Hemos visto el círculo más elevado de poderes en espiral.Le hemos puesto de nombre a este círculo Dios. Podríamoshaberle puesto cualquier otro nombre que quisiéramos: Abismo,Misterio, Oscuridad Absoluta, Luz Absoluta, Materia, Espíritu, Esperanza Última, Desesperanza Última, Silencio. Pero no olvidar jamás, somos nosotros quienes le ponemos el nombre.
Nikos Kazanzakis
Yo sólo creo en el Dios de Spinoza Einstein
Los humanos tienen una radical diferencia con los otros seres vivientes: saben de su propia muerte. Uno de los procedimientos para oponerse a los efectos de la muerte es hacer de ella una aniquilación sólo del individuo. La muerte se vuelve entonces un tránsito hacia otro lugar en que habitaría el alma inmortal. Por ello la religión conoce el espacio de su eficacia: Esta es la subjetividad donde los diferentes monoteísmos inventaron el espacio abstracto por excelencia en los que se aposentan los juegos de la fe: la conciencia.
El Dios único nos es como los muchos dioses de la antigüedad. El Dios único, es único porque existe. Pero son los representantes de las instituciones religiosas quienes lo transforman según cada período histórico con el fin de consolidar el poder de la cultura dominante. Es que mientras Dios es trascendente las religiones son humanas, demasiado humanas ya que forman parte de la historia y de la sociedad.
Rosca, huevos y guefilte fish
(Unos meses atrás un periodista amigo me llamó para escribir una columna sobre la celebración de la Pascua cristiana y el Pesaj judío. Al comentarle sobre mis posibles orígenes marranos le pareció interesante que relatara esta circunstancia. Dadas las características de este artículo editorial nada mejor que comenzar reproduciendo este breve texto).
“Cuando era chico la Pascua significaba comer la exquisita rosca que preparaba mi abuela. No entendía bien qué relación había entre esa rosca con huevos y la procesión que organizaba el cura del barrio con los fieles llevando ramos de olivos.
Con los años, que como todo el mundo sabe no vienen solos, fue Freud -ese judío sin Dios- con quien pude entender la ilusión que representaba la religión.
También con los años descubrí que los apellidos españoles con significado eran de origen marrano. Esa posibilidad, negada por mi familia de origen, adquiere alguna verosimilitud cuando encuentro la partida de nacimiento de mi abuelo gallego -de Pontevedra para más datos- donde figuraba que su segundo nombre era Isaac. En Pesaj se celebra la liberación de los judíos del poder egipcio. Por ello cuando mi suegra me sirve el guefilte fish no puedo dejar de pensar que quizás esté recuperando la memoria de mis antepasados.
Nuevamente con los años, al estudiar la obra de ese judío marrano excomulgado en el siglo XVII llamado Baruch Spinoza, me interesó su sistema de pensamiento donde trata de resolver los interrogantes de la condición humana y su sometimiento al poder. De allí sus preguntas: ¿Por qué los hombres luchan por la servidumbre como si lo hicieran por su salvación? ¿Por qué la religión, que se supone basada en el amor, fomenta la intolerancia y la guerra? Varios siglos después estos interrogantes siguen vigentes.
Para esta fecha, donde ambas religiones recuerdan la Pascua y Pesaj, me lleva a decir que Isaac, el nombre negado de mi abuelo, también representa esa memoria colectiva excluida por los diferentes poderes de nuestra historia”.
Spinoza, el padre de los ateos
Durante el siglo XVII un joven judío marrano de la ciudad de Ámsterdam comenzaba a producir profundos rechazos. Cuentan sus biógrafos que a los veinte años ya estaba expresando ideas que llevarían a los rabinos de su comunidad a la decisión de excomulgarlo. En cierta ocasión algunos amigos le preguntaron si Dios tenía cuerpo, si había ángeles y si el alma era inmortal. La respuesta de Baruch Spinoza fueron francamente heréticas: “¿Por qué Dios no podía ser material? No, no había ángeles. Por lo que hace al alma, siempre que en las escrituras se habla de ella la palabra Alma es usada simplemente para expresar Vida, o cualquier cosa que está viva. Sería inútil buscar un pasaje en respaldo de su inmortalidad”. Para los judíos de la época, al igual que para los cristianos, estas eran unas herejías terribles.
Después de que fracasaron todos los intentos para que no expresara tales opiniones los rabinos realizaron su proscripción con los más terribles anatemas y casi fue apuñalado por un fanático a la salida de la sinagoga.
