Presentaciones de las Huellas de la Memoria

Presentaciones de las Huellas de la Memoria

Buenos Aires (The Cavern Club | 20/10/2005)

Buenos Aires (The Cavern Club | 20/10/2005)

Diana Kordon

Presentaciones de Las Huellas de la Memoria. Tomo II

The Cavern Club | 20/10/2005

Diana Kordon

Cuando comencé la lectura me dí cuenta que no iba a poder dejar de leer. No se trataba de conectarme con un material para su presentación, sino con un recorrido a lo largo de una historia de la que me siento partícipe, Hace muchos años que pensaba que nuestra generación nos debíamos esta reflexión y que se la debíamos a aquellos que hoy intentan construir nuevos caminos. Este libro sale al encuentro de esa inquietud.

Me pregunto sobre las razones que llevaron a Enrique y Alejandro a acometer una empresa de la envergadura de Huellas de la Memoria I y II. Seguramente respondan a razones personales, pero no tengo dudas que simultáneamente responden a una necesidad social.

En la introducción al primer tomo señalan como momento fundacional del proyecto un encuentro de 1997 en un café de San Juan y Boedo.

No sé exactamente en que momento fantasearon y comenzaron con su búsqueda, con las primeras entrevistas, con esa primera aproximación deseante que nos hace amar un proyecto; pero esta producción es imprescindible a partir de las condiciones subjetivas generadas luego de diciembre de 2001, que nos demandan a una revisión de la historia, de las experiencias en salud mental, de la revisión de nuestros instrumentos teóricos y técnicos, de nuestra inserción como sujetos sociales.

El trabajo de la memoria, el trabajo de historización surge de necesidades del presente. Dice Halbwachs:” la memoria colectiva es la memoria de los miembros de un grupo que reconstruyen el pasado a partir de sus intereses y del marco de referencias presentes. Esta memoria colectiva asegura la identidad, la naturaleza y el valor de un grupo. Además es normativa porque es como una lección a transmitir sobre los comportamientos prescriptos del grupo”

Huellas de la memoria ll es precisamente eso. Parte de un trabajo de memoria colectiva, en el que los autores, desde su compromiso social, político, científico, con el presente, hacen un recorrido por las prácticas y la construcción de ideas desde el 70 al 83, y lo hacen en una relación de interioridad. . El trabajo de historización, como diría un institucionalista, los atraviesa, y teniendo una diferencia generacional, Enrique ha sido protagonista de la historia y Alejandro es de aquellos que retoman la posta para un proyecto de futuro. Indudablemente la revista Topía, producción de un colectivo comprometido, da cuenta también de este trabajo de memoria y proyecto. Nos conectamos con este libro en un momento en que el sistema de salud está colapsado, en salud mental la hegemonía de los laboratorios define orientaciones y aún prácticas concretas de los profesionales, el psicoanálisis atraviesa una profunda crisis conceptual e institucional, las institucionales profesionales dejan por fuera de su actividad, en un verdadero pacto denegativo con el poder, como diría Kaes, la defensas de los derechos de los profesionales y de los pacientes. Esto solo por mencionar algunos de los rasgos de la situación actual de nuestro campo.

Sin embargo, justamente a partir de la gigantesca convulsión social que surgió a partir de 2001,estos hechos comienzan a desnaturalizarse,, comienzan a surgir esbozos de nuevas respuestas sociales , de nuevos compromisos , de nuevas aperturas de los TSM.

Como los mismos autores sostienen, el libro nos lleva al encuentro de una época de “construcciones, contradicciones y luchas” un tiempo de “encuentros y desencuentros” de “pasiones alegres y pasiones tristes”.

A través de un trabajo testimonial, de una polifonía de aportes, de algunas producciones escritas paradigmáticas, se evidencian las ideas y ansias comunes y la diversidad de miradas.

Rescatan del silencio, producto de la dictadura y también del hegemonismo de las ideas de la posmodernidad, correlato en el plano de la cultura de llamado neoliberalismo, la gigantesca práctica social y la profunda producción conceptual que estalla a partir del cordobazo y recorre los primeros años de la década del 70

Enrique Carpintero y Alejandro Vainer renuncian a la trampa de una supuesta neutralidad, asumiendo posicionamientos explícitos en relación a los hechos. Con su lectura tengo muchísimos acuerdos y algunas diferencias.. Por supuesto quedan abiertos debates que los acontecimientos de años posteriores a los que abarca este trabajo, han resignificado en buena medida. Huellas de la Memoria constituye en sí mismo un nuevo aporte a estos debates.

Quiero también destacar la honestidad política e intelectual que significa la amplitud del espectro testimonial y el reconocimiento de todas las fuerzas que participaron en el movimiento social y profesional de la época.

El período que abarca este tomo pone al rojo vivo un contraste. Por un lado una etapa , abierta por el cordobazo de mayo del 69, de gigantesco auge de las luchas populares, con un correlato de revolucionarización de quienes trabajábamos en el campo de la salud mental (psiquiatras, psicólogos, asistentes sociales , psicopedagogos) y que en el interior de dicho proceso nos autodenominamos TSM. Esta denominación no fue fortuita: definía un campo de trabajo y nuestra inserción como trabajadores.

Por el otro, la tragedia que significó para nuestro pueblo la dictadura militar, que desató la más brutal represión que conoce nuestra historia ,solo equiparable al genocidio indígena. Como expresión paradigmática de ello en el campo de la salud mental, la desaparición de 110 TSM.

Me resulta imposible detenerme en el análisis de cada uno de los momentos y procesos y los elementos que se abordan en el libro, dado. lo abarcativo del análisis. Solo mencionaré, sin posibilidad de profundizar, aquellos que me resultaron más significativos, o quizás más próximos.: Como en una pintura de época, de inicio entramos de lleno a un universo sacudido por el cordobazo y el mayo francés.

Los primeros capítulos recorren el campo de ruptura de la APA, los desarrollos de la FAP, la conformación de la CTSM y del CDI, las prácticas en las instituciones públicas de salud mental, la carrera y la problemática de los psicólogos y sus instituciones.

La formación de los grupos Plataforma y Documento marcan la ruptura de la Asociación Psicoanalítica Argentina, institución que hasta ese momento tenía el monopolio del psicoanálisis .Sobre la base de documentos y entrevistas se reconocen acuerdos y diferencias entre ambos grupos, en sus momentos fundacionales La ruptura con la APA significaba la pérdida de un espacio identitario que abarcaba mucho más que el reconocimiento como psicoanalistas. Ambos grupos confluyen en la Federación Argentina de Psiquiatras en la que también venían desarrollándose posiciones cuestionadoras de la psiquiatría manicomial.

En un período sacudido por conmociones sociales profundas, confluimos la FAP, la APBA, La asociación de asistentes sociales, la de psicopedagogos en la Coordinadora de TSM .La experiencia de la CTSM nos marcó profundamente a todos los que participamos de ella. Nos sentíamos sujetos de un proceso cuestionador y transformador .La política, la filosofía (el materialismo dialéctico) las problemáticas de la Salud Mental, las nuevas prácticas en las instituciones hospitalarias, el psicoanálisis, las comunidades terapeuticas, la Antipsiquiatría, las terapias breves y grupales. Todo era materia de investigación y discusión. Marx y Freud eran los referentes cuya articulación se planteaba como objetivo. No era un momento de reconocimiento de heterogeneidades. Extrapolaciones de un espacio clínico o conceptual a otro. Pero impregnado del espiritu de rebeldía y de búsqueda. Todo ello inscripto en un anhelo explícito: participar del movimiento social en un camino liberador. Vivíamos en un clima apasionado de efervescencia revolucionaria, de discusiones democráticas en asambleas. Aún hoy recuerdo discusiones interminables alrededor de la caracterización de la revolución: liberación nacional y social o social y nacional. Indudablemente sigue siendo un debate, pero lo que quiero transmitir es esa profunda convicción, de la que participábamos miles de TSM, de sentirnos parte de un colectivo que se proponía cambiar el mundo.

Este período, de boca de muchos de sus participantes, está reflejado en el libro.

A partir de fines del 74, con el clima persecutorio que comienza, los asesinatos de dirigentes populares como Ortega Peña, las amenazas, intimidaciones, se va generando el clima propicio para el golpe. El movimiento social se desgarra. Las diferencias políticas entre los diferentes grupos de TSM se profundizan. Algunos comienzan a partir al exilio.

Por fin, entramos al período más oscuro de nuestra historia: el golpe del 24 de marzo de 1976 inaugura la dictadura.

