuevamente en victimario, colocándose en una posición de superioridad con respecto a la víctima (Fernández Boccardo, 2020).

En este análisis, no podemos obviar los cambios verdaderamente revolucionarios que ocurrieron en los últimos tiempos en las condiciones de vida de las mujeres, con el acceso a nuevos lugares simbólicos. Mujeres desobedientes que intentan cumplir con sus deseos y se adueñan de sus vidas, transgrediendo los mandatos tradicionales y los modos de subjetivación patriarcales. En el contexto de un país donde en los últimos años hubo un notorio protagonismo del movimiento feminista y de las disidencias sexo-genéricas, que ocuparon masivamente el espacio público, adquiriendo mayor visibilidad y nuevos derechos que ya forman parte de nuestra legislación.

El discurso de odio de Milei, sostiene la promesa de volver a un orden natural, el paraíso perdido del patriarcado, donde cada quien ocupe el lugar que la naturaleza le ha destinado. En el marco de la batalla cultural, que él mismo ha anunciado, elige el 8 de marzo -mientras miles de mujeres marchan en todo el país- para difundir un video que muestra el reemplazo del Salón de las Mujeres por el Salón de los Próceres de la Casa Rosada. Próceres aguerridos en vez de mujeres revolucionarias. Karina Milei muestra la imagen del ex presidente Julio Argentino Roca a la vez que se tapa el cuadro de Juana Azurduy. Juana, símbolo de la mujer desobediente, es tapada y reemplazada por la imagen de un genocida de los pueblos originarios.

Ya anteriormente, Milei había negado la brecha de género y definido al feminismo como una pelea ridícula y antinatural entre el hombre y la mujer. No voy a pedir perdón por tener pene y no tengo por qué sentir vergüenza de ser un hombre blanco, rubio y de ojos celestes. Aquí podemos coincidir nuevamente con Kimmel: superioridad y victimismo. Violencias de género y raza. Estos no son para nada exabruptos, como algunos medios los quieren significar, tal vez para disculparlo. Estas son repeticiones exactas de expresiones de la ultraderecha global, y no hay nada espontáneo sino un plan de disciplinamiento necesario para la instalación de un programa económico que elimina a quienes molestan y se salen del orden “natural” de las jerarquías de género, raza y clase social.

La crueldad es la marca de este patriarcado neofascista, crueldad como shock para amedrentarnos, para debilitarnos, para aislarnos, para eliminarnos

 

Kate Millett, en su libro Política sexual de 1969, dedica un capítulo a los movimientos contrarevolucionarios de la política patriarcal ante el avance feminista en los años 30: el nazismo y el stalinismo. La autora nos indica que, en la Alemania de 1928, el feminismo contaba con una confederación de organizaciones que incluía a millones de mujeres que se constituían en una verdadera fortaleza y el nazismo se propuso socavar sus cimientos de modo metódico. Fue tan hábil esta apropiación gradual de los agrupamientos que, en 1930, las organizaciones nazis habían suplantado casi por completo a las feministas. Según Millett, para el fascismo el lugar de la mujer es siempre de madre y esposa y para mostrarlo cita un fragmento de un discurso de Hitler de 1934: (…) el mundo de la mujer está en su marido, su familia, sus hijos y su hogar. No nos parece conveniente que la mujer se inmiscuya en el mundo del hombre (…) El hombre sostiene la nación y la mujer la familia. La igualdad de derechos de la mujer estriba en que ésta reciba la alta estima que le corresponde en ese reino que la naturaleza le ha asignado (Millet, 1995).

Hace tantos años de esto y sin embargo no lo veo tan distante. El ataque al feminismo es porque subvierte a la familia conservadora, célula de la nación, tal como lo expresara Hitler. No estaba tan equivocado al pensar que las mujeres sostenemos la vida, en tanto somos cuidadoras y reproductoras de la fuerza de trabajo, cimiento económico invisible de la sociedad de clases.

Para imponer este modelo de feminidad en la historia, se necesitó hacer una cacería de brujas en Europa -dos siglos de ejecuciones y torturas que condenaron a miles de mujeres a una muerte atroz por resistirse al poder de la Iglesia y el Estado- según la historiadora Silvia Federici. Éste fue el principal requisito para la reorganización del trabajo reproductivo que exigía la fundación del capitalismo y que supone el nacimiento de la mujer sumisa y domesticada (Federici, 2010). Un capitalismo que se funda sobre la caza de brujas, el control sobre los cuerpos de las mujeres y disidencias, las violencias de género físicas y simbólicas.

