Dar en el blanco: Desafíos y horizontes de la Salud Mental en Argentina. Pensar lo que se hace y saber lo que se piensa | Topía

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Dar en el blanco: Desafíos y horizontes de la Salud Mental en Argentina. Pensar lo que se hace y saber lo que se piensa

 
La Docta Ignorancia, 2020. 105 páginas

Esta es una publicación reciente del Grupo de Estudios Psicológicos y Sociales (GEPS), una fundación pensada y nacida como un espacio de investigación, estudio y capacitación que pretende interrogar, acompañar e incidir a través de sus diversas acciones, en el campo de la Salud Mental. A continuación transcribimos un fragmento del Prólogo escrito por Viviana Demaría y el texto de Marité Colovini.

Prólogo

Estas serán, para quienes comiencen a leer desde aquí, las primeras palabras con las que se encontrarán en esta publicación. Pensé mucho hacia dónde deberían dirigirse estas palabras preliminares, por varios motivos. Porque mis compañeras y compañeros del Grupo de Estudios Psicológicos y Sociales me honraron con la tarea de escribir este aparte y su confianza y generosidad me llenaron de emoción y al mismo tiempo de mucha responsabilidad. También, porque son innumerables los caminos que se abren a través de esta convocatoria. Desafíos y horizontes de la Salud Mental en Argentina - Pensar lo que se hace y saber lo que se piensa, es una premisa que dibuja un paisaje inmenso y nos invita a la aventura de reflexionar e imaginar. (…)

Pensar lo que se hace y saber lo que se piensa (elucidar, diría Castoriadis), es reconocer que estamos en este mundo, atravesadas y atravesados por sentidos que lejos de permanecer en quietud, se dinamizan en cada cachorro humano que llega a este mundo. Hubo un tiempo en que fuimos nuevos y nuevas, recién llegadas. El mundo hizo algo con nosotros y luego hicimos algo con eso que hicieron de, en y con nosotras y nosotros. Y así será después y después.

Saber que esta historia de relanzamientos de sentidos continuará, no nos habilita a permanecer indiferentes en el presente. Estamos invitadas e invitados a la historia. Y podemos trabajar para la oclusión y la cristalización de los sentidos -suceso que nos regresará seguramente a un medioevo ético, como en El Cuento de la Criada- o podemos aventurarnos a la imaginación y a la interrogación permanente.

Quienes escriben en esta publicación -Laura Capella, Enrique Carpintero, Marité Colovini, José Alberto Muñoz, Enrique Saforcada, Cristina Straniero y Cecilia Tosi- son valientes mujeres y varones de su época. No sólo por sus ideas, sino porque sostienen sus convicciones en sus textos sin temor a dejarse conmover por las problemáticas de su tiempo. Cada quien le imprime un carácter singular, signado por los avatares propios y por el ángulo desde donde observa. Puestos frente a este desafío, ellas y ellos se hicieron eco y respondieron con sus pensares, pareceres y conocimientos. Por eso, mi gratitud como integrante del Grupo de Estudios Psicológicos y Sociales, es inmensa.

Finalmente, debo reconocer que este prólogo es una excusa. Una excusa para poder decir que el mundo tal y como lo conocemos no fue hecho de una vez y para siempre; para decir que los humanos somos palabras, sueños y producto de históricas batallas por la igualdad de numerosas generaciones de mujeres, varones y disidencias. Una excusa para volver a decir una vez más, que aceptar -sin ofrecer siquiera una mínima resistencia- que se instale como precepto naturalizado el no reconocimiento del otro como semejante, es el camino discursivo mediante el cual los poderes fácticos nos vacían de humanidad, nos silencian, destituyen y desplazan tanto de la escena política como de la vida privada promoviendo una ciudadanía de baja intensidad. Este prólogo es una excusa para decir que creo firmemente en que una política pública basada en el reconocimiento de los Derechos Humanos, es el instrumento por antonomasia que garantiza a todas y a todos un lugar en este mundo, que es lo mismo que decir un lugar en la historia, que en definitiva es un lugar en la siempre creciente y ampliada noción de humanidad.

Viviana Demaría

Psicoanalista, escritora, integrante del Área Identidad del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) - Regional Mendoza y Presidenta de GEPS.

Febrero 2020

 

El campo de la Salud Mental y el paradigma de la complejidad

Marité Colovini*

 

…Se trata de enfrentar la dificultad de pensar y de vivir.

E. Morin, El método, Tomo 6, La ética.

…esa mezcla de determinismo y de lo imprevisible. La creación del universo es antes que nada una creación de posibilidades, las cuales algunas se realizan, otras no.

Ilia Prigoyine

Múltiples son las exhortaciones para dotar al campo de la salud mental de investigaciones, referencias, conceptos y teorías que puedan dar cuenta de su especificidad.

La búsqueda por la vía de un proceder transdisciplinario es la que en estos tiempos ubica de modo más adecuado las dificultades.

Ya ha quedado demostrado que no hay ninguna disciplina que por sí misma pueda abarcar la totalidad del campo, tanto desde el punto de visa epistemológico como desde las consignas que van delineando las políticas en su interior.