En un acto de reafirmación del compromiso ético y político, los autores comienzan este capítulo del libro con la lista de los TSM y estudiantes de SM detenidos desaparecidos: apellido, apellido de casada, nombres, profesión, lugar de trabajo, fecha de desaparición, lugar de desaparición, edad. La lectura de cada uno de los nombres, cuya edad, salvo alguna excepción, no superaba los 35 años, me conmueve profundamente. Los releo una y otra vez, con angustia, como en aquellos tiempos de búsqueda desesperada. Recuerdo en ese instante cuando en la casa de Mignone, padre de una joven desaparecida y fundador del CELS, leíamos en esos tiempos las primeras listas que algún liberado recomponía, y en las que por primera vez leí la palabra “trasladado”, mientras Mignone me decía que quería decir eso. Evidentemente fantasmas de lo traumático me siguen recorriendo subjetivamente .Aún hoy, me resulta imposible poner en la letra escrita ese horror de lo siniestro que señala el “trasladado”.

De esa lista, en tres nombres quiero rendir mi homenaje a todos los TSM detenidos desaparecidos: Beatriz Perosio: presidenta de APBA; Juan Carlos Risau: Secretario general de FAP y Marta Brea, que había sido mi compañera de admisión en el equipo de adolescentes del Lanús.

Sobre el período de la dictadura no me voy a extender, dado que la lucha contra la impunidad ha permitido que se hiciera público lo ocurrido. En el campo de la salud mental ha habido un intenso trabajo colectivo de elaboración de lo traumático.

Los autores dejan en claro la eficacia del poder del estado, y en particular del terrorismo de estado, en su capacidad de disciplinamiento social. Ponen en claro como, además de la desaparición , tortura, asesinatos, cárcel, exilio, que afectaron a miles de TSM, se aplicó una política en salud mental y en la universidad, que, apoyada en el terror, se proponía liquidar todas las conquistas logradas en años anteriores. Muestran como ese discurso dominante, inductor de alienación social incidió en la subjetividad, como el encierro en los consultorios operaba como una supuesta defensa ante el peligro, como se fracturaron instituciones.

Pero no quedan prisioneros de las campañas de culpabilización. Rescatan las múltiples experiencias de resistencia, la resistencia de las Madres de Plaza de Mayo, la resistencia en los más diversos ámbitos de nuestro espacio de salud mental. Pequeñas y amplias resistencias, que, desplegadas en un clima de aislamiento y persecución, nos rescataban y le daban sentido a nuestro quehacer.

Las Huellas de la Memoria II es un magnífico aporte a la memoria colectiva y a la memoria histórica. Pero sobre todo es un aporte y un desafío para las nuevas generaciones de TSM en la perspectiva de construir nuevos caminos emancipadores, y en ese trayecto, nuevas formas de subjetividad y nuevos instrumentos en el campo de la salud mental.

Una vez más , este libro , en el reconocimiento de que los caminos de la historia son sinuosos, son difíciles , que hay avances, que hay derrotas, nos estimula, en su inmenso compromiso con la vida, con la acción y con el pensamiento, a encontrarnos con las inmensas posibilidades que nos ofrece nuestra práctica específica en salud mental y articularlas con las prácticas sociales transformadoras.

Un libro francamente conmovedor y necesario.

Federico Pavlovsky

Presentaciones de Las Huellas de la Memoria. Tomo II

The Cavern Club | 20/10/2005

 

Federico Pavlovsky
Jefe de Residentes del Hospital Álvarez

Hace exactamente un año mi padre era uno de los presentadores del primer tomo de este libro y yo era uno de los tantos residentes de salud mental que estaban sentados entre los oyentes. Mi padre, quien no ahorra en consejos, me decía, le decía al publico…

Pero créanme, me decía, que la lectura del primer tomo de Las Huellas de la Memoria que reúne los hechos mas relevantes del ámbito de la salud mental entre los años 1957 y 1969, era imprescindible para las nuevas generaciones que se estaban formando ya que era un testimonio privilegiado para conocer la historia, la vida, las disputas personales y teóricas, los cimientos, los amores y también los odios de quienes protagonizaron la salud mental de nuestro país en los últimos 50 años. Caí abruptamente en la cuenta que me crié entre apellidos como Ulloa, Fiasche, Kesselman, Bauleo, que escuche anécdotas muy graciosas de un tal David Cooper y mi abuela, ambos protagonistas de un dialogo insólito. Rostros amistosos de hombres con los que mi padre compartía opiniones, escritos o eventos sociales. Así por ejemplo, sabia que Kesselman era un hincha fanático de boca, que había estado exiliado en España, que su hija, Lucila, tenia mi edad y un tono madrileño que tardo muchos años en perder. Sabía que Ulloa era un hombre de pelo blanco, siempre fumando pipa y de un hablar casi susurrando. Sabía que Bauleo era el hombre con la risa mas contagiosa y llamativa que escuche en mi vida. Pero al mismo tiempo no tenia la menor idea de la real trascendencia de estos hombres, donde habían estado, con quienes, en que contexto. Cuales habían sido sus obstáculos y sus logros. Por que habían luchado, en que habían creído. Percibí entonces que la advertencia de mi padre tenia sentido.

Hoy me toca la difícil tarea de dar mi opinión, de presentar el tomo II de Las Huellas de la Memoria y antes quiero compartir dos escenas con ustedes que explican al menos en parte el estado emocional que me provoca el estar hoy aquí. Este es un libro de hechos, de historia, de personajes, de política. Obsesivamente documentado. Las notas finales son pequeños capítulos en si mismos. Pero también y con la misma intensidad, es un libro que provoca infinidad de sensaciones y sentimientos mientas es leído. Primer escena : Hace algunos meses, cuando en calidad de Jefe de Residentes del Hospital Alvarez, presente el programa formativo a las autoridadades, un medico psicoanalista del hospital al leerlo me manifestó que dicho programa le resultaba “nefasto”. Tiempo después me confeso que dicho “exabrupto”, tal como lo definió el mismo, fue ocasionado a que encontró entre la lista de invitados a dictar charlas a un psicólogo que tiene “una enemistad manifiesta contra el lacanismo en la Argentina ”. Se refería a Alejandro Vainer. Este es solo un ejemplo del tipo de pasiones que este libro va a despertar. Es un libro que no va a pasar indiferente ni se va a vender en estaciones de servicio ni tampoco va a regalar ningún diario en su edición dominical. Es un libro que va a provocar todo tipo de reacciones.

Segunda escena : Cerca del episodio anterior coincidí con Alejandro por algunos meses en un trabajo institucional. Los autores del libro estaban terminando su tarea y corregían los últimos detalles. Alejandro por ese entonces no tenia la mejor cara, se lo veía demacrado y padecía toda clase de síntomas corporales, entre ellos palpitaciones intensas en su pecho que motivaron asistencia cardiológica e incluso un Holter 24 hs en donde Alejandro tenia que escribir en una pequeña libreta TODO lo que estaba pensando o haciendo cuando su corazón se aceleraba. Recuerdo haber hechos bromas al respecto. Pero la verdad es que Alejandro y Enrique por esos días, estaban terminando de confeccionar la lista de los 110 trabajadores de Salud Mental desaparecidos en la última dictadura militar. Desaparecidos a los que se les devuelve su nombre y apellido así como se brinda información esencial respecto a su profesión y las circunstancias y fechas de su desaparición, así como también su edad, en su inmensa mayoría jóvenes por debajo de los 35 años. Al comenzar a leer este libro experimente muchos de los síntomas que vi en Alejandro, pero también me sentí aliviado y conmovido, con la sensación de haber exorcizado algunos de los miedos que actúan de manera silenciosa y efectiva. A cada momento. A cada día. Sin que nos demos cuenta.

