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Memoria, historia e identidad

 

En sentido riguroso el Psicoanálisis no tiene una teoría específica de la memoria, a pesar de que el concepto esta presente en todos los desarrollos de Freud, quien explícitamente señala que “Toda teoría psicológica digna de alguna consideración habrá de ofrecer una explicación de la “memoria”1. Tampoco estrictamente existe una consideración metapsicológica de la memoria, a pesar de que quizás sea justamente la memoria la que más se acerca para el psicoanálisis a una consideración del Ser. Al introducir Freud el termino metapsicología para designar su teoría del aparato psíquico, a distancia de las teorías psicológicas de la época basadas en el empirismo de la conciencia, no deja dudas acerca de su ambición de situar su teoría dentro de las perspectivas filosóficas ya que menta con este término a la metafísica, reflexión sobre el Ser llevado al seno de su nueva psicología. La exigencia de someter el análisis de los hechos psíquicos a una perspectiva tópica, económica y dinámica, muestra el anhelo de Freud de pensar con modelos teóricos más o menos distantes de la experiencia empírica de la conciencia. El sentido de esta exigencia la había cumplido Marx con su análisis crítico en El Capital, Nietzsche en su crítica de la moral y Husserl mismo con su análisis de la subjetividad trascendental. Con Freud la memoria es por primera vez sometida al pensamiento crítico, pero el camino es largo y tiene en el fundador del psicoanálisis sus desvíos.

 

UNA TEORIA CIENTÍFICO NATURAL DE LA MEMORIA

Así denomina su intento de abordarla en el texto del Proyecto2. Dentro de su teoría neuronal Freud supone que existen neuronas que no ofrecen resistencia al contacto, resultan permeables, son aptas para la percepción pero no para la memoria ya que no retienen ninguna carga de excitación. Otras neuronas en cambio resultan resistentes, retienen cantidades de excitación y son las que explican la memoria. Neuronas “psi” las denomina, “…la memoria esta representada por las diferencias de facilitación entre las neuronas “psi”3. Cantidades de excitación, facilitación, barreras de contacto y retención, hacen de fundamento a la explicación neurológica de la memoria. Sin embargo el mismo autor, y en el mismo texto, transgrede la perspectiva neurológica, al menos de esa época: el proceso de percepción, el reconocimiento y la memoria, no consisten en procesos biológicos autónomos, responden a lo que denomina “complejo del semejante”. La memoria y la percepción, dos sistemas de neuronas, tienen una particularidad: “…el interés teórico que se le dedica (a la memoria) queda explicado también por el hecho de que un semejante fue, al mismo tiempo, su primer objeto satisfaciente, su primer objeto hostil y también su única fuerza auxiliar. De ahí que sea en sus semejantes donde el ser humano aprende por primera vez a (re) conocer”4. La “huella mnémica” es a la vez primer acto psíquico y primera inscripción del otro, el semejante, en el psiquismo. Freud no abandonó nunca este concepto, pretendiendo designar con él la forma en que los diversos acontecimientos de la vida quedan inscriptos en la memoria. La “huella mnémica” no pertenece estrictamente a ninguno de los sistemas de la tópica, se encuentra en los sistemas inconsciente y pre-conciente y también en el Ello existirían huellas de experiencias filogéneticas. La huella mnémica es un trazo que inscribe una vivencia y que puede ser reactivado por nuevas excitaciones. Como concepto se encuadra más bien dentro de una concepción neurofisiológica de la memoria, como parte del Proyecto, pero su alcance cuestiona la neurofisiología de la época, más bien dispuesta a entender a la memoria como formada por engramas e introduce en la psicología la complejidad tópica y dinámica del recuerdo y la evocación.
Freud reúne así dos aspectos: la teoría neurológica de los sistemas neuronales como base de la memoria, y junto a ella, los recorridos de la motivación humana. Memoria y deseo transcurren por las mismas trazas de las huellas mnemicas. La memoria resulta así selectiva, se facilitan ciertas asociaciones y se bloquean otras, los impulsos que responden a excitaciones endógenas (pulsión) como los que responden a excitaciones exógenas, circulan por un entramado mnemónico complejísimo, red de carreteras con múltiples obstáculos (defensas), no localización y reproducción de lo grabado en la neurona. Este sistema de huellas mnemicas es siempre activado desde una excitación actual, y el sentido del recuerdo no es la reproducción de un engrama, es algo nuevo sometido a los significados (interpretaciones) de ese pasado. D. Rapaport, sintetiza así esta relación entre memoria y motivación: “…la experiencia esta depositada en los sistemas mnémicos de una manera influida por su relación con otro material depositado. Los impulsos instintivos que se originan en el organismo se activan en el inconsciente, y usan a los recuerdos para su propia representación y expresión…..fuerzas selectivas de origen instintivo y procesos de habituación se entrelazan en la función mnémica produciendo la magnifica y casi impenetrable complejidad de la memoria del hombre”5. Dos neurólogos prestigiosos que analizaron el texto del Proyecto de Freud, señalaban: “El modelo de una estructura mnémica motivacional basada en el desarrollo de facilitaciones selectivas entre neuronas ramificadas, que se presenta en el Proyecto, proporciona un mecanismo paralelo a la contribución clínica del psicoanálisis”6.
Un ejemplo de esto es el concepto de “amnesia infantil”. Reconocida por todos, pero entendida como incapacidad de la memoria del niño, Freud introduce la idea de que los acontecimientos vividos en los primeros años de vida se inscriben como huellas mnemicas, la amnesia no se debe a falta de inscripción sino a represión, lo demostraría la posibilidad de que estas huellas puedan ser recargadas como recuerdos en la economía libidinal posterior. Todo queda siempre inscripto (“lo visto y lo oído”, como substrato de la fantasía y el síntoma), pero la evocación de lo vivido dependerá de la economía del psiquismo constituido. No se trata de engrama sino de huellas sometidas a múltiples y complejas asociaciones. Más cerca de la teoría neurofisiológica actual sobre las redes neuronales, la idea de facilitaciones se adecua a la de red neuronal por donde transcurren las representaciones de lo vivido. Pero la cientificidad del psicoanálisis no se decide por la concordancia de sus tesis con las de la neurobiología, como piensan algunos, sino por su racionalidad interna. Desde estos fundamentos psíquicos de la memoria Freud relanza hipótesis más vastas.