Los problemas que en la actualidad se presentan como debiendo ser abordados por los trabajadores de salud mental se muestran complejos, con múltiples facetas, y conformados por diferentes estratos, lo que dificulta su lectura y mucho más la posibilidad de intentar estrategias para resolverlos.

Tomemos como ejemplo un problema que asola nuestra ciudad: la violencia. Las investigaciones y propuestas han ido descomponiendo el fenómeno en múltiples predicaciones: violencia de género, violencia familiar, violencia en la escuela, violencia barrial, violencia ciudadana, violencia simbólica, etc., etc.

Tratándose de considerar las causas de la violencia, esas mismas investigaciones van desde la multicausalidad a considerar una reducción tal que se llega a decir que se trata de algo inherente a la misma condición humana. Podríamos seguir ubicando el modo en que desde la separación y clasificación, actitud considerada “científica”, se extravía el norte y se fragmenta el conocimiento… sin lograr que de ese modo podamos abordar el fenómeno en su complejidad misma.

Cada disciplina tiene su utilidad, por supuesto, pero sin intentar un viaje interdisciplinario1 es imposible tratar con fenómenos de “cualidad humana”. Y son precisamente este tipo de fenómenos los que se nos presentan como inherentes al campo de la salud mental.

Refiriéndose a la organización de los conocimientos, Morin cita a Pascal quien en Pensées dice: “Como todo es causado y causante, ayudado y ayudante, mediato e inmediato, y como todo se mantiene por un vínculo natural e insensible que relaciona a los más alejados y a los más diferentes, considero imposible conocer las partes sin conocer el todo y conocer el todo sin conocer particularmente las partes.”

De este modo nos recomienda ubicar cada cosa pensada en su contexto, tratando de inscribir todas las cosas y hechos en un marco u horizonte.

Volviendo al fenómeno de la violencia, podemos situar cuánto erraríamos nuestros análisis sin considerar en qué contexto se presenta. Y no hablo solamente del lugar o territorio, sino también considerar en qué tiempos vivimos, tanto globalmente como localmente. Entonces no es lo mismo si se produce un asesinato en un barrio marginal y en la situación en la que se cambia la cúpula policial de la provincia, o un saqueo en tiempos preelectorales, con focos en diferentes ciudades del país. Tampoco es lo mismo si atiendo un brote psicótico con excitación psicomotriz en el consultorio particular o en el Centro de Salud.

Utilizar la metáfora de la partitura musical, quizás pueda iluminarnos acerca de las dificultades, pero también de un método posible para nuestra tarea de captar la realidad en la que tenemos que trabajar, tanto cuando investigamos como cuando pensamos en las estrategias y tácticas de intervención. Se trata de varios registros, de múltiples niveles, cada uno con su propio código de desciframiento, pero que actúan sincrónicamente y sostienen relaciones complejas.

Entonces, cuando tratamos de explicar las dinámicas de nuestros objetos de estudio, (repito: todos fenómenos de cualidad humana), tenemos que innovar en cuanto al método, ya que para comprender lo que sucede con la vida y el modo de existir de los seres parlantes, no alcanzan las metodologías tradicionales. Morin cita a Machado en su célebre poema: “Se hace camino al andar.”

Además, nuestras investigaciones se enfrentan al caos y a la incertidumbre, tanto en relación con aquellos fenómenos que estudiamos, como respecto a nuestra propia subjetividad frente a la tarea de desbrozar la realidad y proponer respuestas a las crisis que se suceden. Pensar aceptando que en la misma dinámica del pensamiento nos encontraremos con el desorden y la inestabilidad es claramente el desafío del pensamiento complejo.

Si proseguimos con los ejemplos más arriba mencionados, sabemos que tratándose de acciones humanas, las acciones violentas no respetan determinismos ni fronteras disciplinares, sino que se nos presentan como una complicada red de relaciones, que nos obligan, en el esfuerzo de estudiarlas, a saltar incesantemente de un campo a otro.

Si complexus, raíz etimológica del término complejo, deriva de “lo que está tejido junto” para “cartografiar”2 los fenómenos del campo de la salud mental, tenemos que seguir los hilos, uno a uno, ubicar sus nudos y visualizar la trama de ese tejido que constituye el campo.

“La complejidad viene de la imprevisión potencial (no calculable a priori) de los comportamientos de este sistema, vinculada en particular a la recursividad que afecta al funcionamiento de sus componentes (“al funcionar se transforman”), suscitando fenómenos de aparición ciertamente inteligibles, pero no siempre previsibles.”3

Si aceptamos correr el riesgo de investigar lo que no es “científicamente calculable”, porque operamos en una realidad que no responde solamente a leyes físicas o naturales, si aceptamos enfrentarnos a la diversidad y no rechazarla, si aceptamos la inestabilidad y el “desorden organizado”, si aceptamos derribar las estrechas fronteras de las disciplinas; es que estamos, aún sin saberlo, en el paradigma de la complejidad.