Con la asunción de este gobierno, aquello que permanecía larvado en un silencio incómodo, ha comenzado a expresarse. El sociólogo Daniel Feierstein propone pensar este neofascismo como práctica social, lo que implica la búsqueda de una movilización reaccionaria para recortar derechos; la irradiación capilar del odio proyectado a grupos a los que dirigir la frustración y el enojo, y la realización de la victoria del capital consolidando una redistribución regresiva del ingreso (Yaccar, 2023).

La crueldad es la marca de este patriarcado neofascista, crueldad como shock para amedrentarnos, para debilitarnos, para aislarnos, para eliminarnos. La crueldad es el basamento de este régimen donde el otro ni siquiera es humano, los que molestan, los improductivos, no merecen vivir, son desechos. Que muera quien debe morir. La historia tiende a repetirse, dicen. En la Europa del siglo pasado multitudes apoyaron el proyecto nazi que prometía limpiar a la sociedad de los culpables de todos los males: comunistas, socialistas, anarquistas, judíos, pobres, homosexuales, gitanos, no-arios, psicoanalistas, feministas. Y ya sabemos cómo terminó. Se eliminaron 100 millones de personas. Hoy han retornado estos discursos y proyectos políticos.

Volviendo a la pregunta inicial sobre nuestra posición como psicoanalistas, considero que tenemos una gran tarea. Una de ellas es revisar nuestras teorías a la luz de los acontecimientos actuales y romper el paradigma heteropatriarcal productor de exclusiones y discriminaciones. Adhiero a la des-patriarcalización, des-heteronormativización y des-colonización del psicoanálisis. No podemos seguir construyendo teoría sobre un sujeto imaginario universal, ahistórico, patriarcal y adultocéntrico. Sabemos que ese sujeto no es más que el modelo masculino heteronormativo y supremacista blanco.

Considero que los nuevos desarrollos teóricos de los feminismos, los Estudios de género, las teorías queer, la perspectiva decolonial y otros, que trascienden ese paradigma no pueden ser desoídos y merecen un trabajo de intersección y articulación teórica. Padecemos una colonización cultural que produce verdaderos obstáculos epistemológicos, y nos impiden profundizar sobre los modos de subjetivación en realidades como las nuestras, con problemáticas sociales como la pobreza, las violencias, las exclusiones, el narcotráfico, las adicciones y otras. Hace más de un siglo Freud convulsionó a la sociedad con su propuesta. Sacó del closet la sexualidad, la expuso públicamente como el origen de todos los tormentos, en un momento histórico donde regía la doble moral burguesa.

Hoy, nos encontramos con otra moral, la de la deshumanización, la de la falta de empatía con la o el diferente. Siguiendo la propuesta freudiana, lo disruptivo en este momento, es apostar a los lazos afectivos, a las identificaciones necesarias para sostener a las otredades como semejantes. Convocar a pensarse, a asociar, a interpretar, a historizar, en estos momentos de parálisis del pensamiento crítico implica una contracultura. Contracultura indispensable en esta lucha contra quienes proponen un mundo para pocos, para los dueños y sus privilegios. Desde este lado del psicoanálisis y de la vida, apuesto a un mundo para todas y todos, otro mundo posible antagónico al patriarcado neofascista.◼

 

Bibliografía

Federici, S., Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Madrid, Traficantes de sueños, 2010.
Fernández Boccardo, M., “‘Conmigo no se juega.’ Masculinidades violentas y el femicidio como acto disciplinador” en Revista digital ElSigma.com, 25 de septiembre de 2020.
Kimmel, M. (2017), Hombres (blancos) cabreados. La masculinidad al final de una era, Valencia, Barlin, 2019.
Millett, K., Política sexual. Madrid, Cátedra, 1995.
Yaccar, MD, “Daniel Feierstein: ‘El peligro es que el neofascismo sea gobierno’”, Página/12, 10 de abril de 2023, Recuperado de: https://www.pagina12.com.ar/538983-daniel-feierstein-el-peligro-es-que-el-neofascismo-sea-gobie

 

Marta Fernández Boccardo, Doctora en psicología
mafeboc300 [at] hotmail.com
IG: @martafboccardo

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Articulo publicado en
Agosto / 2024