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La caja no es boba

 

"Os aconsejo que vengáis conmigo a ver el Presidente de la honrada Hermandad y que no os atreváis a robar sin su permiso, ya que esto os resultaría caro. ¿O acaso creísteis que el robar era una profesión liberal sin impuestos ni contribuciones?"

Miguel de Cervantes - Rinconete y Cortadillo -

 

Quizás el criminal no sepa cuanto tranquiliza el orden social, por ejemplo, hace creer y reclamar a los ciudadanos por un poder de policía que los proteja. Nada más aliviador que la existencia de un personaje que porte toda la maldad de la comarca. Ese reguero de pavor que la sociedad siente frente al asesino, que se permite romper todos los límites, la hace olvidar de cuán indefensa se halla frente al poder político y militar de sus dirigentes, no hay más que observar cómo el estado reprime los reclamos de los sin trabajo, como tiene razones secretas para gastar, mentir, ocultar información, secuestrar, matar, torturar, etc. Recordemos a Freud:..."es que el Estado prohibe al individuo hacer uso de la injusticia, no por que aquél quisiera abolirla, sino porque quiere monopolizarla".

 

Suiza es pulcra, neutral, democrática, descentralizada, apaciblemente cantonal. Suiza es el resguardo antiatómico del dinero, la zona franca, el pido gancho para el oro y los valores, es por sobre todo secreta, tiene bóvedas, catacumbas y pasadizos, para las cuentas numeradas de todos los poderosos de distintas calaña del planeta. Existe una larga cadena de actores sociales que representan la ilusión del capitalismo, Suiza dice que no se pueden guardar los secretos del dinero en un país que se dedique al despilfarro, el baile y el sexo. Representación de la seriedad, el orden. la pulcritud... casi un paciente obsesivo.

La duda obsesiva no es la que maneja el capitalismo globalizado de la economía social (?) de mercado: es claro que no producirá nuevos empleos cuando se dedica con toda su racionalidad y su pasión a destruirlos en búsqueda de un mayor rendimiento económico para el capital.

Pese a ello, hasta no hace mucho tiempo, la indiferencia social al desempleo era por demás notoria. Es notable observar cómo la opinión pública fue seducida para esperar frutos luego de los sucesivos ajustes de cinturón. Se ha construido una creencia inteligente, bien elaborada, que dice que el crecimiento económico puede ser mejor distribuido. No hay más que observar cómo los medios, sobre todo la televisión, impulsan sorteos donde el dinero aparece como maná que cae, o caerá, sobre los espectadores como un truco de David Cooperfield.

 

Cuatro bancos suizos, hasta ahora, han reconocido cajas de seguridad o cuentas de militares argentinos de la época de la dictadura, donde podrían hallarse archivos microfilmados sobre los desaparecidos.

Si el trabajo enajenado del capitalismo, va desapareciendo como eje de la sociedad, nos encontramos ante una redistribución más desigual aun del dolor, siendo, una vez más, los conglomerados económicos transnacionales quienes se llevan, al modo del padre de la horda de Freud, una cada vez mayor porción de placer, léase dinero, entiéndase información, compréndase poder.

Es así como aquella, primera, virtud recomendada por la burguesía para todos los seres humanos como panacea universal, el trabajo, desaparece cada vez más del alcance de millones de personas.

No deja de ser increíble el asombro del mundo burgués ante su obra, una excepcional capacidad para producir, y su catástrofe, el sistemático intento de desafiliar personas del trabajo, que los poderosos y su modo de producción llevan a cabo.

 

La cultura del odio

Mientras la mayor preocupación parecía ser la cultura posmoderna, ligth, crecía el desempleo planteando que esta nueva forma cultural tiene en el odio su anclaje central.

Que nadie espere que estos nuevos marginales se porten como angelitos, que cuiden la propiedad ajena, que hagan un culto del respeto a la vida. Que intenten un ingreso al sistema por el lugar del trabajo, cuando los que pueden ofrecerlo lo retacean implacablemente. Encontremos, en ellos, la reacción desesperada y desesperanzante que el sistema capitalista instauró al expulsarlos día a día. Un mundo sin trabajo trae aparejado relaciones interpersonales cada vez más marcadas por la violencia y el delito.