Quisiera repasar algunos hechos que encontré esenciales, antes debo decir que al igual que el primer tomo, cada evento relacionado con la salud mental esta en estrecha correlación con los acontecimientos histórico-políticos y culturales de cada momento. Esto no es un detalle para guiar a los desprevenidos lectores, es en si misma una apuesta ideológica, en un libro ideológico. Parto entonces del mítico año 1969, año del cordobazo, de la dictadura de Ongania, año en donde un puñado de jóvenes psicoanalistas se rebelaron frente al psicoanálisis oficial y conformaron Plataforma Institucional y luego aquí Plataforma Argentina , contando con Bauleo y Kesselman entre sus fundadores, en lo que significo a la postre, en el año 1971, la ruptura con la Asociación Psicoanalítica Argentina. Este hecho reunió varias características a considerar: creo las condiciones en la Argentina por primera vez para formar psicoanalistas por fuera de la institución oficial, planteo un serio cuestionamiento a la supuesta neutralidad del analista frente a hechos políticos y sociales y critico con dureza la verticalidad y autoritarismo de dicha institución psicoanalítica. Este grupo estaba convencido que la neutralidad analítica no hacia mas que reproducir la ideología dominante. El libro de Vainer y Carpintero resalta asimismo la figura de Pichon Riviere, poco conocido y leído por las camadas actuales, como uno de los primeros psicoanalistas en cuestionar los limites de las institución oficial. De la mano de Marie Langer este grupo compendio una serie de trabajos con implicación ideología y política en una publicación que se llamo Cuestionamos . En el segundo tomo de aquel libro, tan polémico como lo será seguramente este segundo tomo, se publico una denuncia a un psicoanalista brasilero que formaba parte de los equipo de tortura de la dictadura que gobernaba Brasil desde 1964. Esta historia silenciada por la Sociedad Psicoanalítica de Rió de Janeiro, culmino, dando un ejemplo arquetípico de la época, con una investigación policíaca en contra de la persona que había realizado la denuncia y con la impunidad frente al hecho, reflotado recién muchos años después en el marco de la democracia. Es clara la posición crítica de los autores respecto a la neutralidad analítica, a la complicidad de las instituciones frente a los gobiernos militares y a una lectura univoca de la realidad social a través de interpretaciones psicoanalíticas. Son claros los autores cuando cuestionan una forma de ejercer la profesión signada por el lema cada uno en lo suyo, cada uno en su consultorio. Vale para la década del 70. Vale para los tiempos actuales.

Es para mi importante señalar la importancia que se da a un organismo como la Federación Argentina de Psiquiatras (FAP) Creada en 1970, la FAP fue un gremio representativo de los psiquiatras en todo el país y contrariamente a su nombre sugiere, también reunía a psicólogos y asistentes sociales. La FAP fue un organismo político, gremial y científico que tuvo como objetivo sacar la locura de los manicomios, la apertura de servicios en los hospitales generales y la prevención primaria. En su actitud critica y denunciante, sostuvo una relación tensa con las autoridades del INSM, creado en 1957 para facilitar el pasaje de la psiquiatría a un concepto mas amplio de salud mental, en 1970 esta dirigido por Augusto Badano, un medico cirujano del Hospital Churruca, dependiente de la Policía Federal. Dicho sea de paso aquel pasaje fue suspendido. La FAP denuncio un plan en donde se pretendía contar con el apoyo de profesionales de la salud mental para actividades represivas, ya sea para interrogatorios o para obtener un óptimo manejo de la tropa a cargo de los oficiales. 35 años después de aquella iniciativa, las fuerzas militares norteamericanas cuentan entre su arsenal equipos bien entrenados de psicólogos y psiquiatras, para conseguir confesiones en bases militares como la de Guantánamo. Ellos dicen: -Solo hacemos nuestro trabajo”

La FAP organizo encuentros en distintos puntos del país en los años 1970 y 1972. Dichos Encuentros han sido nuevamente organizados luego de muchos años por camadas de residentes y concurrentes de salud mental. El primero fue en Buenos Aires el año pasado, el segundo hace pocos días en Tucumán y el año que viene el punto de reunión será en Diamante, provincia de Entre Ríos. Estos Encuentros, por fuera de las instituciones psiquiátricas y psicoanalíticas oficiales, han convocado en sus primeras dos versiones a cientos de profesionales en formación y constituyen las mas importantes reuniones de jóvenes profesionales luego del establecimiento de la democracia. Restaría decir que la FAP tuvo importantes iniciativas institucionales con la creación de la Coordinadora de TSM y el Centro de Docencia e Investigación que llego a tener 1000 alumnos. Otro hecho a destacar es la creación del Centro piloto del Hospital Estevez coordinado por Ricardo Grimson, durante 18 meses se erigió como una practica antagónica a las expresiones tradicionales manicomiales. Con un dispositivo de comunidad terapéutica , basado en una posición ideológica de redistribución del poder entre pacientes y profesionales y un equipo de trabajo ( que no es la mera suma de profesionales de distintas disciplinas …) integrado por médicos, psicólogos, asistentes sociales, enfermeros y trabajadores sociales, en esa cantidad de meses se logro que en un contexto de pacientes cronificados las internaciones durasen en promedio 3 meses y se pudieran pensar estrategias de alta desde el mismo inicio del tratamiento.

A partir de aquí el libro plantea una bisagra histórica entre los años 1974 y 1976, detalla cómo se comienzan a demoler sistemáticamente las experiencias innovadoras que se estaban realizando. En este último capitulo titulado “ Entre silencios, miedos y exilios ”, se describe el apoyo que recibió la dictadura por un sector importante de la población, por las entidades empresariales y la iglesia. Se señala como el terror fue la herramienta predilecta para ejercer el poder y lograr el objetivo político de las autoridades militares. Se encuentra en dicho capitulo una definición del por entonces Gobernador de la provincia de Buenos Aires 1: “ Nuestros enemigos son los subversivos, los amigos de los subversivos y los indiferentes ”. Traigo a propósito de esto un parlamento de la obra el Sr. Galíndez , de mi padre, donde un torturador le explica a otro su oficio:

- Por cada tipo que tocamos hay mil tipos paralizados de miedo. Nosotros actuamos por irradiación, ese es el merito de la técnica -.

110 trabajadores de salud mental desaparecidos. Más de 20.000 desaparecidos. Y lo mas horroroso y crudamente actual es la intuición que esta es tan solo la punta del iceberg. Aun hoy quedan muchos cuerpos paralizados por el miedo.

El libro detalla el desmantelamiento de muchos servicios, de despedidos, de traslados, de desapariciones, como la de Francisco Bellagamba, Juan Carlos Riseau o Beatriz Perosio. También da cuenta de actos de valentía sin limites como lo fue la organización del VII Congreso organizado por la FAP en octubre del año 1976 en un clima de intimidaciones, de terror y desapariciones 2.Los autores aportan algunos datos que invitan a la polémica, mientras muchos servicios se cerraban y muchos profesionales dejaban el país exiliados o se escondían, se crearon entre 1977 y 1981 no menos de 40 instituciones del ámbito de la psiquiatría y del psicoanálisis con poca o nula referencia 3en sus escritos, producciones o mesas redondas, a la situación social que se vivía. Por citar un ejemplo, el XI Congreso Psicoanalítico Latinoamericano que se desarrollo en el año 1976 tuvo como titulo convocante “ Narcisismo e Inconciente ”. Pero también se describen iniciativas de resistencia y compromiso como lo fue en el año 1979 la creación del Equipo de Asistencia Psicológica de la madres de Plaza de Mayo , creado por la aquí presente Diana Kordon. También es de destacar la tarea de Dalmiro Bustos con los padres de los combatientes de Malvinas . Años de terror y de aislamiento en universidades y sindicatos. Años de 340 campos de concentración en 11 de las 23 provincias argentinas. Aun hoy se siguen encontrando cuerpos enterrados en fosas comunes, trabajo arduo e imprescindible que emprenden equipos como el Equipo Argentino de Antropología Forense que le devuelven la historia a esos cuerpos nn. Años de exilios al extranjero, de desmembramiento de familias enteras. También años de exilio interno, de miedo, de parálisis. Y también para otros años de complicidad y silenciamiento.

Luego de esta arbitraria síntesis quiero terminar diciendo que cuando termina el libro, en 1983 con el regreso de la democracia, yo tenía 8 años. Hoy a mis 30 estoy comenzando a dar mis primeros pasos en esta curiosa y difícil profesión. Creo que este libro funciona como un antídoto para las nuevas generaciones. No todo comienza de cero a cada momento. Hay predecesores, hay una tradición, hay buena ideas que se llevaron a cabo. Hay gente que dio la vida por lo que pensaba. Hay héroes y hay traidores. Hay quienes viran su opinión a cada momento. Hay sentido de pertenencia. Hay amor por la camiseta. Hay sueños por cumplir.

El libro Las Huellas de la Memoria no es en mi caso un repaso ordenado por aquello que viví, es una lección para no repetir los grandes errores del pasado

General Saint Jean

Alejandro siempre dice que APSA cuando organizo el congreso del 1985 no reconoció la historia de la FAP al denominarlo “Primer Congreso de Psiquiatría” cuando la FAP (que se disolvió en 1983) ya llevaba 7 congresos realizados.