El 27 de julio de 1656 fue leído el texto en hebreo que promulgaba el Cherem frente al arco de la sinagoga en el Houtgracht. En su parte final decía: “... Maldito sea de día y maldito sea de noche, maldito sea al acostarse y maldito sea al levantarse, maldito sea al entrar y al salir; no quiera el Altísimo perdonarle hasta que su furor y su celo abrasen a este hombre; lance sobre él todas las maldiciones escritas en el libro de esta Ley, borre su nombre de bajo los cielos y sepárelo, para su desgracia, de todos las tribus de Israel, con todas las maldiciones del firmamento escritas en el libro de la Ley. Y vosotros, los unidos al Altísimo, vuestro Dios, todos vosotros que estáis vivos hoy, advirtiendo que nadie pueda hablarle oralmente ni por escrito, ni hacerle ningún favor, ni estar él bajo el mismo techo ni a menos de cuatro codos de él, ni leer papel hecho o escrito por él.”
Desterrado de su comunidad comienza a escribir y sus textos circulan secretamente.
Estudia matemáticas, latín, discute con los representantes científicos de la Royel Society de Londres, se interioriza por la óptica, lee a los pensadores más importantes de la antigüedad y de su época. Conocía la Biblia profundamente y encontraba en ella muchas contradicciones. Las ordenanzas de la Torá le parecían arbitrarias y meramente históricas sin ninguna relación con la Leyes de Dios que eran las universales de la naturaleza. Consideraba que la noción de milagro se contradecía con la razón. Por ello hace una crítica ilustrada de las exégesis sacerdotales donde sostiene que los profetas no tienen un alma perfecta sino una gran imaginación que la utilizan para afianzar la superstición.
Spinoza tenía motivos suficientes para temer por su vida: uno de sus amigos había sido ejecutado, y otro había muerto en la cárcel. Los esfuerzos por publicar habían concluido en amenazas de un juicio criminal. Un teólogo famoso se había referido a él como “el hombre más impío y peligroso del siglo” y un poderoso obispo lo describió como “un loco y malvado que merece ser encadenado y azotado”.
El único libro que publica en vida es el Tratado teológico político utilizando un seudónimo para evitar el castigo de los curas cartesianos de toda Europa. Allí realiza un cuestionamiento político a las religiones históricas: “El gran secreto del régimen monárquico y su interés profundo consiste en engañar a los hombres, disfrazando con el nombre religión el temor con que los esclavizan, de tal modo que combaten por su servidumbre cuando creen que luchan por su salvación.”
Spinoza habla de un Dios que no es Dios
Los grandes temas de Spinoza son la libertad de pensamiento, la separación entre la filosofía y la teología, la identidad de Dios y la naturaleza, la democracia y la subordinación de la iglesia al Estado.
La Ética demostrada según el orden geométrico es su libro fundamental. El modo geométrico de su escritura implica trasladar a la filosofía el método axiomático deductivo en la búsqueda de una consistencia lógica. La Ética esta dividida en cinco partes. La primera trata sobre Dios; la segunda sobre el origen de la Mens (Spinoza no utiliza la palabra “alma” por su connotación religiosa); la tercera sobre las pasiones; la cuarta sobre el poder de las pasiones y la quinta sobre el poder de la Mens ante las pasiones o de la posibilidad de la libertad de los hombres.
Es en la primera parte donde refuta la concepción del Dios judeo-cristiano. Es decir un Dios persona, omnipotente y omnisciente, con poderes para castigar y premiar, un Dios que crea al mundo de la nada. Para Spinoza Dios es la Naturaleza (Deus sive natura). Dios es inmanente no trascendente. Una causa inmanente esta “junto a” o “dentro” de aquello que causa. Por ejemplo la naturaleza de un círculo es la causa inmanente de su redondez. Lo que afirma Spinoza es que Dios no está fuera del mundo y lo crea, Dios existe en el mundo y subsiste junto con aquello que crea. Dios es el mundo y todo lo que lo constituye. Por ello lo que propone es que la Naturaleza como potencia, como naturaleza naturante, es Dios. La Naturaleza es “causa de si”, es decir existe por necesidad y no puede ser de otra manera.
