Un paradigma de época: lo innombrable de la pulsión de muerte | Topía

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Un paradigma de época: lo innombrable de la pulsión de muerte

 
Editorial

Los tiempos que corren producen una subjetividad sometida en la ilusión de la utopía de la felicidad privada. La vida en comunidad se deja de lado al celebrar el individualismo como máximo referente posible. La exaltación del Yo y el narcisismo se elogian como un logro desde una perspectiva postmoderna. Uno de sus referentes, Gilles Lipovetski, llega a reivindicar el “fin del homo politicus y el advenimiento del homo psicológico que sólo cree en el bienestar”. De esta manera el futuro es vivido como una catástrofe y el pasado no existe ya que sólo queda un perpetuo presente en el que la cultura dominante ofrece la posibilidad de ser feliz con productos que pueden ser comprados en cómodas cuotas mensuales. Su resultado es la ruptura de los lazos necesarios para vivir en comunidad y el predominio de síntomas efecto de la muerte como pulsión: la violencia destructiva y autodestructiva, la sensación de vacío, la nada de la depresión y la melancolía.
En esta perspectiva es necesario considerar un giro en la práctica del psicoanálisis derivado de las transformaciones en la subjetividad y los nuevos paradigmas en la cultura: en el campo de lo social, la sexualidad, la cuestión de género, las nuevas formas de comunicación, etc. De esta manera la clínica se encuentra con una subjetividad efecto del malestar en la cultura cuya historia social es soporte de la historización del aparato psíquico. Esto lleva a poner en cuestionamiento el dispositivo clásico para implementar Nuevos Dispositivos Psicoanalíticos. Donde lo “nuevo” refiere a aquello que fue excluido de la historia del psicoanálisis ya que su oficialización trajo la exclusión de aquellas prácticas que cuestionaban lo instituido. Pero también con “nuevo” queremos plantear la necesidad de modificar algunos conceptos que son insostenibles con la complejidad que plantea nuestra época.
Con “el giro del psicoanálisis” nos estamos refiriendo a que el paradigma de la represión sexual en el que se ha desarrollado nuestra práctica, ha trocado en el predominio del trabajo de la muerte como pulsión cuya consecuencia es aceptar la necesidad de realizar modificaciones no solo del orden de la técnica, sino de la teoría, la formación y la transmisión del psicoanálisis. De allí la importancia de desarrollar algunas cuestiones epistemológicas que llevaron a Freud a considerar en el organismo una pulsión de muerte con su corolario en lo psíquico.     