LA INVENCIÓN Y LA HERENCIA

¿Porque importa esta teoría freudiana de la memoria? Porque el conocimiento y la representación de los hechos del presente deben atravesar una serie compleja de asociaciones con lo ya vivido, donde se aloja la identidad de un pasado. Toda memoria actúa en el psiquismo como una herencia y designa para el sujeto un mandato de filiación. Dice siempre aquello que somos en la fidelidad a nuestro pasado y su verdad. A la vez que sólo se puede ser libre siendo infiel, transgrediendo los mandatos de la memoria para hacer prevalecer el deseo y la ilusión. Porque, al contrario de lo que parecen pensar algunos psicoanalistas, el deseo no es una memoria que nos determina. Si sólo fuera reproducción de una traza de lo vivido, reencuentro con un objeto perdido, no tendría la fuerza de aquello que empuja al sujeto en la búsqueda de nuevos objetos de placer. La fidelidad a la herencia de nuestros mayores, el respeto por su memoria que debe ser la nuestra, y con ello al pasado, es lo que nos exige la moral convencional. Crear, producir y no re-producir, es transgredir la exigencia moral de fidelidad a la herencia de la que nos hacemos cargo. Es en esta tensión (perspectiva dinámica), entre la identidad del pasado y la diferencia del presente, donde se sitúa siempre la experiencia del sujeto, como fidelidad a su identidad y como invención de su presente. El heredero debe responder siempre a un mandato en sí mismo contradictorio: debe apropiarse y preservar una memoria de aquello que lo antecede, reafirmarlo en lo que fue, a la vez que debe relanzarlo como propio, recrearlo, hacerlo otra vez producto nuevo de su invención. J. Derrida señala: “En el fondo, la vida, el ser-en-vida, se define acaso por esa tensión interna de la herencia, por esa reinterpretación de la circunstancia del don, hasta de la filiación”7.
Goethe indicaba que siempre la relación con la historia necesitaba de una trascripción. Pese a la ilusión de los historiadores positivistas, apegados a los documentos en que piensan se conserva la verdad de un pasado, el recuerdo como la historia es sucesión de interpretaciones, en ellas reconstruimos nuestro pasado transgrediéndolo, poniéndolo al servicio de la invención de un presente. Para la memoria humana no se trata de la realidad de lo acontecido, su verdad no radica en la fidelidad del recuerdo o en la reconstrucción imposible de lo vivido, sino en la fuerza de la recreación ahora ficcional de ese pasado, en la tensión que produce con nuestro presente. “En un articulo dedicado a la tradición, Borges dijo que si se deseaba recrear la atmósfera de Arabia era necesario no escribir sobre camellos. Se entiende. La realidad no tiene la menor obligación de comprobar que es real: sí las ficciones, y para ello deben administrar los excesos explicativos. La delicadeza es una tarea de la cuidada omisión, no de la insistencia”8. La realidad como presente encuentra su verdad en ella misma, no necesita demostración, el recuerdo es ficción, porque su verdad siempre se nos escapa es que tratamos de construirlo como realidad, con los excesos y exageraciones habituales. Es en ese espacio y posibilidad ficcional del recuerdo que se juega la tensión de la fidelidad al mandato de la herencia. Freud lo mostró en la novela familiar del neurótico, narración hecha de recuerdos encubridores es a la vez una ficción que trata de encontrar su realidad. La verdad histórica es siempre resultado de la interpretación de otro sobre los fragmentos de recuerdos de uno, en uno mismo los recuerdos son ficciones en búsqueda de reconocimiento de su realidad. ¿Debemos entender por esto que no hay memoria reproductiva que sea fiel a lo acontecido? No, se trata a mi entender de que no hay engramas, es decir las huellas mnemicas en que se aloja y funciona la memoria están sometidas a procesos asociativos en los que domina el deseo, el anhelo y la ilusión. Y estos tres elementos de la sensibilidad humana son a la vez la masa de la ficción con que interpretamos la realidad presente y proyectamos el futuro.
La realidad, fuera de la simple percepción de las cosas del mundo, no es más que aquello que buscamos probar en nuestra experiencia de la vida.

IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD

“Identidad” designa al conjunto de representaciones que definen para cada sujeto el “quien soy” socialmente. Se trata del conjunto de sentidos y valoraciones, significaciones morales e imperativos éticos, que definen la representación del sí mismo, condición de un “nosotros” (identidad del grupo de pertenencia) y de “un ser para los otros” (reconocimiento y valoración social). Si bien tiene un aspecto consciente para el sujeto, las significaciones, valoraciones, ideales e imperativos morales, escapan al dominio de la conciencia. Curiosamente la identidad es vivenciada como propia y singular de cada individuo pero es siempre social, solo se sostiene en su reconocimiento por otro. A diferencia de los roles, que son múltiples y variables, la identidad requiere e impone al sujeto de consistencia y coherencia en la producción de sentidos, que deben ser estables y permanecer en el tiempo. Para el hombre moderno, la filiación y la familia, el oficio, la profesión, el trabajo, la pertenencia a determinada comunidad, han sido los sostenes mayores para la construcción de su identidad. En la consideración de esta identidad, basada en el reconocimiento de y con los otros, el sujeto puede ejercer su libertad. La identidad debe diferenciarse del “carácter”, rasgos del yo que son siempre el resultado de las múltiples relaciones que el sujeto ha mantenido con sus semejantes a lo largo de su vida; y también de la “identificación”, proceso mental por el cual el sujeto adquiere cualidades, transitorias o permanentes, de otro sujeto a partir de la pasión, el odio o el deseo que lo ha unido a el.
La identificación funciona al menos en dos sentidos: identificar al otro reconociéndolo, e identificación con otro apropiándonos de rasgos de él. Toda identificación posee la complejidad de esta presencia del otro en nosotros mismos, construye así una memoria especial del pasado de relaciones con los semejantes y es condicionante de nuevos reconocimientos. La vivencia de proximidad o lejanía de la identidad de otro nuevo a quien conocemos en el presente, esta ligada a esta memoria de identificaciones previas. Por lo mismo, también los significados y la valoración que hacemos de todo sujeto. El concepto freudiano de identificación, contiene toda una concepción acerca de la construcción del sujeto psíquico de vastos y certeros alcances. Define en primer lugar el escenario en el cual se reproduce el sujeto humano, un escenario de relaciones próximas con sus semejantes, a la vez que señala las condiciones de construcción de un “nosotros” para el sujeto, una identidad que sólo puede ser adquirida en el seno de esas relaciones de proximidad.
Toda identidad es social, esta basada siempre en este reconocimiento de y por los otros. La identidad del Yo y el “nosotros” son términos inseparables en la experiencia subjetiva. No solamente porque el “Yo soy otro”, como descubrió Rimbaud, sino porque ese reconocimiento sitúa al sujeto respecto a un nosotros que lo constituye y lo excede. Los términos kleinianos de identificación introyectiva e identificación proyectiva, forman parte de esta comprensión, pero su perspectiva empirista prescinde de la dimensión del nosotros constituyente y constituida por la identificación. La identificación es plural, diversa, en ocasiones conflictiva, no construye una memoria lineal y pacifica para el Yo, tampoco procura en sí una identidad. La identidad no se adquiere sólo por la memoria de las identificaciones (nuestro pasado de vínculos de amor y de odio); solamente con nuestro pasado no basta para lograr una identidad presente. Lo prueban los frecuentes y patéticos esfuerzos de muchos sujetos que desean ser reconocidos por sus semejantes en base a la historia de sus relaciones. En estos casos el sujeto se nombra a sí mismo en base a un “nosotros”(linaje, familia, lugares sociales, rangos y jerarquías otrora reconocidas) que su deseo de identidad quiere hacer valer a su presente. Pero la identidad se construye en un proceso casi inverso: sólo somos para el conjunto lo que este reconoce como identidad social, el “quien soy” para los otros no contempla la memoria personal de las identificaciones del Yo.
Las identificaciones (en el Superyo e Ideal del Yo, en el Yo), son huellas mnemicas, inscripción de experiencias con el otro en el transcurso de la vida. El sistema de huellas mnemicas es el archivo de lo vivido (utilizando un término introducido por Freud a propósito de la histeria), por lo mismo la identidad para el sujeto debe responder a este pasado inscripto en él. El deseo, la pulsión, el anhelo, la ilusión, la motivación que determina una conducta o una búsqueda de objeto, se decide desde este sistema complejo de la memoria humana. Pero no es determinación simple, lineal, del pasado sobre el presente, es complejidad tópica, dinámica de tensión y conflicto, economía de cargas en circuitos con obstáculos y facilitaciones. ¿Qué implicancias tiene esta concepción de la memoria? En primer lugar, el psiquismo es un sistema complejo de representaciones con régimen diferente (procesos primarios y secundarios), funciona en base a la memoria de lo acontecido en tensión con el presente, lo nuevo, la invención de lo hasta allí desconocido. En esta tensión sitúo el deseo. En segundo lugar, la memoria, como hemos visto, es para el sujeto el sustrato de su identidad, pero si bien ya esta memoria incluye al “nosotros”, es memoria personal que solo adviene identidad en el sistema social de reconocimiento por los otros. Vivimos en un juego constante de apropiación (identificaciones inconscientes y preconcientes) y reconocimiento social del “quien soy”. Con la memoria de sus identificaciones el sujeto contará con un “nosotros” de filiación, pero esta loco o aislado, sólo el reconocimiento de los otros de trato y sociedad le darán su “verdadera” identidad. En tercer lugar, el psiquismo individual como el colectivo social sostienen su identidad en esta doble vertiente de su memoria del pasado y del reconocimiento de su identidad. Así como el individuo busca ser reconocido socialmente en lo que identifica como memoria de sus identificaciones, los pueblos también apelan a su pasado histórico y a su identidad para el reconocimiento por otros pueblos y la comunidad global. El lazo social, tanto para el sujeto como para cualquier comunidad, esta hecho de identificación y de memoria. Por consiguiente, los daños a la memoria son daños a la identidad. Alterar la memoria por amnesia o repudio individual o por represión social, es dañar el sistema de reconocimiento y con ello convocar a la agresividad entre individuos o pueblos. La memoria, como la palabra plena del otro en el reconocimiento de la identidad, es apaciguadora y condición de paz social. Toda la historia nos lo demuestra: los pueblos han buscado siempre su paz luchando conjuntamente por el reconocimiento de su historia y de su identidad. ¿No resulta igual para el sujeto, no es eso lo que nos enseño el psicoanálisis con Freud?