En el universo todo forma parte de una sola sustancia, todo lo que hay es una sola sustancia a la que podemos llamar Dios o la Naturaleza. De los infinitos atributos de esa sustancia sólo conocemos dos: el modo pensamiento y el modo extensión. Pero entre ambos modos no hay correspondencia, ni prioridad, ni subordinación. Lo que aparece en un modo también se encuentra en el otro. Una consecuencia de la teoría de la mente de Spinoza es que la inmortalidad personal no existe. En la medida que los actos mentales tienen siempre su correlato en el cuerpo, cuando este muere lo mismo sucede con la mente. Esta perspectiva cuestiona la separación cartesiana entre alma y cuerpo. El dualismo de Descartes establece la posibilidad de un acuerdo entre la religión y la ciencia emergente de la época. Aislando la mente del cuerpo se aseguraba que las doctrinas religiosas -la inmortalidad del alma, la libertad de la voluntad y el estatus especial del ser humano- no se contradecía con la posible intervención de la investigación científica. Para Spinoza sólo hay un reino en el mundo: el de Dios o la Naturaleza. Los seres humanos pertenecen a este reino de la misma forma que las piedras, los árboles y los gatos. De esta manera subvierte siglos de ideas religiosas que habían colocado al ser humano en un lugar especial.Esta implacable supresión de la inmortalidad del ser humano y su fundamentación de que Dios es sinónimo de la Naturaleza nos lleva a sostener que su filosofía plantea un método que está al servicio de sus ideas políticas radicales en contra de la jerarquía teológica ligada al poder del Estado que -como sostiene Spinoza- utiliza la posibilidad de un castigo o recompensa para someter a las masas. De allí que su ateísmo lo fundamenta en un riguroso sistema de pensamiento.
El ser es un verbo que se afirma en la divinidad de la potencia
Algunos de los sufrimientos del ser humano provienen de formarse ideas inadecuadas producto de su imaginación. Una de ellas es su libertad: “Los hombres se equivocan al creerse libres, opinión que obedece al solo hecho de que son conscientes de sus acciones pero ignorantes de las causas que las determinan. Y, por tanto su idea de libertad se reduce al desconocimiento de las causas de sus acciones, pues todo ese decir que las acciones humanas dependen de la voluntad son sólo palabras, sin idea alguna que les corresponda. Efectivamente, todos ignoran lo que es la voluntad y cómo mueve el cuerpo, y quienes se jactan de otra cosa e inventan residencias o moradas del alma suelen mover a risa o a repugnancia.” Pero el ser humano tiene un tipo de libertad ligada a su capacidad racional de formarse ideas adecuadas sobre lo que es necesario y orientar su conatus. Es decir, su deseo para aumentar su potencia de vida y preservarse en su ser. Por ello la idea del bien y del mal suelen estar ligadas a supersticiones e ideas confusas. Para Spinoza bueno es lo que aumenta nuestra potencia acompañada de un sentimiento de alegría y malo es lo que disminuye nuestra potencia acompañada de un sentimiento de tristeza. Si un sujeto hace un acto malo no comete un pecado simplemente devasta su vida y la de los demás. En todo caso si es una ilegalidad jurídica recibirá la sanción que corresponde por parte del Estado. De esta manera funda una ética de la alegría como potencia de ser. El ser de Spinoza es poder y potencia, no deber. El ser es un verbo donde la alegría no es una recompensa sino una señal que nos dice lo que es bueno. Por ello afirma: “la alegría es siempre buena y la melancolía siempre es mala”. La melancolía como pasión triste es funcional a la superstición ya que es utilizada por los poderes religiosos para separar a los cuerpos de su propia potencia y a las mentes de su capacidad de pensar. Por ello no afirmaba la potencia de la divinidad sino la divinidad de la potencia de ser.
En la Ética Spinoza presenta una solución al conflicto que las religiones plantean entre Dios y la Naturaleza. En sus aspectos fundamentales esta solución estaba presente en su mente cuando fue expulsado de la comunidad judía. Dios y la Naturaleza no están en conflicto por que Dios es la Naturaleza. La “Naturaleza” de la que se trata incluye la que hablamos normalmente pero está más cerca de lo que entendemos por “naturaleza” en expresiones como “la naturaleza del hombre”, “la naturaleza del agua”. Es decir la naturaleza que es objeto de la indagación racional, que es inteligible o comprensible. Su filosofía sostiene que no hay nada en el mundo que sea misterioso, no hay dioses inescrutables tomando decisiones sobre el mundo. En definitiva no hay nada que pueda no ser conocido, aunque necesariamente no conozcamos todo. Por ello termina la Ética diciendo que la sabiduría está en el “amor intelectual a Dios” (amor Dei intelectuallis). Este es un amor de las cosas y del mundo. Más conocemos a Dios cuanto más nos conocemos a nosotros mismos y al mundo. Es decir, al unir la pasión, el intelecto y la Naturaleza propone una razón apasionada como fuerza activa de construcción y aprehensión del mundo. Esta es su posición política.