El concepto de entropía

Si bien nosotros no escuchamos en un tratamiento terapéutico el organismo, éste aparece en la teoría psicoanalítica para señalarnos el trabajo que le es impuesto al aparato psíquico en su vínculo con lo somático. Es aquí donde la definición de pulsión como concepto límite entre lo psíquico y lo somático implica una separación pero también un encuentro. Freud elabora una serie de principios que intentan describir, en el plano de la teoría, una articulación posible.
La imperfección y el desgaste tomaron el concepto de masoquismo originario para dar cuenta en el psiquismo de la pulsión de muerte, que se traduce en el inconsciente como compulsión a la repetición. Dice Freud: "El supuesto de la pulsión de muerte o de destrucción tropezó con resistencias aún dentro de círculos analíticos; sé que muchas veces se prefiere atribuir todo lo que se encuentra de amenaza y hostilidad en el amor a una bipolaridad originaria de su naturaleza misma... Admito que en el sadismo y el masoquismo hemos tenido siempre ante nuestros ojos las exteriorizaciones de la pulsión de destrucción, dirigida hacia afuera y hacia adentro, con fuerte liga de erotismo; pero ya no comprendo que podamos pasar por alto la ubicuidad de la agresión y destrucción no eróticas, y dejemos de asignarle la posición que se merece en la interpretación de la vida. En efecto, la manía de destrucción dirigida hacia adentro se sustrae casi siempre de la percepción cuando no está coloreada de erotismo.” Quisiera destacar esta última frase que aparece en la cita anterior, ya que desde ella intentamos dar cuenta de la hipótesis que pretendemos desarrollar a continuación.
Freud utiliza dos principios de la termodinámica que le sirvieron para ejemplificar a través de la física una realidad que sólo es posible entender -como toda teoría que quiere explicar lo real- a través de imágenes, modelos, propios de todo desarrollo teórico.
Uno de ellos expresa que dentro de un sistema cerrado las diferencias de nivel energético tienden a igualarse, con lo cual se forma un estado ideal de equilibrio. Este primer principio de la termodinámica niega la posibilidad del movimiento perpetuo, de lo absoluto. No hay pozo inagotable. De una mina de carbón se puede extraer determinada cantidad de mineral, y nada más.
Pero a este principio debe agregársele el de entropía, el cual se refiere al desgaste.
Esta segunda ley de la termodinámica indica que, en sistemas cerrados, el nivel de entropía nunca desciende; al contrario, tiende a crecer hasta un punto máximo en que se consigue el estado de equilibrio y la mezcla se ha vuelto homogénea, no quedando ya energía aprovechable. La entropía es una medida de valor de la energía, de su utilidad y en ella las proporciones están invertidas: cuanto más elevada es la entropía, menos utilizable es la energía. En el océano, por ejemplo, la entropía es máxima ya que la energía de la masa de agua no le sirve de ninguna ayuda al navegante. En cambio, la gasolina es una fuente de energía de poca entropía, pues una fracción importante de la energía química contenida en los hidrocarburos del petróleo puede ser transformada en movimiento mecánico, o en electricidad si se trata de un generador .
La entropía sería una medida de desorganización. Dentro de sistemas cerrados el nivel de entropía nunca baja, sólo puede crecer hasta que todos los elementos se distribuyen al azar.
En este sentido heterogeneidad-homogeneidad representa en el nivel energético el par de pulsiones de vida y de pulsiones de muerte. St. Lupasco plantea que la vida permanece como potencialización, mientras que la muerte tiende a la actualización. Es decir, realizar es vivir porque es manifestar el poder energético, pero es ya morir puesto que la energía se mecaniza o se cosifica en un producto necesariamente en equilibrio.
Por ello "...nada puede existir si todo es homogéneo. La heterogeneidad resulta de ese modo indispensable no solamente para la vida, como se ha visto, sino para toda cosa existente, o que pueda existir, por lo menos para nuestra representación del mundo. A su vez, tampoco podría existir una heterogeneidad infinita sin homogeneidad con respecto a la cual se definirá.”
Es decir, remite al par homogeneidad-heterogeneidad y, de esta manera, a los procesos de contradicción y antagonismo constitutivos de la energía que, como demostrara Federico Engels, no hacen otra cosa que mantener una relación dialéctica entre pares contrapuestos.
Estas observaciones conducen a una caracterización de la muerte, que se hace sinónimo de reducción homogeneizadora por la ausencia de complementariedad antagonista. Sus manifestaciones serían la entropía y la degradación de lo biológico en lo físico. Es decir que se muere por homogeneización o, para decirlo de otra manera, por caída hacia el acontecer físico. Para usar palabras de Freud "todo lo vivo regresa a lo inorgánico"