 

Emiliano Galende
Psicoanalista
egalende1 [at] arnet.com.ar

Notas
1.  Freud, S. Proyecto de una Psicología para Neurólogos, Pág. 890, Ed. Biblioteca Nueva,Madrid 1968, T-III-
2.  Este ensayo no fue publicado por Freud, se edito ya muerto él en 1950. Dado que su autor no lo había titulado, fue titulado Proyecto de una Psicología Científica.
3.  Idem, Pág. 892
4.  Idem, Pág. 922.
5.  Rapaport, David Emotion and Memory, Ed. International Universities Press, N. York 1950.
6.  Pribam, K y Gill, Merton, El “Proyecto” de Freud; ,Ed. Marymar, Bs. As. 1976. Este autor , Profesor de Neurología de la Universidad de Stanford , y Merton Gill, Profesor de Psiquiatría en la Universidad de Illinois, junto a D. Rapaport, psicoanalista y psiquiatra norteamericano, utilizan en la década del cincuenta el Proyecto de Freud en el intento de vincular al psicoanálisis con los recientes descubrimientos de las neurociencias, y mostraron su asombro por las premoniciones de la teoría neuronal del Proyecto de Freud. En plena época del dominio de Brocca y las localizaciones cerebrales de las funciones neurológicas, Freud se adelanta a mostrar que se trata de redes neuronales que funcionan como sistemas relacionados en el cerebro, contactos, barreras y facilitaciones entre neuronas, es decir, próximo a lo que cien años después se pudo conocer como la estructura compleja de las redes neuronales y los modos químicos de la transmisión ínter neuronal.
7.  Derrida; J. y Roudinesco, E. Y mañana que…, Ed. Fondo de Cultura Económica, Bs. As. 2003.
8.  Galende, E. La invención y la Herencia, Ed. ARCIS-LOM, Santiago, Chile, 1996.

 

Articulo publicado en
Agosto / 2004

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