Spinoza describió la necesidad de una democracia radical antes de que el mundo proporcionase su posibilidad y Marx escribiera El capital. Dos siglos antes de que Darwin desarrollara su teoría de la evolución de las especies descartando la necesidad de un creador, anunció que una explicación así era inevitable. Anticipó la perspectiva de entender al ser humano como bio-psico-social. Sin embargo aún sigue produciendo profundos rechazos.
Este año el gobierno holandés debido al escaso conocimiento de los estudiantes sobre la historia del país decidió hacer obligatoria una materia en la que estudiaran los cincuenta sucesos y personajes más importantes en la conformación actual de los Países Bajos. Entre los personajes estaba Spinoza. Las escuelas cristianas se apresuraron a señalar que prefieren configurar su propia lista de celebridades destinada a evitar que la fe aparezca como fuente de conflictos. Por ello proponen suprimir a Spinoza e incluir el Concilio Vaticano II. Este hecho demuestra como tres siglos después sigue perviviendo el odio teológico contra este judío marrano.
Freud consideraba a Spinoza “un hermano en la falta de fe”
El escritor Isaac Deutscher sostiene que una importante tradición disidente dentro del judaísmo está formada por pensadores heréticos como Spinoza, Marx, Heine y Freud. Sus ideas exponían críticas contundentes a la sociedad y creían que las leyes científicas gobernaban el pensamiento humano. Para ellos la realidad humana estaba representada por deseos y anhelos, escrúpulos e inhibiciones, afanes e inquietudes independientemente de la raza, religión o nación a la que pertenezcan. Por ello no creían que ninguna cultura o dios tengan el monopolio de la razón y la virtud.
En este sentido Freud se describía como un “judío totalmente sin dios”. Su primer intento de aplicar el psicoanálisis a la religión fue en el artículo “Actos obsesivos y prácticas religiosas” donde señalaba la similitud entre los actos obsesivos y las ceremonias religiosas. La diferencia es que “la neurosis obsesiva es la religiosidad individual y la religión es una neurosis obsesiva universal”.
Pero es en Totém y Tabú (1913)donde la religión es considerada como una defensa infantil de protección contra el desamparo. En definitiva, contra la muerte. Al desarrollar el mito de la horda primitiva señala como los hijos del Padre muerto se constituyen como un grupo desde la idealización del Padre. De esta manera el Padre protector también instala la prohibición que instituye la cultura, en tanto a lo que se renuncia es al parricidio y al incesto. Esta renuncia de lo pulsional deriva de la culpa individual y colectiva que se transforma en el problema más importante para el desarrollo cultural, ya que es el precio que el progreso de la cultura exige al sujeto, que debe pagarlo con un déficit de felicidad provocado por la elevación de ese mismo sentimiento de culpa. En este sentido es necesario plantearnos algunos interrogantes. ¿Se puede pensar otro poder fuera de esa convergencia en un grupo de sujetos sometidos a un yo-ideal? Si la imperfección es propia de toda actividad humana, y por lo tanto generadora de la misma, ¿qué creencias puede desarrollar un grupo para evitar el conformismo de lo posible? ¿Cómo puede el sujeto enfrentar las injusticias si su rebelión queda reducida al campo de las fantasías? Y por último, ¿con qué criterio de eficacia se puede discernir la ilusión en los procesos sociales? Intentar contestar estas preguntas requiere que no reduzcamos los procesos colectivos a categorías individuales. Tampoco se puede dar cuenta de los primeros sin pensar en la subjetividad del sujeto.
Este tema es el que desarrolla Freud en los primeros capítulos de El porvenir de una ilusión (1927). La religión es la que sostiene la cultura dominante a través de la ilusión. Su planteo no es demostrar que la ilusión es falsa, sino que es el resultado de un deseo de plenitud y como tal una distorsión de la realidad. La ilusión es lo que el deseo da por realizado. Es por esto que la unión entre los miembros de la masa no reside en la solidaridad, sino en esos deseos de ilusión.