Equipo conformado por Diana Kordon (fundadora), Lucila Edelman y Dario Lagos. En 1986 publicaron un libro con todos los trabajos.

Juan Carlos Volnovich

Presentaciones de Las Huellas de la Memoria. Tomo II

The Cavern Club | 20/10/2005

Juan Carlos Volnovich

Ante todo una advertencia para que no tome desprevenidos a los lectores: éste libro produce insomnio. Nomás uno lo lee, y ya no puede dormir. Es un insomnio bueno, si los hay, porque ayuda a salir de la pesadilla. Es un insomnio que tiene algo de elaboración, que contribuye a procesar el hecho traumático pero -ya verán- los desafío a que, después de leerlo, puedan volver a conciliar el sueño.

 

“Siendo el propósito del presente trabajo trazar la historia del movimiento psicoanalítico, no habrá de extrañar su carácter subjetivo…”

Así comienza Freud su Historia del Movimiento Psicoanalítico , muy pronto, demasiado temprano tal vez, porque como señala Pontalis en Este tiempo que no pasa, el psicoanálisis en 1914 era aun muy joven como para ser historiado.

Entonces, siendo el propósito de Las Huellas de la Memoria trazar la historia del movimiento psicoanalítico y de la salud mental en la Argentina, no habrá de extrañar su carácter subjetivo sólo que, en este caso, no es ni demasiado temprano ni prematura la tarea emprendida. Es el momento justo y preciso.

Con la intención de registrar nuestra propia voz y de mostrar el perfil que nos identifica, Enrique Carpintero y Alejandro Vainer han apelado a las claves que nos aporta la historia. Pero no a la historia que se pretende objetiva en la cientificidad de sus afirmaciones; no al pasado que la historia como disciplina intenta restituir, sino que han apelado a la memoria colectiva; a la que hace uso del recuerdo y del olvido en el presente, cuando el pasado es transmitido a las nuevas generaciones a través de lo que ha dado en llamarse canales y receptáculos de la memoria. Flujo de los bolsones de memoria. Y es así como la memoria colectiva se convierte en garante del patrimonio heredado frente a los que violan la conciencia y deforman los datos aportados por las fuentes y los archivos. La memoria colectiva atesora el patrimonio heredado desafiando a los que construyen mitos fundacionales funcionales a los poderes de turno. La memoria colectiva pelea palmo a palmo contra los militantes del olvido, contra los traficantes de documentos, contra los conspiradores del silencio.

Queda claro, entonces, que antes que frente a un libro de historia, estamos frente a Las Huellas de la Memoria .

Con este segundo volumen (que augura su continuación) Enrique y Alejandro concluyen una obra tan fresca como rigurosa, texto con el que comenzamos a saldar una deuda, a llenar un vacío; la deuda contraída con los gigantes que nos precedieron, los que supieron inaugurar el camino que nosotros recorrimos; la deuda con los acontecimientos que le dieron al psicoanálisis y a la salud mental en la Argentina su rostro más original; la deuda que teníamos, y que aun sostenemos también, con nosotros mismos.

Lo que éste libro evoca, lo que minuciosamente describe, son los efectos de la potencia instituyente que habitó en los orígenes; es el impacto de una increíble fuerza transformadora. Es la intensidad de la ola que durante dos décadas se expandió por el universo de la cultura local intentando reemplazar a lo instituido, lo que aquí hace evidencia. Pero éste libro evoca, también, las huellas del golpe arrasador que la represión tuvo sobre todo aquello que supimos conseguir.

Decía que la aparición de Las Huellas de la Memoria como registro del movimiento psicoanalítico argentino no es ni anacrónica ni prematura. Coincide con la aparición en Francia del Libro Negro del Psicoanálisis para instalarse como su contrapartida. Es nuestro libro digno del psicoanálisis.

Siendo así, un segundo volumen, Las Huellas de la Memoria se inicia con la segunda parte. El estallido de las instituciones que ocupó el primer lustro de los 70.

Estas huellas hablan de la fuerza innovadora de los Trabajadores de Salud Mental cuando por entonces quisimos ponerle gatillo a la luna. Cuando la seguridad en nosotros mismos, la confianza que nos habitaba, descansaba en el profundo desprecio por éste mundo desgraciado y cuando con Paquito Urondo estábamos dispuestos a dar la vida para que nada siguiera como estaba.

Como no podía ser de otra manera el texto de Enrique y de Alejandro transita por la huella que dejó abierta la APA y su esplendor, Plataforma y Documento y la epopeya de los grupos lacanianos que confluyeron en la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Plataforma , como aporte significativo a la identidad del psicoanálisis argentino y su influencia en el psicoanálisis global, de la que algo diré más adelante.

Con originalidad y audacia, como un gesto de afirmación de lo propio, el capítulo dedicado al “Psicoanálisis y el poder” pone a “Freud y los límites del individualismo burgués” al lado del Antiedipo y El Psicoanalismo. Deleuze, Guattari, León Rozitchner, Robert Castel compartiendo la misma jerarquía. ¡Al fin!

El capítulo III está dedicado a la Salud Mental entre las comunidades terapéuticas, la psiquiatría social y la antipsiquiatría. Allí se ilumina a pleno lo real maravilloso americano. Lo que Diki Grimson, Miguel Vayo y Lucy Edelman hicieron en el Centro Piloto del Estévez de Loma de Zamora, lo que pasó allí, no tiene nombre. Si no fuera por que fue verdad la desmesura de esa realidad, una única exclamación cabe después de leer el relato: ¡Nahh!

Allí están, también, las huellas del Servicio de Psicopatología del Lanús con su gloria merecida y también con sus miserias, y la estela dejada por David Cooper y la Antipsiquiatría que tuvo un perfil propio en éstas pampas que no es la que Mariano Plotkin pretende dibujar.

Como homenaje, en un gesto que los honra, Enrique y Alejandro decidieron incluir a “los olvidados” de la Salud Mental en la Argentina: a Rodolfo Bohoslavsky, Isabel Calvo, Hebe Friedenthal y Mario Strejilevich. Yo les hubiera agregado, también, algunas vidas truncas, la potencia interrumpida de Alberto Brodesky, de Elías Libdushinsky, de Sergio Snopik.

Con las huellas que la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires y la Revista Argentina de Psicología dejaron en el campo de la Política, nada más ni nada menos que con la singular relación construida a costa de tanto esfuerzo y de tantas vidas entre psicoanálisis, universidad y política, concluye la segunda parte del libro para augura la tragedia.

La tercera parte está dedicada a la desaparición: se inicia con la lista de trabajadores de salud mental desparecidos que Laura Finkelstein y Mario Hernández confeccionaron y concluye con los efectos directos e indirectos del terrorismo de Estado que la dictadura militar impuso a nuestro país. Quiero aclarar que lo que aparece en el libro es la lista de los desaparecidos, no de los secuestrados-desaparecidos que posteriormente recuperaron la libertad. Inevitable, compulsión a la repetición, cada tanto volvemos a desaparecer a alguno. No encontré allí a Alberto Pargeament.

Dejé para el final de éste enunciado el bello prólogo con el que Gilou García Reinoso no hace otra cosa que reforzar lo que él libro plasma: la maravilla de la confrontación de ideas, ese hervidero intelectual que durante dos década supimos ser y hacer, ese inconmensurable espacio abierto, dispuesto para el despliegue de los grandes discursos emancipadores cargados de mesianismo e ingenuidad -es cierto- pero, también, cargados de críticas a las injusticias sociales, a la lógica del capitalismo y a la perpetuación de lo instituido. Porque en última instancia, lo que este libro reafirma es el carácter absolutamente singular del psicoanálisis; disciplina que fracasa cuando triunfa y se instituye. Y que cuando fracasa, es decir: cuando evita quedar capturado por el establishment, triunfa. De ahí que con Las Huellas de Memoria podamos concluir que lo mejor del psicoanálisis, lo mejor que el psicoanálisis ha producido, lo hizo contra el psicoanálisis; contra la cultura oficial del psicoanálisis; cuando logró eludir el peligro siempre presente de quedar capturado por la repetición.

También, este libro abre los interrogantes acerca de los estragos del poder en el seno de lo propio. No debemos olvidar que la destrucción del sistema de salud mental se llevó a cabo con un alto grado de consenso. Si la dictadura militar ofició de trauma social, la democracia no impidió los efectos de la dictadura del discurso político y económico a la que contribuyó el desencanto, la despolitización y el desinterés frente al despojo. Así, los que habíamos sido trabajadores de salud mental fuimos rápidamente reemplazados por profesionales uniformados en torno a una teoría tan barroca como políticamente inodora e incolora; profesionales uniformados destinados a adorar a sus maestros. De modo tal que la adhesión o la indiferencia nos transformó en sujetos borrados y tarados. Mascaras sin rostro. Eco, y no voz.