La flecha del tiempo

La ley de la entropía surge como una manera de oponerse al determinismo y al mecanicismo en la ciencia, se relaciona con la destrucción y la muerte. En los seres vivos entropía equivale a enfermedad, vejez y muerte. Esto último plantea el problema acerca de la conceptualización del tiempo. No es nuestra intención desarrollar esta problemática, pero sí enunciar algunas cuestiones que se desprenden de las actuales investigaciones en la física cuántica. Ilya Prigogine establece que un sistema físico genérico debe ser irreversible y que dicha irreversibilidad se manifiesta tanto en el universo como en cada uno de los subsistemas. Desde esta perspectiva la entropía conduce al mundo hacia una mayor complejidad donde, en ciertas circunstancias, posibilita que un sistema se involucre en procesos de autoorganización .
En la teoría de la física clásica no existe el tiempo tal como lo entendemos cotidianamente. El tiempo es tan sólo una ilusión, en el decir de Einstein. En cambio, Prigogine sostiene que la simetría pasado-futuro no es meramente convencional sino sustancial, ya que percibimos por nuestra experiencia diaria que el pasado es sustancialmente distinto que el futuro. Esto se expresa a través de lo que se denomina “la flecha del tiempo”, tal como la describe Stephen Hawking: “El que con el tiempo aumenten el desorden o la entropía es un ejemplo de lo que se llama una flecha del tiempo, algo que distingue el pasado del futuro dando una dirección al tiempo... Hay al menos tres flechas del tiempo diferentes. Primeramente está la flecha termodinámica, que es la dirección del tiempo en la que el desorden o la entropía aumentan. Luego está la flecha psicológica. Esta es la dirección en la que nosotros sentimos que pasa el tiempo, la dirección en la que recordamos el pasado pero no el futuro... Finalmente está la flecha cosmológica. Esta es la dirección del tiempo en la que el universo está expandiéndose en vez de contrayéndose” .
Esta perspectiva, al tener en cuenta lo que se conoce como la teoría del caos y el principio de incertidumbre, establece paradigmas de mayor complejidad donde lo impredecible es un valor que rompe con las concepciones causalistas y deterministas .
En este sentido ¿cómo se puede concebir la atemporalidad del inconsciente? ¿Qué entender cuando se habla de sobredeterminación del inconsciente?
El sistema inconsciente tiene un modo particular de funcionamiento llamado proceso primario que se caracteriza por: A) La atemporalidad, donde las fantasías y deseos tendrán permanente vigencia mientras se mantengan en el inconsciente. B) El reemplazo de la realidad exterior por la interior mientras ésta satisfaga los deseos. C) La falta de contradicción de los opuestos. D) El desplazamiento. E) La condensación. F) La posibilidad de simbolización. Este modo de funcionamiento se opone al sistema preconsciente-consciente en el que funciona el proceso secundario donde aparece la dimensión temporal .
Al desarrollar Freud el concepto de pulsión de muerte plantea que el mismo se expresa en el inconsciente a través de la compulsión a la repetición, lo cual lleva al sujeto a colocarse en situaciones dolorosas, repitiendo experiencias no recordadas de su pasado, pero que refieren a su presente. Para explicar este comportamiento Freud habla de una serie de fenómenos en los que aparece una inercia de la vida orgánica que se manifiesta por una tendencia a volver a lo inorgánico.
La compulsión a la repetición puede quedar en un permanente repetir o bien permitirá, tal como se da en un tratamiento analítico a partir de la contratransferencia-transferencia, la posibilidad de reconstruir secuencias temporales del pasado, borrando las lagunas anémicas producidas por la represión. Es la manera como la pulsión de muerte, que está inscripta en la pulsión de vida, puede tender a la muerte o ponerse al servicio de la vida. Por ello el desorden entrópico de la pulsión de muerte juega en beneficio de la creación del orden de la pulsión de vida. Este es el descubrimiento freudiano: que la pulsión de muerte da sentido a la pulsión de vida. Es así como  un tratamiento analítico implica la posibilidad de utilizar la fuerza de la muerte como pulsión al servicio de la vida.
Desde esta perspectiva, si el inconsciente es atemporal, “la flecha del tiempo” está presente como compulsión a la repetición donde el pasado -la primera muerte- está ahí para señalarnos lo ominoso de la muerte como pulsión que se actualiza como presente. 
Por otro lado la sobredeterminación del inconsciente no plantea una perspectiva determinista sino -por el contrario- da cuenta de la importancia de lo aleatorio y del azar en la historia del sujeto. Por ejemplo, que un niño sea amamantado amorosamente por su madre durante los primeros meses de vida, acompañada por el padre y con una buena relación de pareja, estos meses iniciales no es garantía de una buena salud psíquica. Por el contrario, un niño criado con carencias afectivas no determina automáticamente un psicótico. El futuro no está garantizado, no es lineal ni homogéneo, ya que se debe tener en cuenta una multiplicidad de factores. Dos conceptos permiten corroborar esta perspectiva. Uno de ellos es el de retroactividad (Nachträglichkeit), con el cual Freud señala que el sujeto elabora retroactivamente los acontecimientos pasados. Las experiencias y huellas mnémicas son modificadas ulteriormente en función de nuevas experiencias a partir de las cuales tienen un sentido e incluso una eficacia patógena.
La elaboración freudiana de retroactividad está determinada por varios factores: A) Lo que se elabora retroactivamente no es lo que se vive en general sino aquello que no puede ser integrado en el momento de ser vivido. B) Esta elaboración retroactiva es debida a la aparición de situaciones nuevas o a una maduración del sujeto que le permite alcanzar un nuevo tipo de significaciones y reelaborar sus experiencias pasadas. En esta perspectiva la evolución del desarrollo psicosexual favorece este fenómeno de la retroactividad .
El otro concepto es el de “series complementarias”. Este término es utilizado por Freud para explicar el desencadenamiento de la neurosis. También puede extenderse para explicar el padecimiento psíquico, en el que aparece una multiplicidad de factores tanto endógenos como exógenos. Una serie está compuesta por el punto de fijación, que se divide en dos factores: la constitución hereditaria y las primeras experiencias infantiles. La otra serie representa la situación actual. Para que se desencadene un síntoma puede ser suficiente una situación cuyo traumatismo sea mínimo en el presente, en el caso de que la fijación sea intensa y, viceversa, si el punto de fijación es débil la situación traumática debe ser fuerte. En este sentido las dos tipos de series varían en sentido inverso.

