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La deuda externa y la Salud Mental

 
Nota de los editores. Revista Topía Nº 71, agosto de 2014

No se suele reflexionar sobre las consecuencias en la subjetividad que tiene el pago de la deuda externa. Se habla de una deuda que tiene Argentina, aunque no es el capital quién la paga. Al contrario, éste hace importantes negocios mientras el esfuerzo recae en el conjunto de la población, en especial sobre los sectores más vulnerables.

La deuda en nuestro país no nació por generación espontánea. Fue el producto de la dictadura cívico-militar que, para imponer una política neoliberal, tuvo que llevar a cabo el genocidio más grande de nuestra historia. En los negociados que realizaron se endeudó hasta la quiebra las empresas públicas. A la vez, los grupos económicos ligados a los militares robaron miles de millones de dólares para luego ser declarados como una deuda, aunque nunca habían entrado al país. Luego, Domingo Cavallo “estatizó” toda la deuda que habían contraído estos grupos económicos privados engrosando su valor. Todo esto esta probado y documentado por el juez Jorge Ballesteros, que en el año 2000 determinó que la deuda contraída durante la dictadura cívico-militar era ilegítima, remitiendo su fallo al Congreso de la Nación. Por supuesto, el expediente duerme en un cajón de los Tribunales. Los gobiernos que siguieron durante el período democrático contrajeron más deuda al pedir créditos internacionales para pagar los intereses. Es decir, mientras regularmente se paga, la deuda aumenta.

El gobierno hace diez años asumió con una deuda de 144.000 millones de dólares. Durante su gestión se pagó 173.000 millones y, después de proclamar que nos estamos desendeudando, se debe 197.464 millones de dólares -según cifras oficiales-. A esto le debemos sumar los pagos futuros del cupón PBI -que se paga cada vez que Argentina crece 3% o más-, los pagos al Club de París, los juicios perdidos ante el CIADI -tribunal del Banco Mundial al que recurren empresas trasnacionales-, el pago a REPSOL y las deudas externas de las provincias -que tienen garantía del Estado Nacional-. Así se llega a la cifra astronómica de 300.000 millones de dólares. Como si todo esto fuera poco, nos encontramos con la deuda que no entró en canje y que hoy reclaman los “Fondos Buitres”.

En definitiva, la deuda es ilegítima e impagable. Cuanto más se paga, más aumenta. Un verdadero circulo vicioso que solo sirve para imponer políticas sociales y económicas por parte de los organismos financieros internacionales.

En los últimos meses apareció un libro que se ha transformado en un best seller mundial: El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty. Con estadísticas de los últimos 200 años resume el problema a una sencilla fórmula: (R > C = + d). Esta significa que la desigualdad aumenta si la renta del capital es mayor que el crecimiento del PBI de los países. Esto es lo que ocurre en el mundo. Por ejemplo, si un país que crece al 3% anual y tiene que pagar una renta del capital del 145% en el mismo lapso -que es lo que Argentina tiene que pagar a los “Fondos Buitres”-, entonces se transforma en una situación sin salida.

Por ello, la única alternativa seria es no pagar y llamar a un frente de países para enfrentar las represalias conjuntamente y modificar las bases económicas para un desarrollo sustentable. Es cierto, muchos se pueden alarmar ante las consecuencias de esta propuesta. Pero debemos señalar cuáles son los efectos de seguir pagando como si no pasara nada. Muchos pretenden separar las políticas nacionales e internacionales de los gobiernos de sus efectos en la vida de la población, apelando a una lucha que tenga en cuenta solamente los intereses sectoriales. Para ello es interesante transcribir lo que dice Slavoj Zizek sobre el tema: “A fines de 2008, investigadores de Cambridge y Yale que analizaban las tendencias en la epidemia de tuberculosis en las últimas décadas en Europa del Este dieron a conocer su resultado: tras analizar datos de más de 20 países, establecieron una clara correlación entre los préstamos del FMI a esos países y el aumento de los casos de tuberculosis.

Cuando los préstamos se interrumpieron, la epidemia de tuberculosis volvió a reducirse. La explicación es simple: la condición para el otorgamiento de los créditos es que el Estado imponga una ‘disciplina financiera’ (reducir el gasto público), y la primera víctima de esas medidas destinadas a establecer ‘la salud financiera’ es la propia salud pública.” En nuestro país el presupuesto en Salud se ha reducido agravando el deterioro de la Salud Pública. Su consecuencia es una suerte de naturalización de la deficiente atención de lo público destinado a los pobres. También vemos como aumenta la pobreza y la marginación, ya que la desocupación es reemplazada por trabajos en “negro” y precarizados cuyos efectos en la subjetividad son analizados en el texto de Hernán Scorofitz que publicamos en este número. Los datos son contundentes. En los últimos 10 años la “reactivación” que se llevó adelante fue sostenida por la precarización y superexplotación. Esto produjo tanto el incremento de las inasistencias laborales por causas de salud como el aumento del 40% en el consumo de ansiolíticos para poder subsistir en un período de “crecimiento económico” y “desendeudamiento”, que llevó a que los servicios sociales, la educación y la salud pública cuenten con un presupuesto reducido, cuyo deterioro solo beneficia a las empresas privadas y, en consecuencia, a aquellos que pueden pagar una prestación.