Este lugar de la religión como forma de ilusión lo extiende a otros patrimonios culturales como los científicos, políticos e ideológicos que pretenden conformarse en una cosmovisión. Sin embargo estos últimos pueden apelar a la razón y la verdad no como saberes absolutos, sino como un acto de reflexión en la búsqueda de respuestas. Esto no alude a un realismo ingenuo en la búsqueda de lo posible, así como tampoco a un racionalismo que cree explicarlo todo dejando de lado el sujeto como núcleo de verdad histórica. De allí que al trabajar el problema de la ilusión, Freud entiende la verdad histórica como algo que hay que construir con la ayuda del “Dios Logos”. Esta es la posición que sostiene para el psicoanálisis. Por ello le escribe a Pfister: “Perdiendo sus esperanzas en el más allá, y concentrando en la vida terrenal todas las fuerzas así liberadas, logrará probablemente, que la vida se vuelva soportable para todos y la cultura no sofoque a nadie más. Entonces, sin lamentarse, podrá decir junto con uno de nuestros compañeros de incredulidad: <Dejemos los cielos/ a ángeles y gorriones>
En la actualidad, para el escepticismo postmoderno, no hay hechos sino interpretaciones, por lo tanto no hay posibilidad de alcanzar un conocimiento objetivo de ninguna realidad. De esta manera se anula toda posibilidad de debate ya que “lo políticamente correcto” es que todos tienen razón pues, en definitiva nadie tiene la posición de la verdad, ya que no la hay. Es decir un mundo donde todo vale y, nada vale. La ciencia es una interpretación que no tiene ninguna validación objetiva, el progreso es una ilusión y la lucha por un mundo mejor una antigüedad. Sólo queda vivir el presente y esperar la inevitable catástrofe.
Que el mundo sea lineal ni este garantizado es una evidencia. Pero esto es una justificación para que luchemos por un mundo mejor y no para que renunciemos a hacerlo. Por ello la cuestión no es tener fe en una creencia o no tenerla. Sino cuales son las creencias que potencian nuestra capacidad de transformación individual, familiar y social y cuales nos someten a la cultura hegemónica. En definitiva cual es la que permite una razón apasionada por la lucha de la vida ya que, como plantea Spinoza, “el hombre libre en nada piensa menos que en la muerte.”
Para Spinoza las religiones constituidas institucionalmente tienen siempre una base de superstición que la hacen posible. Sus representantes son los profetas. Sin embargo sostiene que Cristo no inaugura una religión. “Pero no por motivos religiosos ni de intrínseca verdad, Cristo no dice nada nuevo. En rigor, no hay ´evangelio´, no hay ´buena nueva´. Lo que hay en Cristo, lo específico en Cristo, es un hecho paradójicamente histórico ¿Qué hace Cristo? A un núcleo de verdad, que está en la base de la religión judía y de otras religiones, lo despoja de todas las formas y las configuraciones históricas bajo las cuales se habían manifestado hasta entonces: ceremonias, ritos, mitos, cultos, castigos, premios, etc. Es como si Cristo despojara de esa ´cáscara´ histórica al núcleo de verdad de todas las religiones: el amor al prójimo, o -en una palabra- la fraternidad. El núcleo de verdad de todas las religiones es la fraternidad humana. Y Cristo viene a decir que esa fraternidad se instituye como una comunidad universal: no nacional, no particular, no local, no racial. Sino absolutamente de todos los hombres... con la institución del cristianismo como religión, se adultera y se pierde, y vuelve a cobrar la forma histórica de la que Cristo la había despojado. Entonces, de nuevo: ritos, ceremonias, castigos y premios: ese es el cristianismo histórico”. Tatián, Diego, “Spinoza y el judaísmo” en Forster, Ricardo y Tatián, Diego, Mesianismo, Nihilismo y Redención. De Abraham a Spinoza. De Marx a Benjamin, Editorial Altamira, Pensamiento Judáico, Buenos Aires, 2005.
John Tolland en el siglo XVIII crea un neologismo, “panteismo”, para designar el sistema de Spinoza. Este significa que Dios esta en todos lados. Algunos dan como sinónimos ateismo y panteismo. Sin embargo creemos que Spinoza cuando habla de Dios no es para decir que esta en todos lados sino, por el contrario, para demostrar que lo podemos encontrar en las bases materiales que constituyen nuestro mundo. Por ello su ateismo produce tan profundo rechazo. Durante varios siglos en las universidades europeas era necesario empezar una tesis de filosofía condenando las ideas de Spinoza. Los libertinos (en los siglos XVII y XVIII se entendía por libertino un erudito y libre pensador no un libertino de costumbres) hacían circular clandestinamente escritos anónimos anticlericales. Uno de ellos se lo atribuían a un discípulo de Spinoza: Tratado de los tres impostores. Moisés, Jesús Cristo, Mahoma. Anónimo clandestino del siglo XVIII, Editorial Cuenco del Plata. En una edición de esa época comenzaba con su biografía: “La vida del señor Benoit de Spinosa”. Al inicio el editor advertía que se habían impreso pocos ejemplares. Teniendo “el cuidado de distribuir este pequeño número de ejemplares entre personas capaces de refutar (las ideas de Spinoza). No cabe ninguna duda de que ellos pondrán en retirada al autor de este monstruoso escrito, y que destruirán completamente el impío sistema de Spinoza, sobre el que se fundan los sofismas del discípulo.”