Este segundo volumen de Las Huellas de la Memoria nos interroga acerca de las claudicaciones, los consentimientos, la complacencia, las complicidades con el poder totalitario, y abre un profundo interrogante sobre la figura del colaboracionista y de la masa que acompaña.

 

Decía en un principio que c on la intención de registrar nuestra propia voz y de mostrar el perfil que nos identifica, Enrique y Alejandro apelaron a las claves que nos aporta la memoria colectiva. Sin embargo, la intención de Enrique y de Alejandro lejos está de ir al rescate de los relatos paradigmáticos de los 60 y los 70 para completar lo interrumpido ni, mucho menos, la de ponerlos nuevamente en vigencia. Sí, reelaborar las viejas utopías y garantizar la continuidad real en este presente que es otro, muy distinto de aquel en cuyo seno aparecieron, convencidos de que la tradición verdadera es la que va cambiando. No, la que permanece inalterable, ligada a la nostalgia. Así, parecería que ser consecuente con los viejos ideales -apostar a la identidad del psicoanálisis argentino (y las Huellas de la Memoria hace una contribución definitiva en ese sentido)­ supone reconocer en los titubeos y contradicciones de las nuevas generaciones de psicoanalistas informales, el lugar posible de esa producción original. Tal vez es allí donde se encuentre el germen de nuestra verdadera identidad, en la producción asistemática, desprolija, “ilegal” de los psicoanalistas informales que hoy en día protagonizan el cuadro y a quienes este libro les está destinado. También, en el proceso de apropiación masiva, en el consumo del psicoanálisis que les llega a las masas.

Si comencé diciendo que Enrique y Alejandro escribieron esta obra fenomenal con la intención de registrar nuestra propia voz y de mostrar el perfil que nos identifica, terminaré ahora con un ruego y un consejo. A los jóvenes que a través del texto se acercan a ésta gesta, a los destinatarios privilegiados del discurso que pronunció Federico Pavlovsky, les ruego que nos crean; que no tomen a Las Huella de la Memoria como un libro de psicoanálisis-ficción. Fue verdad. Todo lo que aquí esta escrito fue de verdad. Lo hicimos nosotros. En un gesto de generosidad que compromete nuestra gratitud Enrique y Alejandro han trabajado arduamente para restituir a los protagonistas, a los verdaderos dueños, a nosotros, el pequeño pedazo de historia que nos pertenece.

Y como dije en el inicio, para quienes participaron de ésta aventura, para quienes recorrieron toda o alguna parte de esas dos décadas, a los potenciales lectores les aconsejo que, junto al libro, atesoren una buena dosis de porros o de Whisky, de rohypnol, de ribotril o de ginebra como quiera o pueda cada cual, porque éste libro, aunque ineludible y necesario, produce insomnio.

Mar del Plata (21/10/2005)

Mar del Plata (21/10/2005)

Gabriel García De Andreis

Gabriel García De Andreis

 

Supongo que resulta de rigor decir que estamos frente a un libro de excepción, pues tanto el buen gusto como la buena educación, las reglas no escritas del buen presentador de libros llaman más a halagar que a criticar, más a resaltar valores que a señalar defectos.

Aún así, diré que estamos frente a un libro de excepción, no por obediente a las normas, ni por obsecuente, sino porque Las Huellas de la Memoria, el libro que en su volumen II presenta la historia hecha objeto, sujeto, y acción de la salud mental y el psicoanálisis en la Argentina, encara una tarea que si resulta obvia en cuanto a su necesidad derivada de las propia valoración que el campo de la salud mental y el psicoanálisis hacen de la historia, resulta única en cuanto a su realización. No conozco obra que como la de Alejandro Vainer y Enrique Carpintero se halla puesto al hombro de manera tan minuciosa, prolija y fundamentada aquella tarea que desde el mismo prólogo de Gilou García Reynoso es señalada: el recordar como empresa ética, la memoria como trabajo psíquico, elaboración y compromiso subjetivo. Y entonces, la excepcionalidad de las páginas reposa y resalta en lo necesario de su lectura, en la consecuente definición de salud mental ligada a la búsqueda de la verdad.

Alguno podrá decir: “esto no fue así; yo allí estuve y no fue así”. Y con derecho, cada quien y cada quienes escriben su historia, y las relatan con sus propias “anteojeras” (como gusta decir Bourdieu 2 al mencionar los modos en que los actores del campo periodístico observamos los hechos). Sin embargo, sus autores no eluden ni el esfuerzo de rigurosidad metodológica de una escritura profusamente documentada, abonada en entrevistas con algunos de los personajes de esta historia, que le aportan al tránsito de la narración la calidez y la pasión de la historia viva, ni tampoco su posición subjetiva, esto es, responsable frente a los hechos. Para ellos, la historia de la salud mental y el psicoanálisis en la Argentina está marcada por la huella de la vida política del país. El corte temporal que deciden realizar para dar comienzo a su volumen II es el del Cordobazo, tomado como comienzo de un tiempo en el que la disputa al interior del campo psí está signada por el estallido de las instituciones y el espíritu de cambio de la época. Es desde allí en que está señalada la acción de unos actores que se disputan el capital simbólico, político y económico en juego. No dudan en decir que el psicoanálisis resulta un patrimonio, disputable por distintos actores en juego, y como capital en pugna, muestran una historia de estrategias posicionales de cada agente social para definir y redefinir las reglas.

Si es cierto que se hace camino al andar, las huellas de la memoria muestran la historia de una delimitación arbitraria y a la fuerza de ciertos territorios. Mario Róvere 3 señala que toda territorialización es geopolítica. Y lo apunta en la marca de lenguaje de términos como territorio (que encierra en su desinencia la huella del terror), provincia (que guarda en sí los efectos del vencedor) y región (que recibe en su fonación el falo fundacional del Rey, del que rige). Pues es allí donde se instalan, al menos para mí, algunos de los rizomas que la lectura de La Huellas de la Memoria promueven. Tanto la pregunta acerca de si hacemos salud mental cuando nos introducimos en otros campos que no son los propiamentes técnicos, esto es, cuando nos volvemos actores de campos como el de la historiografía, la política, la docencia, el periodismo. ¿Es que hacemos otra cosa, o nos llevamos con nosotros de arrastre también el campo de la salud mental? Hubo un tiempo en que tal discusión era motivo de encendida polémica, revivida para el lector de los cuatro primeros capítulos en los que, bajo la forma la historia de los dispositivos antipsiquiátricos, comunidades terapéuticas, rupturas al interior de las instituciones, y otros avatares narrados allí, vivía la pasión vital de la pregunta hecha acto.

La delimitación terrorífica del campo tiene una ruptura estilística obvia, casi brutal en el inicio del capitulo cinco de este libro: la lista de apellido, nombre, profesión, lugar de trabajo lugar de desaparición, de los 110 trabajadores de salud mental secuestrados torturados y desaparecidos entre el 24 de marzo del 76 y el 10 de diciembre del ‘83 . Junto ellos desaparece la pregunta que los autores revitalizan ya no sólo en las páginas de su libro, sino en la misma factura de su obra: ¿hacemos salud mental cuando nos internamos en la historiografía, en la política o en el periodismo? O mejor aún, ¿es posible concebir la práctica de salud mental sin internarnos en campos como la historiografía, la política o el periodismo? Entre silencios, miedos y exilios (así nombran los autores al capitulo V) se demarca el territorio en el que claudican las expresiones del campo de las salud mental y el psicoanálisis, en provincias que sostienen un hábitus tecnocrático. La historia hecha cuerpo en el inconcebible silencio de las instituciones de salud mental respecto de las consecuencias que tiene para la vida anímica de la comunidad, ya no el capitalismo, ni el neoliberalismo, o ante la violencia simbólica ejercida para que migre en nuestras representaciones sociales la noción de derecho a la salud hacia la de coberturas de seguros públicos, sino silencios alrededor de qué significará en términos de enfermedad mental la ruptura brutal de nuestra cotidianeidad marplatense el vivir durante una semana en una ciudad sitiada, militarizada hasta el hartazgo, con el pretexto miserable de que el mundo deberá ver una ciudad hermosa, de vecinos educados, porque nos conviene presentarnos como derechos y humanos porque tal cosa tendrá efectos en nuestra economía de ciudad turística. ¿Qué efectos tendrá en la construcción subjetiva de la ética de nuestros jóvenes el insistir en que vale la pena recibir en nuestro barrio al mayor productor de muerte y enfermedad mental, porque “con la cumbre ganamos todos”.