Los procesos de subjetivación se sostienen en una cultura donde la crisis del tejido social y ecológico produce un imaginario donde el futuro es vivido como catastrófico, el pasado no existe y solo queda la perpetua inestabilidad del presente. Por ello los cambios que se han logrado en el campo de la Salud Mental encuentran un límite en un poder que se basa en las actuales condiciones económicas, sociales y políticas donde las grandes empresas de medicina privada y los laboratorios aumentan su concentración monopólica para imponer una concepción del padecimiento subjetivo que solo beneficia sus intereses.

De allí que creemos necesario sostener no pagar la deuda externa. Sus efectos en la subjetividad y en el campo de la Salud Mental atraviesan nuestra práctica como profesionales. Está demostrado que no solo no tiene salida a nivel económico, sino que solo provocará más sufrimiento en cada uno de nosotros.

En este número de la revista, el dossier se ocupa de la compleja articulación de la alimentación y la subjetividad en la actualidad. Las formas de alimentación son una preocupación de las civilizaciones a lo largo de la historia. Los efectos de la actual mundialización capitalista saltan a la vista. Por un lado, millones de personas no llegan a comer diariamente, donde el hambre no se debe a la falta de alimentos, sino a la exclusión de sectores sociales y países que no acceden a los beneficios del capital. Por otro, el consumismo atraviesa la relación con la comida y provoca problemáticas de diversa índole. Abordamos este complejo entramado desde distintas perspectivas. Marcelo Rodríguez traza una historia de distintas civilizaciones en relación a la comida con el fin de desnaturalizar la ilusión de “el problema de la alimentación se reduce a tomar buenas decisiones ante la góndola del supermercado”. Patricia Aguirre demuestra variados efectos de alimentos que no se distribuyen donde se necesitan, sino donde dan ganancias. Esto ha provocado no solamente la desnutrición y obesidad en los más pobres, sino que en conjunto “no comemos lo que queremos, sino lo que nos quieren vender y no nos venden lo que alimenta, sino lo que produce ganancias, a despecho de su capacidad nutricional”. En el mismo sentido, Susana Toporosi nos alerta de los efectos del uso de los agroquímicos en la salud de la población. Los datos son contundentes: en los lugares donde se utilizan estos productos han aumentado exponencialmente las malformaciones congénitas, los abortos espontáneos y el cáncer. Laura Ormando, en sus escritos de guardia, describe con su habitual estilo, los efectos de la tercerización de la alimentación en un Hospital Público. Héctor Freire nos permite ver cómo se plasma la relación con la comida a través del cine, rescatando el poderoso componente social que tiene el alimentarse. Enrique Carpintero, en el artículo editorial “Para comerte mejor…De la alimentación a la gastronomía de la sociedad consumista”, aborda los efectos de este capitalismo mundializado en la relación de la comida en nuestra subjetividad. Recorre los cambios en los últimos siglos para llegar a los efectos del consumismo en relación a la alimentación. Esto lo lleva, desde su original concepto de corposubjetividad, a como se puede entender la singularidad del sujeto y los llamados trastornos alimentarios en la actualidad, destacando cómo “la anorexia/bulimia se encuentra en sociedades con abundancia de comida; no existen estos síntomas donde se padece hambre.”

El abordaje de la anorexia se profundiza en Topía en la Clínica, a partir del ateneo psicoanalítico. Allí Susana Matus y Valentina Esrubilsky trabajan a partir de un caso clínico donde se muestra la complejidad de dicho padecimiento. Por otro lado, Luciana Volco y Antoine Fontaine nos proponen un abordaje particular de una paciente autista internada en la Clínica Saumery en Francia. Esto los lleva a aportes teóricos y clínicos en “Hacia una metasomatología de la transferencia. Un trabajo en equipo”.

En Debates en Salud Mental, encontramos los aportes mencionados de Hernán Scorofitz en “Salud Mental y clase obrera argentina: ‘La década insalubre’”. También el trabajo de Darío Cavacini nos alerta sobre las crueles condiciones de un servicio psiquiátrico penitenciario, a partir de un conocido caso de un paciente español muerto a tres horas de ser internado para su evaluación.

La Separata nos aporta una serie de investigaciones exclusivas sobre “las cartas del mal” de Baruch Spinoza organizada por Regine Bergmeijer y Vicente Zito Lema. Incluye una introducción de Miriam van Reijen, una especialista holandesa sobre el tema; “Una laucha no es un ser humano”, un diálogo imaginado por el escritor Martin Schouten; fragmentos especialmente traducidos de las cartas; y una poesía inédita sobre Spinoza de Vicente Zito Lema.

Encontramos diversos aportes especiales en este número. En Área corporal, nos encontramos con la particular concepción del cuerpo del psicoanalista Christophe Dejours en su texto “La inteligencia y el cuerpo”. Carlos Barzani aporta una investigación original sobre el origen oculto de la palabra “puto”, remontándose a la conquista española en su artículo “‘Puto’ como categoría de persona”. Alejandro Vainer indaga sobre la larga historia de los psicoanalistas y la música en “Yendo del diván al piano”. Cristián Sucksdorf nos ilumina sobre las recientes abdicaciones del papa y reyes en “Las dos muertes del rey”. Y César Hazaki nos revela un análisis esclarecedor sobre los actuales fenómenos del selfie y el sexting, vistos desde la perspectiva del impacto sobre los niños de hoy.

Para finalizar, recordamos que el 15 de septiembre es la fecha de cierre para el envío de trabajos para el Quinto Concurso Internacional de Ensayo breve “25 años de la Revista Topía” (2014-5), cuyas bases se encuentran en www.topia.com.ar.

Hasta la próxima.

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Agosto / 2014