Como dice Hobsbawm, refiriéndose a la crisis de los noventa en los países centrales, "Fueron tiempos en que la gente, con sus antiguas formas de vida minadas o prácticamente arruinadas, estuvieron a punto de perder el norte. ¿Fue un accidente que "ocho de los diez asesinatos en masa más importantes de la historia de los Estados Unidos... se produjeran a partir de 1980" y que fuesen acciones realizadas por hombres blancos de mediana edad, de treinta o cuarenta años, "tras un prolongado período de soledad, frustración y rabia", acciones precipitadas muchas veces por una catástrofe en sus vidas, como la pérdida de trabajo o un divorcio? La creciente "cultura del odio que se generó en los Estados Unidos" y que tal vez contribuyó a empujarles ¿fue quizá un accidente?. Este odio estaba presente en la letra de muchas canciones populares de los años ochenta, y en la crueldad manifiesta de muchas películas y programas de televisión"(1).

Esta interesante puntualización sobre el surgimiento de los asesinos seriales no excluye lo observado, por la mayoría de los economistas, que la tecnificación hace inexorablemente caro el costo de mantener vivo a un ser humano que produce.

Si el odio se hizo paradigma fue por que la producción, cada vez más eficiente, expulsaba seres humanos sin que se les permitiera ingresar por ningún intersticio a la economía social (?) de mercado.

 

El odio hecho negocio

Los suizos votan, y votan: por ejemplo el 77,3 de los ciudadanos rechazaron la propuesta de una coalición de socialistas, ecologistas y pacifistas que consistía en dejar de producir armas para exportar. El gobierno hizo campaña por el no aduciendo que se perderían 122.000 empleos en caso de hacerse efectiva. Es necesario comprender que Suiza lleva ya siete años de recesión dijeron fuentes cercanas al gobierno. Las federaciones patronales festejaron por la "desaparición de una gran amenaza sobre la economía del país".

Los grandes negocios que el narcotráfico y la corrupción han aportado al sistema capitalista mundial han hecho que los más poderosos vean en el delito una interesante manera de integrar, quizás por primera vez, la economía legal con la ilegal. Es tal la cantidad de dinero que el delito produce que, como nunca antes, habría un desbarajuste si esos valores no son reincorporados al circuito legal blanqueados.

Asimismo una gran cantidad de marginales ven en el narcotráfico una manera para autosostenerse y salir del desempleo. Es tal el desbarajuste social que el desempleo produce, entre quienes lo padecen, que últimas estadísticas, en los Estados Unidos, dicen que el aumento de un 1% en el desempleo implica un aumento del 6,7% de los homicidios, un 3,4% de los crímenes violentos y en un 2,4% en los crímenes contra la propiedad.

La imagen de Chamberlain agitando el papel firmado con Hitler que, se suponía, iba a evitar la guerra graficó claramente como las dirigencias claudican ante el peor de sus enemigos.

El establecer pactos mafiosos cada vez más comprometidos con los distintos conglomerados económicos transnacionales, tanto legales como ilegales, hacen aparecer a la mayoría de los gobiernos firmando pactos satánicos que atados al desenfreno de la ganancia están gestando, lo sepan o no, su propio Bebe de Rosemary.

 

 

Bibliografía

-Política y delito. Hans Magnus Enzenberger. Biblioteca Breve de bolsillo.

-Historia del siglo XX. Eric Hobsbawm. Crítica. (1)

-Vigilar y Castigar. Michael Foucault. Siglo XXI.

-Tótem y Tabú. Sigmund Freud. Amorrortu.

-Masa y Poder. Elias Canetti. Alianza Editorial.

-Introducción General a la Crítica de la Economía política/ 1857. Karl Marx. Cuadernos de Pasado y Presente.

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Articulo publicado en
Agosto / 1997