Señala Roland Barthes en las Mitologías 4 que el mito está constituido por la pérdida de la cualidad histórica de las cosas: las cosas pierden en el mito el recuerdo de su construcción. Y en eso consiste la acción de derecha: hacer del habla un mito despolitizado. La gesta de Carpintero y Vainer sostiene la actividad de salud mental propia de la desmitificación, esto es, recobrar para nuestra práctica la historia de su construcción y por lo tanto, su valor de producción de cambio verdadero, esto es, político.

De manera similiar, Bourdieu 5 plantea en la Respuestas por una antropología reflexiva la tarea de explicitación de los hábitus, de la historia hecha cuerpo (que osa llamar autosocioanális), como una estrategia de cambio social. De esta manera sostenemos que “Las Huellas de la Memoria” de Enrique Carpintero y Alejandro Vainer no es sólo un libro de historia, no es sólo una recopilación minuciosa y seria de los hechos, no es solamente un develador de nuestra propia leyenda. Es en sí mismo un gesto potente de salud mental. Que saludamos con alegría, e intentaremos continuar.

Mar del Plata, 21 de octubre de 2005.

Gabriel García De Andreis es psicólogo; psicoanalista de niños y adolescentes; docente de la facultad de Ciencias de la Salud y el Servicio Social de la Universidad Nacional de Mar del Plata; Coordinador del Hospital de Día Casabierta; Periodista; Docente de la Carrera de Periodismo de la Escuela de Estudios Terciarios Radiofónicos ETER filial Mar del Plata.

Bourdie, Pierre; “Acerca de la Televisión”

Róvere, Mario; (2005) “Planificación Estratégica de Recursos Humanos en Salud”; O.P.S.

Barthes, Roland; “Mitologías”; Siglo XXI, Argentina.

Bordieu, P. Y Waquant, L. “Respuestas por una antropología reflexiva”; Grijalbo; México.

Ricardo Silva

Presentaciones de Las Huellas de la Memoria. Tomo II

The Cavern Club | 20/10/2005

 

Ricardo Silva

Psicólogo Clínico, Centro Cooperativo de Salud Mental ALETHIA (Mar del Plata), Docente de la Facultad de Psicología, Universidad Atlántida Argentina (Mar del Plata- Mar de Ajó).

 

En la presentación del primer tomo, Silvia Bleichmar refirió a que no estamos ante una historia oficial escrita por vencedores. Que por el contrario, estamos ante una historia escrita por sobrevivientes . Sobrevivientes desde lo biológico, y desde lo intelectual. Habló también de una deuda, y de un libro de “ historia viva ”.

Vicente Zito Lema suele plantear algo parecido al diferenciar ciertos análisis de tipo arqueológico (centrados en los restos de aquello que ya no tiene vida), de lo que sería el análisis desde la rememoración (donde se considera el ayer como algo que aún sigue vivo). Y entiendo que en ese mismo sentido fue que prefirió destacar -más allá de las tristezas que lo acontecido evoca en él- las pasiones alegres predominantes en esa primer parte que va de 1957 a 1969.

Al igual que Silvia Bleichmar, Juan Carlos Volnovich mencionó que este trabajo vino a saldar una deuda que intelectuales y psicoanalistas tienen (o tenían) con los gigantes que los antecedieron. Pero diferenció también historia de memoria colectiva, para ratificar que “Las huellas...” es un libro sobre la memoria colectiva, aquella que atesora el patrimonio heredado, que está lista para desafiar a los constructores de mitos funcionales a los poderes de turno, y que lucha palmo a palmo con los militantes del olvido.

Eduardo Pavlovsky habló de los rescates que los autores han hecho para con la historia, para con los desaparecidos intelectuales, habló del reconocimiento de una herencia sin idealizaciones grandiosas. Recordó que es un libro más político que académico , y que uno de sus mayores méritos es establecer una necesaria correlación entre los acontecimientos políticos y psicológicos de la época .

Todo lo antedicho persiste, con un extraordinario nivel de documentación (y una importantísima cuota de valentía) en esta segunda parte, que abarca el dramático y terrible período que va de 1970 a 1983.

En la presentación que pude hacer en Mar del Plata 1, mi ciudad -la que en pocos días será escenario de la Cumbre de las Américas, y que tendrá que padecer la visita de ciertos personajes siniestros- resonó en mí una canción de The Police llamada “ Caminando sobre tus huellas ”. En la misma, Sting le canta a los dinosaurios. Aquellos seres que -como nosotros- dominaron el planeta, pero que se extinguieron... acaso por no aprender las lecciones de su pasado, como solemos hacer también los humanos. Con suma habilidad, Alejandro Vainer captó esa asociación para resignificarla. Y traerla a nuestro contexto más cercano con Charly García y su canción “Los Dinosaurios”.

Si ya nos adentramos concretamente en este segundo tomo, podemos afirmar que aquí se expone en detalle el proceso que llevó a que todo aquello que se generó, a partir de 1957, en el plano de la salud mental en nuestro país, estuvo a punto de desaparecer y extinguirse . Dicha descripción consta de dos partes: “ El estallido de las instituciones” (1970-1975 ), y “ La desaparición de la salud mental” (1976-1983).

 

EL ESTALLIDO DE LAS INSTITUCIONES.

 

“Y si me escuchas bien, creo que entenderás // porque yo esperé en vano, que me dieras tu mano// de mis huesos, la humanidad...debes salvar” (“Instituciones”, Charly García, 1974).

 

Esta parte consta de cuatro capítulos de los cuales quiero destacar especialmente el primero, que no solo es el más extenso, sino uno de los más cruciales de esta investigación . Alrededor del mismo gira gran parte del resto (hasta me animaría a decir, los tomos por venir). Permite discernir acerca de cómo se formó ese monstruoso nubarrón confusional 2 que aún nos acecha, o de como los gloriosos años 60' devinieron en este genocidio neoliberal. Refieren a la sucesión de hechos que entre 1969 y 1973 marcan un punto de inflexión o desvían la proyección histórica que se venía perfilando en nuestro país y en el resto del mundo a nivel sociopolítico . Luego del Cordobazo, se libera un movimiento social compuesto por sectores de izquierda y del peronismo de base, que hace tambalear a las dictaduras militares de la época. Por vez primera los sectores dominantes -según la lectura de los autores- recurren a la estrategia de una democracia controlada para frenar este avance. Y es desde allí, que interpretan con una muy completa fundamentación, los vericuetos de la vuelta de Perón a la Argentina. Como así también la posterior dispersión de ese movimiento post-Cordobazo, conjuntamente con el propio peronismo . El estallido de las contradicciones internas están muy bien expuestas en una vital cita bibliográfica que los autores toman de Miguel Bonasso 3 en la página 84. Luego de la muerte del líder, refieren al avance de la derecha peronista (especialmente en la educación), a la aparición de la nefasta Triple A, a la proliferación de la violencia y del caos económico, que sienta las bases, para que -con el apoyo de la clase media y los partidos tradicionales- la burguesía agro-exportadora, industrial y financiera vuelva a valerse de una dictadura militar para afianzar su dominio.

Es desde este primer inciso central y polémico que se contextúa el resto del capítulo y del libro, que prosigue con la ruptura 4 que se produce en 1971 en la APA , cuando los grupos Plataforma y Documento se alejan de dicha institución 5. El punto de discordancia tenía que ver con el compromiso social ante las luchas populares que se venían dando, y el desacuerdo de estos analistas con la asepsia y neutralidad promovida desde la APA. Se expone en detalle la historia de cómo se armaron los textos denominados “Cuestionamos” (donde se destaca la denuncia que Marie Langer y Armando Bauleo hacen de la colaboración que una institución psicoanalítica brasileña tuvo con el régimen represivo imperante por entonces en ese país, que luego se vería tuvo cierto apoyo de la IPA), como asimismo las diferencias entre estos grupos, y su ruptura final. En otro apartado se relata la heroica gesta de la FAP en su lucha contra la estructura manicomial, como así también su intachable actividad gremial, política y científica, que dió lugar a la creación de la CTSM 6 y al CDI 7 (organizado por Documento). Este capítulo se cierra con un merecido homenaje a la vida y la obra de Marie Langer.