El “Paradigma de la complejidad” garantiza el contexto conceptual en el cual pueden desarrollarse nuestros ejercicios de modelización de los fenómenos que percibimos complejos (“punto de vista”): una complejidad a la vez organizada y recursivamente organizadora.

Otro aspecto sumamente importante para orientarnos en las investigaciones de nuestro campo, es que la ciencia es sólo una de las posibles interpretaciones y representaciones de mundo. El saber que encontramos en las narrativas de los actores y agentes presentes en las situaciones con las que nos enfrentamos diariamente quienes practicamos en el campo de la Salud Mental, es de una gran importancia, y merece un destacado lugar entre los modos en que construimos nuestros pensamientos y argumentaciones.

Según De Almeida, M. (2007, 13): La comprensión de que el observador interfiera en la realidad de la cual trata tiene permitido reducir la fractura entre sujeto y objeto, objetividad y subjetividad, mundo fenoménico, teoría y práctica, hacer y saber.

La configuración actual de los saberes del campo de la Salud Mental imita a un puzle desordenado. Por ello, se requiere de quienes nos adentramos en él, una mutación subjetiva: producirnos y dejarnos producir por lo que estudiamos, y darles a nuestros trabajos la flexibilidad, multiplicidad y diversidad que nuestros objetos requieren. Pero también, encontrar las formas y recortes en que un fragmento encaja en otro, aunque cada uno de ellos pertenezca a ámbitos científicos diversos.

Hay riesgos que podemos anticipar: éstos son la dispersión y la desarticulación, los esfuerzos in-coordinados, las superposiciones. Teniéndolos como posibles, también es un gran desafío su superación o la declaración de escollos inevitables o impasses. El no-todo nos afecta también con su irreductibilidad.

Quizás podemos pensarnos como “practicantes e investigadores de los intersticios”… y así aportar en abrir lo que las posiciones del positivismo a ultranza amenaza concentrar. Colaborar con establecer puentes entre lo que aparece como islas de conocimiento, nos convierte también en ingenieros de la comunicabilidad y de la cooperación entre los saberes.

¿Quién mejor que Edgard Morin, para presentarnos la complejidad? En Introducción al pensamiento complejo (1988, 32) dice:

“¿Qué es complejidad? A primera vista la complejidad es un tejido (Complexus: lo que está tejido en conjunto) de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados: presenta la paradoja de lo uno y lo múltiple. Al mirar con más atención la complejidad es, efectivamente, el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico.

Así es que la complejidad se presenta con los rasgos inquietantes de lo enredado, de lo inextricable, del desorden, la ambigüedad, la incertidumbre… De allí la necesidad para el conocimiento, de poner orden en los fenómenos rechazando el desorden, de descartar lo incierto, es decir, de seleccionar los elementos de orden y de certidumbre, de quitar ambigüedad, clarificar, distinguir, jerarquizar… Pero tales operaciones, necesarias para la inteligibilidad, corren el riesgo de producir ceguera si eliminan a los otros caracteres de lo complejo; y efectivamente, como ya lo he indicado, nos han vuelto ciegos.”

El futuro está abierto, plantea Ilia Prigoyine. Por ello, lo que nuestro pensamiento en construcción puede hacer es apostar por “los posibles” e investigar sin querer predecir ni cuantificar o medir o clasificar cuando es imposible hacerlo. En la medida en que admitamos la incertidumbre, podremos avanzar sin pretender forjar cosmovisiones o teorías completas. Podremos avanzar con un pensamiento en movimiento, sin temer a la imprevisibilidad, a la no-determinación y a la inestabilidad. Porque justamente son éstas las condiciones de nuestro campo.

Para Paul Valery, “la importancia de una obra, para el autor, está en relación directa con aquello de imprevisible que le aporta en el proceso de su elaboración”. Este “imprevisible esencial” es lo que transforma al “hacedor” en el proceso… por ello, suturar lo imprevisible con previsiones impostadas,4 no solo falsea lo que estudiamos, sino que nos evita esa preciosa transformación.

Tenemos frente a nosotros la importante tarea de producir en el terreno académico para acompañar los avances en las consignas políticas de nuestro campo. Se trata de una apuesta paradigmática, es decir, de una reflexión epistemológica que privilegia un método. El mestizaje y la hibridación son los rasgos que pueden situarnos en el campo científico. La ética de la diferencia y el compromiso militante lo son en el campo político.

* Practica el Psicoanálisis. Docente - Investigadora Universitaria. Directora de la Maestría en Psicopatología y Salud Mental de la Universidad Nacional de Rosario.

Referencias

1. Morin, E. (2002), Con la cabeza bien puesta, Nueva Visión, Buenos Aires.
2. Término de origen Foucaultiano.
3. Glosario de la complejidad. http://www.multiversidadreal.edu.mx/images/descargas/glosario-de-la-comp...
4. Ver los extremos a los que llega la pretensión de la psiquiatría biológica respecto a la etiología del sufrimiento mental.

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Articulo publicado en
Agosto / 2020