El concepto de entropía en la obra Freud

Luego de estas breves consideraciones acerca del tiempo vamos a continuar con el concepto de entropía tal como aparece en la obra de Freud. Sin ser mencionadas explícitamente, éste se encuentra desde sus primeros trabajos. En el Proyecto de psicología (1895) habla de “inercia neuronal”, por la cual la neurona tiende a evacuar completamente las cantidades de energía.
Luego en De la historia de una neurosis infantil comenzó a referirse a la "inercia psíquica" como una particularidad del sujeto humano -en polémica con Jung, que quería ver en la misma una tendencia exclusiva de las personas neuróticas Freud subraya las vicisitudes que ésta tiene en la subjetividad de cada persona- relacionándola en diferentes textos con "la fijación de libido", "la resistencia al ello", "la compulsión a la repetición", es decir, con la pulsión de muerte .
Si se tiene en cuenta la fecha de publicación de este escrito, 1918, podrá advertirse que las observaciones realizadas a Jung, así como el necesario "entramado" del concepto de entropía con otros aspectos de la teoría psicoanalítica, estaban sustentadas en el concepto de pulsión de muerte que aparecería dos años más tarde en Más allá del principio de placer (1920).
Pero en Freud la entropía se va a situar en las dos pulsiones fundamentales, estableciendo que el interjuego de las pulsiones de vida (Eros) y las pulsiones de muerte constituye la base del mundo humano. Es que para Freud la enfermedad -y, en última instancia la muerte, como pulsión- es un proceso que no significa solamente ausencia de salud. Esta pone del revés el proceso sano siguiendo sus propias articulaciones. La enfermedad tras-torna la salud y ambas se articulan para dar cuenta de un sujeto finito . De esta manera negar la posibilidad de enfermarnos conduce a que no cuidemos nuestra calidad de vida. La negación esta al servicio de un superyó exigente que no cumple con el ideal omnipotente de estar sano; el sujeto, al no poder evitar enfermarse, se siente culpable de su propia enfermedad. Es así como aparecen autorreproches y racionalizaciones con diferentes características, al servicio de las exigencias de un superyó que niega la castración.
Es que los seres vivos nacen entrópicos, son seres finitos, tal como lo plantea Freud en Más allá del principio de placer (1920). Pero en el ser humano su finitud tiene los avatares de la vida, está ligado a su deseo. Si el masoquismo originario nos está hablando de este sujeto entrópico, éste se manifiesta como masoquismo erógeno, constituyéndose el par sadismo-masoquismo en una estructura fundamental en el sujeto humano.
Por ello el principio de constancia según el cual el aparato psíquico tiende a mantener constante la energía -o lo más baja posible- aparece asociado con el principio de placer-displacer (homeostasis), o con el principio de Nirvana (entropía). También vamos a encontrar que el principio de placer-displacer está ligado a la pulsión de muerte.
¿Confunde Freud en algunos pasajes de su obra el principio de constancia y el principio de Nirvana? En un texto como Más allá del principio de placer (1920) esto aparece claramente. Pero, ¿no aparecen confundidos ambos principios en todo sujeto humano en tanto su necesidad va a estar mediatizada por el deseo inconsciente?
Es que para Freud la idea de que la pulsión lleva al organismo a un estado de quietud se constituye en el dato esencial de su armazón teórica. El principio de Nirvana que tiende a reducir a cero el quantum de energía, está indicando la extinción del deseo y, por lo mismo, lleva a la aniquilación del sujeto en tanto está apuntalado por el deseo inconsciente. Pero considerando que el sujeto se constituye como sujeto deseante, su muerte no es natural, ésta va por el camino de la vida.
El principio de Nirvana nos señala el camino que lleva la libido a la muerte, el cual no es cualquiera, es el camino de su propia vida.De esta manera, el organismo tomado como máquina deja de ser esa máquina que estudia la anatomofisiología para estar atravesada por una subjetividad que da cuenta de la historia del sujeto en el interior de una cultura. La máquina orgánica en el ser humano deja de ser tal para transformarse en un cuerpo sobredeterminado por el deseo inconsciente.
El modelo tomado de la física del equilibrio perfecto es ideal. La tendencia al equilibrio es una hipótesis productiva; en biología, por ejemplo, se aplican algoritmos lineales a relaciones que no lo son, porque así son más simples de manipular. En el momento del análisis el equilibrio suele ser lo preferido, pues los procesos irreversibles son mucho más complejos, pero al tratarlos de esta manera se empobrece la perspectiva de la realidad.
Quizás pueda pensarse, por lo dicho anteriormente, que quiero colocar en un lugar secundario a los fenómenos orgánicos.
Ni secundario, ni primario. Lo que intento expresar es que estudiar las leyes generales de los fenómenos orgánicos en sus aspectos físicoquímicos y anatomofisiológicos, proporciona datos importantes con los cuales se debe dar cuenta de lo propio de cada organismo humano: su subjetividad. Esta toma la forma en la teoría psicoanalítica de un aparato psíquico cuya especificidad intenta definir Freud.
El organismo se constituye en un cuerpo pulsional con leyes propias, que dan cuenta de manifestaciones orgánicas en permanentes procesos de estructuración-desestructuración y he aquí, nuevamente, el concepto de pulsión como unión-separación.
Todo síntoma requiere una "solicitación somática", es decir, una articulación en la serie real, la serie somática, que permita unirla a la serie psíquica en el interior de una cultura. Luego, tanto lo psíquico como lo somático aparecen disarmónicamente descentrados. Por eso dice el poeta "Da voz al dolor; la pena que no habla, resuena al corazón desosegado y le manda quebrantarse" (Shakespeare).
Eros y pulsión de muerte. Estructuración-desestructuración, heterogeneidad-homogeneidad; en definitiva, prohibición y deseo. Ya que repetir es traer el pasado al presente donde Eros trata de reemplazar la repetición por el recuerdo y la pulsión de muerte quedar en un permanente repetir.