El que le sigue refiere a las nuevas divisiones que hubo en la APA luego de la escisión de Plataforma y Documento. Se dedica un importante espacio a los aportes de Lacan, y fundamentalmente al desarrollo que su pensamiento tuvo en nuestro país a través de Masotta . Están expuestas las disputas entre éste último y Rodrigué, como así también las visitas que en 1972 hicieron a Buenos Aires los Mannoni (sacando al lacanismo del excesivo teoricismo de que por entonces estaba imbuido). Hay todo un apartado dedicado al psicoanálisis y el poder, donde se destaca que en 1972 se editan dos textos de valor superlativo en la historia de la disciplina: “ El Anti-Edipo (Deleuze- Guattari, Francia), y “ Freud y los límites del individualismo burgués ” (Leon Rozitchner, Argentina ). El lugar que Carpintero y Vainer le dan a estas dos obras, pero en especial al monumental trabajo de Rozitchner, llevan a interrogarlos nuevamente acerca del interesantísimo debate planteado por ellos en el primer tomo, sobre si verdaderamente nunca existió el freudo-marxismo. El rescate que los autores hacen del pensamiento de Rozitchner es toda una invitación a la lectura de un trabajo extraordinario que no tuvo la repercusión esperable en esos momentos . La cita que hacen en la página 135 acerca de la subjetividad del revolucionario, y su relación con la dialéctica cura individual-cura social es antológica y contundente; sobre todo porque nos traen del allí y entonces al aquí y ahora un hermoso cofre...que aún no ha podido ser abierto.

El tercer capítulo nos habla de algunas experiencias loables como los dieciocho meses del Centro Piloto Estévez de Lomas de Zamora , dirigido por Grimson entre 1970 y 1971, que demostró abiertamente que las dificultades en salud mental eran problemas de decisión política y no de la propia locura o de la mera falta de presupuesto; o bien del funcionamiento del Depto de Psiquiatría Social del histórico Policlínico de Lanús . Lamentablemente se relata el fin de ambas experiencias piloto, en tanto y en cuanto hacían peligrar la estructura de poder manicomial (solidaria con un modelo social ya por entonces de exclusión), por lo que se las desmanteló, ya sea con argucias burocráticas, ya sea con la policía. Asimismo se recuerda el auge que cobraron por entonces los principios de la Antipsiquiatría , y el tiempo durante el cual vivió en nuestro país su creador, David Cooper. En otro apartado refieren al desarrollo de las terapias breves con Kesselman y Fiorini, los modelos de interconsulta médico-psicológica de Ferrari- Luchina, la Psicoterapia Familiar, el análisis institucional (con precursores como Bleger y Ulloa), los abordajes en medicina psicosomática, y las técnicas corporales . Cierran el capítulo con las importantes apreciaciones del libro “Psiquiatría y Sociedad”, escrito en 1975 por dos miembros de la FAP (Emiliano Galende y Gervasio Paz), y finalizan recordando los aportes de algunos autores olvidados (como por ejemplo Rodolfo Bohoslavsky).

El cuarto capítulo está dedicado a la Psicología en el campo de la política . Se inicia con el proyecto de la combativa APBA de armar la Revista Argentina de Psicología, que constituyó por esos años un espacio de creación y debate (gran parte de las riquísimas polémicas están extractadas). Se rememora la actividad gremial de APBA y la célebre investigación que se le encargó al sociólogo Litvinoff, del cual resultó el texto “El Psicólogo y su profesión ”. También son recordadas las luchas estudiantiles, las movilizaciones que frenaron el proyecto de armar una Facultad de Ciencias del Comportamiento, como así el cuestionamiento de docentes y estudiantes de la UBA al monopolio del psicoanálisis en la APA, y al reclamo concreto de que en la Universidad se pudieran formar analistas habilitados para trabajar (es importante remarcar que esto fue previo a las rupturas de Plataforma y Documento ). Otro dato importante que es mencionado tiene que ver con la confección en 1973 del anteproyecto de Ley de Ejercicio Profesional, y la realización en octubre de 1974, en Córdoba, del Primer Encuentro de Psicólogos y Estudiantes de Psicología, fecha en que se instaura el Día del Psicólogo.

El apartado con que culmina el capítulo y la primer parte de este libro está referido a la consolidación de lo grupal . Se menciona la gran cantidad de trabajos y conceptualizaciones que se publicaron a comienzos de los '70. Hay una importantísima mención del Manifiesto de Ámsterdam realizado en 1971 por el Grupo Psicodramático Latinoamericano 8, en el que se rechaza terminantemente el uso de técnicas dramáticas en función de la adaptación del individuo al sistema capitalista . Los autores vuelven a recalcar que esta perspectiva también antecedió al cisma de Plataforma y Documento en la APA . Luego se menciona el auge de los laboratorios sociales lewinianos, y un sorprendente trabajo (sobre todo para quienes lo conocimos años después) de Pacho O'Donnell 9, planteando en 1975 que “ nuestra sociedad es una sociedad enferma, como sociedad capitalista y dependiente...”. Afirmando además, que los grupos eran un instrumento de revolución social en el ámbito de la salud mental , donde se lograba la desalienación, mientras que la atención individual era para mantener “la propiedad privada de los pacientes”. Inclusive, recuerdan los autores, que O'Donnell desacreditaba el concepto de acting out por extranjerizante. El cierre refiere a las primeras exploraciones de Pavlovsky, Kesselman y Fridlewsky sobre las escenas temidas del coordinador de grupos, y al hostigamiento que Eva Giberti recibió (como tantas otras figuras de este libro) por parte de la Triple A.

 

LA DESAPARICIÓN DE LA SALUD MENTAL (1976-1983)

 

“No digas lo que viste en los jardines, el sueño acabó...” (“Canción de Alicia en el país”, Charly García, 1978).

 

La parte final del libro se inicia con una nómina de diecisiete páginas donde figura el nombre de los TSM desaparecidos. Le sigue un análisis pormenorizado de como se gestó el Golpe de Estado que derrocó a Isabel Perón, como así de sus objetivos políticos y económicos . Se describen las características centrales de cómo se organizó, a través del terror, el disciplinamiento social para incorporar a la Argentina al proceso de mundialización capitalista, y las campañas de acción psicológica desde los medios masivos de comunicación. Luego del mundial de fútbol de 1978 y del diferendo limítrofe que casi lleva a una guerra con Chile, se registra la inmensa crisis económica resultante. Todo esto desemboca en un desastre que lleva a la Guerra de Malvinas, la nacionalización de la deuda privada, y un trauma social (aún sin elaborar) a causa de la salvaje violación de los derechos humanos, perpetrada durante ese período para con quienes intentaron evitar que nuestra sociedad tomara el rumbo que terminó tomando. Aunque no pudieron con todo, los desaparecidos “dieron a luz” a las Madres y a las Abuelas de Plaza de Mayo.

Explican luego como todo esto repercutió en el campo de la salud mental, como se reprimieron los planes reformistas y a sus principales actores, como el emblemático INSM pasó a llamarse DNSM 10, que centró su cometido en la adaptación de los individuos al sistema imperante como modelo a seguir (dado que los principales centros de salud eran considerados sedes de adoctrinamiento subversivo). Se puso como blanco de los ataques a la FAP y al Lanús. Muchos trabajadores de la salud mental se refugiaron en el ámbito privado, otros entraron en exilios externos e internos. Los autores resaltan el valiente desempeño del Equipo de Atención Psicológica que trabajó con las Madres de Plaza de Mayo 11. Se relata de cómo volvió a cobrar hegemonía la psiquiatría biológica, y de la creación de APSA 12 en 1983 (una entidad que reniega de su antecesora FAP).

Este capítulo prosigue con el perfil cientificista y asocial que se intentó imponer en la Facultad de Psicología de la UBA, del cierre de algunas carreras, y de cómo la APBA siguió activa a pesar de todo (sufriendo la desaparición de su presidenta Beatriz Perosio). No se olvida que luego de Malvinas se forma un Movimiento Solidario en Salud Mental, pero se vuelve a destacar que el mayor grado de entereza yoica y de actitud transformadora ante la realidad se verifica en muchos de los miembros de los organismos de derechos humanos.

El apartado final marca una diferencia clave entre el silencio que muchos TSM tuvieron por el terror, con el silencio de la complicidad . Afirman que la APA, los integrantes de Plataforma y Documento, y los grupos lacanianos tuvieron distintas perspectivas de acuerdo a sus posiciones previas, y que los senderos se bifurcaron para siempre entre ellos . Son de imperdible lectura los testimonios de muchos de sus representantes.