Para un desarrollo de estos temas ver, Carpintero, Enrique, La alegría de lo necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud,Editorial Topía, segunda edición corregida y aumentada, Buenos Aires, 2007.
En Moisés y la religión monoteísta (1939), Freud retoma algunos conceptos planteados en Totém y Tabú (1913)pero aplicados al pueblo judío. Dudó mucho en publicarlo dadas las condiciones políticas de su época. Su tesis principal era que Moisés fue un egipcio defensor de la fe monoteísta del Faraón Amenhotep. A la caída de éste se vale del pueblo judío para abandonar su tierra natal y fundar una nación. Como era muy exigente fue asesinado. Posteriormente el Dios mosaico fue amalgamado con el culto a un Dios volcánico que vivía en el Monte Sinaí y que se denominaba Jahvé. La culpa por la muerte del Profeta continuó actuando y con el tiempo el guerrero Jahvé de las Doce Tribus acaba perdiendo sus atributos belicosos y se transforma en la replica del Dios Moisés. Esta “novela histórica”, como quería llamarla Freud, tiene muchas posibles interpretaciones. Por su actualidad, una de las que me interesa destacar es la dada por Edward W. Said en una conferencia. Allí plantea que la tesis de Freud al afirmar que Moisés no era judío socava la idea misma de identidad “pura” y mantiene que la identidad no puede pensarse ni entenderse sin el reconocimiento previo de los límites inherentes a ella. Said sugiere que, desde esta perspectiva, ese sentido de identidad aún no resuelto podría, de haber tomado cuerpo en la realidad política, haber formado una buena base para lograr la comprensión mutua de judíos y palestinos. Said, Edward W., Freud y los no europeos, Editorial Global Rhytham, Barcelona, 2006. Esta conferencia fue prohibida en el Instituto Freud de Viena. Finalmente se pronunció en el Museo Freud de Londres en diciembre de 2001.
Tomado del poema de Heine, Deutschland.La expresión “compañeros de incredulidad” fue aplicada por el propio Heine a Spinoza en lo que Freud en su libro sobre el chiste citó como ejemplo de un tipo especial de procedimiento humorístico.
Para un desarrollo de este tema leer en este número Maritano, Alejandro.
Bibliografía
Anónimo Clandestino del siglo XVIII, Tratado de los tres impostores, ediciones el Cuenco del Plata, Buenos Aires, 2006.
Carpintero, Enrique, La alegría de lo necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud, editorial Topía, segunda edición corregida y aumentada, Buenos Aires, 2007.
Forster, Ricardo y Tatián, Diego, Mesianismo, Nihilismo y Redención. De Abraham a Spinoza. De Marx a Benjamin, editorial Altamira, pensamiento judáico, Buenos Aires, 2005.
Freud, Sigmund, Tótem y Tabú (1913), tomo XIII. El porvenir de una ilusión (1927), tomo XXI. Moisés y la religión monoteísta (1939), tomo XXIII. Amorrortu ediciones, 1976.
Gay, Peter, Un judío sin Dios. Freud, el ateísmo y la construcción del psicoanálisis, Ada Korn editora, Buenos Aires, 1993.
Major, René y Chantal, Talagrand, Freud. Una biografía política, editorial Topía, Buenos Aires, 2007.
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Rodrigué, Emilio, Sigmund Freud. El siglo del psicoanálisis, dos tomos, editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1996.
Said, Edward W., Freud y los no europeos, editorial Global Rhytham, Barcelona, 2006.
Savater, Fernando, La piedad apasionada, ediciones Sígueme, España, 1977.
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Wienpahl, Paul, Por un Spinoza radical, Fondo de Cultura Económica, México, 1990.
Yirmiyahu, Yovel, El marrano de razón, ediciones Anaya y Mario Muchnik, España, 1995.