Notas

Freud plantea que la vida se da entre dos muertes. Cuando habla de la pulsión de muerte no se refiere de la muerte final de la que nada tenemos que decir sino de los efectos de esa primera muerte durante la historia del sujeto. De allí que me parece más apropiado hablar de la muerte como pulsión. 

En “El giro del psicoanálisis” puntualizamos algunas cuestiones que creemos relevantes. Topía en la Clínica Nª 6.

Para ello sólo pretendo actualizar algunas ideas expuestas en otros artículos y, especialmente en el libro Registros de lo negativo. El cuerpo como lugar del inconsciente, el paciente límite y los nuevos dispositivos psicoanalíticos, editorial Topía, Buenos Aires, 1999.   

Freud, Sigmund, El malestar en la cultura, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, O.C., tomo XXI,  págs. 114, 115 y 116. El subrayado es mío.

Reeves Hubert, El sentido del Universo. ¿Tiene futuro la vida?, Emecé editores, Buenos Aires, 1989.

St. Lupasco, Du rève, de la mathèmatique et de la mort, Ch. Nourgois, 1971. Las citas que aparecen en el texto, así como algunas conclusiones fueron extraídas de Antropología de la muerte, Vincente-Thomas, Luis, Editorial F.C.E., México, 1983.

Engels, Federico, Dialéctica de la naturaleza,Editorial Cartago, Buenos Aires, 1957.

Prigogine, Ilya, “De los relojes a las nubes”en Nuevos paradigmas cultura y subjetividad, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1994.

Hawking, Stephen W., Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros,Editorial Crítica, Buenos Aires, 1988.

Es importante destacar cómo Freud a partir de que conceptualiza el concepto de pulsión de muerte comienza a utilizar el término “Caos” para referirse al “Ello”.

Blanck de Cereijido, Fanny, Del tiempo. Cronos, Freud, Einstein y los genes,Folios Ediciones, México, 1983.

Laplanche, J. y Pontalis J.-B., Diccionario de psicoanálisis,Editorial Labor, Barcelona, 1977.

Freud, Sigmund, De la historia de una neurosis infantil, (1918-1914), Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, O.C., tomo XVII, págs. 105 y 106.

Etchevrrry, José Luis,  Sobre la versión castellana. Obras completas de Sigmund Freud, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1978. “En investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana, de Schelling (1809), podemos estudiar el horizonte de significación adherido al tras-torno. Allí, este autor cita al teólogo Baader. El mal en el mundo humano no es ausencia de bien; es algo positivo que pone del revés las articulaciones del bien. Recordemos que la nada de Empédocles era una nada activa, positiva; que la inercia conceptualizada por Fitche como una de las fuerzas básicas de la mecánica de Kepler tenía también un carácter activo, no se limitaba a ser ausencia de movimiento. Diríamos que la pulsión de muerte, en Freud, reconoce esa misma genealogía conceptual. El ejemplo con que Baader ilustra su concepto del mal como tras-torno del bien tal vez nos aclare las cosas: la enfermedad es un proceso real y operante, no se agota en ser ausencia de salud; es el tras-torno del proceso sano en tanto lo pone del revés siguiendo sus propias articulaciones.”, Pág. 85.

 
Articulo publicado en
Abril / 2008