En el epílogo se señala como con el retorno de los gobiernos constitucionales se consolida la Ley de Ejercicio Profesional del Psicólogo, la reapertura de carreras, el proceso de desmanicomialización en Río Negro y el retorno de muchos de los exiliados (actores protagónicos de esta obra). En consonancia con un trabajo anterior de Enrique Carpintero se dice que la esperanza es una de las formas de la memoria., en tanto nos recuerda no solo nuestros fracasos sino también nuestros logros, no solo nuestros límites sino también nuestras posibilidades . Es esta reflexión la que tomo para iniciar mi comentario final.

 

REAPARICIÓN CON VIDA.

 

“ Si ellos dicen la verdad...seguiremos mintiendo !!! // Ley de cerdos angurrientos...Fuego!!!// Por este río y sin barco... llegaremos nadando!!! //La suerte no es para siempre...tu viento de popa, ya se va a acabar !!! “ ( “Vinito y amor”, ARBOLITO, 2002)

 

Pichon Riviére nos hablaba de planificar la esperanza para no entregarnos a la tristeza. Para ello había que animarse igualmente a transitar esa tristeza. Reconocer lo que nos falta para ver lo que aún tenemos.

En el comentario del primer tomo Volnovich se refirió a lo que quedó de todo aquello que se construyó entre 1957 y 1969, y casi se destruyó luego de 1976. Habló de una Facultad feudal habitada por intrigas y conspiraciones, donde una multitud de jóvenes disimula la altísima desocupación, habló de hospitales con pacientes mal atendidos y profesionales mal formados por el desconocimiento de la historia que los precedió. Un panorama desolador ante un imperio que paralelamente al mundo externo invade en el día a día nuestra interioridad. Un imperio, de momento triunfante, que se nos presenta como invencible.

No podemos desconocer esta realidad. Lo no elaborado (lo que se olvida) se repite. Para saber quienes somos tenemos que saber quienes fuimos. Las clases dominantes lo saben mejor que nadie. Es por eso que tan bien guardan y cuidan todo lo ligado a la estirpe, el apellido y a sus orígenes . Acaso por eso sepan distinguir con claridad a sus enemigos, y se confunden menos que nosotros. Estamos ante el desafío de aprender y nutrirnos de ellos . Aunque duela reconocerlo, tal vez no quede otro camino. Apoyado en el poeta brasileño Oswald de Andrade en su “ Manifiesto Antropófago ” (1928) me atrevo a decir que “ hay que devorar al enemigo ”... pero sin convertirse en el enemigo, sin perder identidad, sin olvidar quienes y como somos, sin negar nuestras contradicciones . Porque en nuestro interior sigue batallando el conquistador y el conquistado. Pero que no nos pase, lo que aparentemente le ocurrió a O'Donnell (que por tanto temer a lo extranjerizante del “acting out”, terminó siendo funcionario del menemismo).

Las historias se repiten porque existe una gran asignatura pendiente, que excede a nuestro país y nuestro continente . Es casi lo mismo que denunció George Orwell en su célebre “ Rebelión en la Granja ”. Allí también se mostraban los peligros del olvido, del analfabetismo, y por sobre todo de la falta de correspondencia entre el discurso y la acción, el mantenimiento de una estructura tirana y autoritaria detrás de un discurso libertario. Aquello que Bion llamó liderazgos de supuesto básico.

Hemos llegado a un momento de la historia en que la mayoría dudamos de que las palabras puedan cambiar el mundo. El enemigo, que tan bien sabe como utilizarlas, ha contribuido en gran medida a todo esto.

Entiendo que este libro permite la reaparición con vida de muchas personas imprescindibles. Sobre todo, lo que nos dejaron y había quedado ahí...perdido en el éter. O en algunas memorias efímeras e individuales . Tesoros ideológicos, pensé en la primer presentación. Hoy le agregaría que es una contribución auténtica “a que las palabras recuperen su potencia originaria ”, como me enteré que dijo Julio Cortázar. Y a que “nuestros huesos recuperen la humanidad ”, como cantaba Charly García. Estamos por tanto ante un libro poderoso, peligroso, atrapante. Los invito a que lo lean, no le teman, y les advierto que duden si al terminarlo, no les pasó nada.

Las luchas fratricidas estériles que Gilou García Reinoso menciona en el prólogo siguen vigentes, y va siendo hora que esto deje de ser así . Habrá que multiplicar la lucha contra el doble discurso. Con palabras potentes, libros “vivos” y acciones portadoras de coherencia y consistencia. Única condición para obtener credibilidad. Única condición para que las pasiones alegres derroten a las pasiones tristes. Única condición para “resignificar la esperanza”, quitándole a esta palabra su valor de slogan, y se convierta finalmente en una actitud imposible de ser vencida...más allá de momentáneas derrotas . No olvidemos esto tampoco, no olvidemos más.....

La primera se realizó el 18 de Diciembre de 2004 en la Biblioteca Popular Juventud Moderna, en el contexto del Primer Encuentro Regional de Psicoanálisis Implicado, organizado por las Cooperativas de Salud Mental ÁTICO (Buenos Aires) y ALETHIA (Mar del Plata), siendo coordinador de la mesa el Dr. Alfredo Grande.

La segunda se llevó a cabo en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata, el 24 de Junio de 2005. La actividad fue organizada por la Secretaría de Cultura del Centro de Estudiantes de dicha Facultad.

Teniendo en cuenta la referencia hecha por los autores en el primer tomo de esta obra a la historieta “El Eternauta” (de Héctor German Oesterheld) , una metáfora válida pueda guardar acaso relación con el proyector de alucinaciones allí mostradas: un arma empleada por el invasor para confundir y aterrorizar a la resistencia. El correlato sociopolítico es la dificultad para visualizar al enemigo, que en muchos casos lleva a ver en el propio compañero un enemigo potencial.

 

Resulta fundamental como se describe la caída de la ilusión revolucionaria, a partir de la desmitificación de la figura de Peron (y su descenso a la carnadura humana). Todo esto se daba en un año de alta densidad histórica como 1973, donde como señala la socióloga Alcira Argumedo, se implementa (vía Kissinger) una suerte de restauración conservadora que sienta las bases del ingreso a una nueva etapa del capitalismo. Sucesos como la derrota de EEUU en Vietnam, la Conferencia de No Alineados, la actualización de los precios del petróleo según la OPEP, como los distintos movimientos de liberación en países del Tercer Mundo, llegaron a poner en jaque al imperio.

 

Mientras Plataforma basaba su ruptura desde lo ideológico y lo político, Documento lo hacía desde el registro de la imposibilidad de una reforma institucional. Las diferencias conceptuales y políticas entre sus miembros tenían como punto de unión la crítica a la APA y a la dictadura de Lanusse. Luego del triunfo de Cámpora en 1973, se evidenciaron diferencias ya inconciliables que llevaron a la ruptura final (en especial en el primero de estos grupos).

 

Si bien Carpintero y Vainer afirman que por vez primera se crean las condiciones para que se formen analistas fuera de la institución oficial, cabe preguntarse si esta posibilidad no estaba dada a través de la Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (fundada en 1964, según lo expuesto por los mismos autores en el primer tomo).

La Coordinadora de Trabajadores en Salud Mental (CTSM) rompió con la estratificación entre los TSM, permitiendo que se unan en un único gremio. Reunía a psiquiatras, psicólogos, psicopedagogos y asistentes sociales.

 

Este Centro de Docencia e Investigación (CDI) constituyó una experiencia única, permitiendo una formación de seriedad y alto nivel por fuera de la APA, y al servicio de la clase trabajadora. Marcó claras diferencias dentro de la formación en salud mental, en la que además hubo avances en la interrelación entre psicoanálisis y marxismo.

Estuvo conformado por Eduardo Pavlovsky, Fidel Moccio y Carlos Martínez Bouquet.

“ Teoría y técnica de Psicoterapia de Grupos” (Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1975).

Dirección Nacional de Salud Mental .

Conformado inicialmente por Diana Kordon y Lucila Edelman (ambas provenían de la FAP). Fueron ellas y otros autores quienes escribieron en 1986 el importante trabajo: “Efectos psicológicos de la represión política”.

 

Que desde hace años viene realizando entre los meses de marzo o abril en Mar del Plata su Congreso de Psiquiatría. El mismo se viene realizando en uno de principales hoteles donde tendrá lugar la Cumbre de las Américas (y que seguramente tendrá el “honor” de recibir al criminal George W. Bush al bajar del portaaviones)